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JULIO G. CALZADA
Domingo, 17 de diciembre 2017
Llego a la entrevista con el expresidente del Gobierno José Luis Rodríguez Zapatero (Valladolid, 1960) con cinco minutos de retraso, y eso que el taxista ha volado de la estación de Chamartín a la calle Ferraz. Un Alvia, procedente de Santander y con destino Alicante, ... ha sufrido un percance y quienes hemos tomado el tren en Palencia o en Valladolid vemos cómo caen los minutos, hasta casi hora y media de retraso. ¿Será un augurio justo en el día en el que voy a preguntar sobre la alta velocidad ferroviaria a quien encabezaba el Ejecutivo español el día que entró en Castilla y León el primer tren Ave con parada en estas tierras? El hecho formará parte de mis anécdotas. Quizá. Si escribo mis memorias... Bueno, a lo que he venido, a conocer las respuestas de quien iba en la cabina del tren Ave que abrió esta forma de viajar en Castilla y León.
-El año que llega a la Presidencia del Gobierno, ¿cómo se halla el desarrollo de la Alta Velocidad Ferroviaria en España?
-Iba a media velocidad y mi Gobierno puso la velocidad alta. Intensificamos las partidas de inversión y la ambición sobre el mapa de la alta velocidad, que ha terminado por ser la más importante en Europa.
-Un mapa diseñado inicialmente en 1992 y presentado por quien era entonces ministro de Obras Públicas, Josep Borrell...
-¡Es el gran antecedente!, porque luego, casi cada ministro tuvo su particular adaptación y en mi etapa de gobierno fue la titular de Fomento, Magdalena Álvarez, quien presentó un plan de infraestructuras que incluía, y era la gran estrella, la alta velocidad ferroviaria. No habrá seguramente ningún país en el mundo que vaya a hacer un recorrido de tanta intensidad como España con la alta velocidad. Es decir, en tan poco tiempo llegar a tener tantos miles de kilómetros. ¡Y seguramente no se volverá a producir! España tiene dos factores que alientan este proyecto: un tamaño apropiado para esta tecnología y que es líder turístico. Y eso se puede hacer con grandes infraestructuras. Cuando oímos críticas a que se ha invertido, que se ha gastado demasiado en infraestructuras, no se repara en que no sería posible que tuviéramos ochenta millones de visitantes al año sin estas autovías, esta alta velocidad y estos aeropuertos.
-¿Pretendía ser una inversión que inyecta fondos en la economía para que despegue y genere riqueza?
-El nuestro no es un país, en comparación con otros europeos, de excesivo gasto público en relación con el Producto Interior Bruto. Gastamos en torno al 40% y los países europeos nos sacan entre seis y ocho puntos. Se corresponde con una imposición fiscal en el treinta y tantos por ciento, mientras en Europa supera el 40%. Seguramente la ciudadanía tiene otra referencia, pero en comparación con Europa no somos un país de excesivo gasto público. Hemos dado prioridad a las infraestructuras. Creo que ha sido una inversión inteligente, vertebradora del territorio en un país con serios desequilibrios regionales en su renta per cápita. El Estado democrático de las autonomías ha corregido esas desigualdades entre las rentas y esa es una tarea de la democracia que debe de ser intensificada, y son fundamentales las grandes infraestructuras para el desarrollo de la actividad económica.
-¿Es la principal condición?
-Es necesaria, pero no suficiente. Como sabemos, en Castilla y León la urbanización y el abandono de las zonas rurales es un fenómeno universal que en los últimos veinte años se ha intensificado y que se va a intensificar. Es difícil combatirlo.
-¿Ayuda el Ave? ¿Hace diez años, cuando llegó por primera vez en la región a Valladolid igualaba su competitividad a otras?
-Seguro que Valladolid lo notó, igual que se ha notado en León, ciudad a la que estoy muy vinculado. Se ha notado en el turismo de fin de semana, en el de interior, de manera clara. Y en Valladolid seguro que también, porque ambas son dos joyas gastronómicas. El principal peligro de ir a Valladolid o a León es el ‘riesgo gastronómico’: se come muy bien, hay restaurantes extraordinarios. (Enfatiza).
-¿Ha cambiado la forma de viajar?
-Recuerdo en mi juvenil etapa de diputado, digno diputado de provincias, que viajaba en un tren nocturno, que salía de León hacia la una y media de la madrugada y llegaba a Chamartín en torno a las ocho de la mañana. He hecho eso como diputado en más de una ocasión.
-¡Con parada en Venta de Baños de de casi hora y media para enlazar con el que llegaba desde Irún!
-¡Y con un ruido y un olor...! ¡Se tardaban casi siete horas! Y ahora a León se llega en poco más de dos horas. Es impresionante el cambio. Y eso se ha vivido en una generación. ¡Es espectacular! No nos damos cuenta porque somos contemporáneos a los cambios. Y ha habido dos extraordinarios, uno en las actitudes de libertades cívicas, y otro, en infraestructuras y su modernización.
-Pero todo cambia a partir del año 2008. La crisis nos atrapa.
-Perdimos el ritmo inversor. Se redujo en más de un 60%, pero habíamos hecho un gran acopio, de manera que Valladolid se inaugura a finales de 2007 y ha llegado a León en 2012. Quizá si uno observa el mapa general, más allá de la gran obra y de la inversión tan fuerte y costosa técnicamente, tenemos un mapa vertebrador impresionante.
-¿Sirve la Alta Velocidad para vertebrar Castilla y León?
-Sin duda, sin duda, sin duda... Las infraestructuras ayudan a la vertebración, aunque no la determinan. La vertebración tiene un componente político y otro social. El político es que tiene que haber un Gobierno en una comunidad con nueve provincias, de constitución en su día polémica, que tiene que ser muy vertebrador. Pienso si el presidente de Castilla y León no debía de ser nómada y contar con una sede accidental en Valladolid. Y dos, hay que cambiar la economía regional, basada en la agricultura como eje vertebrador para apoyarse sobre la cultura y el turismo. El turismo es uno de los fenómenos más espectaculares de los últimos cincuenta años, y lo va a seguir siendo. El afán de viajar y las capacidades económicas y técnicas, cada vez mayores, que tienen los seres humanos para desplazarse y hacer turismo va a ser espectacular. Y el turismo de cultura, como el que Castilla y León puede ofrecer, es uno de los grandes activos de la región mediante una oferta global, como una marca de identidad. El área económica vertebra mucho, en el caso de Castilla y León debería ser la cultura y el turismo y en el otro apartado, la acción política.
-¿Y el Ave vertebra a España, incluso en estos momentos en los que ha problemas de secesión en Cataluña?
-También. Sin duda. La situación con Cataluña sería mucho peor si no tuviéramos el Ave y no tuviéramos un aeropuerto como El Prat. Todo lo que supone capacidad de comunicarse, de relacionarse, de viajar, es una puerta abierta a quitar los prejuicios. Y como normalmente la lucha de identidades, las tensiones territoriales, no son más que un conjunto de prejuicios, todo lo que sea comunicarse y relacionarse viene bien para la vertebración.
-Recuerdo que el 22 de diciembre de 2007 tomamos el tren, el primer Ave a Valladolid en la estación de Chamartín, en Madrid, y 55 minutos después, con usted en la cabina junto al piloto, entraba en la estación vallisoletana, ¿qué le pasaba por la cabeza en ese momento al presidente del Gobierno?
-(Sonríe) Cuando llegamos al barrio por el que el tren entra en la ciudad, por Covaresa, había como unas doscientas o trescientas personas, un grupo amplio, con las banderas del PSOE de Valladolid. (Ríe). Esto me preocupó, se trataba de un acto institucional. Es la imagen que me ha quedado grabada, y bueno, ver ese día a Valladolid por la calle, porque ese día la gente estaba por la calle en esta ciudad. Pero me quedo con la anécdota de encontrarme que me reciben con banderas del PSOE en un viaje en el que iba acompañado por el presidente de la Junta, Juan Vicente Herrera (ríe con picardía). Era un poco... (ríe de nuevo).
-¿Y recuerda su discurso?
-Lo he repasado y hay un dato que me ha causado impacto. La inversión total en la alta velocidad ferroviaria hasta Valladolid fue de 4.500 millones de euros, una quinta parte del superávit del año 2006 y que fue económicamente (extiende los brazos para enfatizar más la expresión) impresionantemente bueno.
-El año en el que todos recuperamos una parte del dinero que pagamos a Hacienda.
-Exactamente, y vino después el año 2008. Tan, tan nefasto, que he pensado muchas veces cómo pudimos tener un año como 2007, que hasta Pedro Solbes (ministro de Hacienda) estaba exultante a pesar de su carácter tan adusto y en 2008 tener una caída en barrena tan fuerte como la que sufrimos.
-Quizá es que en los tiempos de bonanza sabíamos que jugábamos al juego de la escoba...
-¡Ahora decimos que sabíamos! Pero cuando estábamos ahí, todos estaban convencidos de que el ciclo de crecimiento era casi imparable.
-Inagotable
-¡Sí!, de hecho hubo muchos informes, incluso de la economía mundial, que destacaban que el ciclo de crecimiento era el más largo, que era posible, que habría momentos más elevados y otros menos, pero que se descartaba un ‘crack’.
-Recuerdo haber leído cosas en ese sentido.
-Yo, desde luego, sí lo pensaba. No tuve en ningún momento la sensación de que no estábamos en un ciclo de crecimiento que se iba a mantener. Nunca tuve la sensación de que estábamos jugando de farol, no, no. De hecho, no jugábamos de farol, pero el capitalismo es cíclico por naturaleza y, a veces, ese ciclo tiene momentos de expansión hasta que se produce la caída y a veces las caídas son más fuertes y más graves, como esta ha sido.
-¿Qué papel representó Europa en el desarrollo de estas infraestructuras?
-Un papel decisivo. Dese cuenta de que aproximadamente, en los treinta y tantos años que llevamos de integración europea, España ha recibido en torno a los 150.000 millones de euros de aportación de fondos y préstamos del Banco Europeo de Inversiones (BEI) en torno a los 40.000 millones de euros. De manera que hay un porcentaje importante de nuestra inversión en infraestructuras y, por supuesto en alta velocidad, que se ha hecho con fondos europeos que han pagado con sus impuestos nuestros vecinos alemanes, o franceses. Si eso no es un proyecto de solidaridad... es difícilmente discutible. Sin Europa no hubiéramos tenido tantos kilómetros de alta velocidad. Sin Europa hubiera sido difícil que el Ave llegara a León.
-Este es un proyecto que se ha desarrollado durante varias legislaturas. En las suyas, ¿cuál fue en su opinión el papel de la oposición?
-Distingamos dos niveles de oposición. En el Congreso de los Diputados fue bastante áspera conmigo, por usar un adjetivo que no sea provocador. Pero la actitud y la relación con el presidente de la Junta de Castilla y León, con Juan Vicente Herrera, siempre fue de colaboración, de entendimiento y de respeto. Y siempre se lo he agradecido, antes de ser presidente, durante mi condición como presidente del Gobierno y después de serlo. Quizá él no lo reconocerá así, pero Castilla y León estaba en el ‘top’ de inversión en infraestructuras por habitante en mi etapa. Creo que Juan Vicente Herrera sí lo reconoce; el Partido Popular, no sé.
-¿Está orgulloso de haber sido el gestor con el que la alta velocidad ferroviaria llegó a Castilla y León?
-No puedo negar que el día que iba a inaugurar la alta velocidad a la ciudad que me ha visto nacer, de la que tengo recuerdos infantiles muy, muy intensos y en la que vive mi familia Zapatero, tan vallisoletana casi como El Norte de Castilla, ese día sentí una lógica emoción, una satisfacción austera, como es la gente de Valladolid, pero satisfacción.
-En la alta velocidad hacia el norte de España hubo años de discusión sobre si las líneas debían ser de ancho ibérico o internacional, si debían compartir la plataforma trenes de viajeros y de mercancías, si habría tres raíles por una misma línea. ¿Qué motivos les inclinaron por una línea en ancho internacional y de alta velocidad?
-Los informes al Consejo de Ministros se basaban en la homologación técnica y la calidad del sistema en relación con su coste. Fue más una decisión técnica que política.
-¿Cuál es la diferencia?
-Las decisiones políticas tienen que ver con los grandes trazados y ahí no hay Gobierno que quiera discriminar a ninguna comunidad, pero hay que establecer prioridades en función de las disponibilidades financieras. Nosotros tuvimos años muy buenos, hasta el 2008, con presupuestos muy buenos y luego tres años más difíciles y la inversión del Ave es costosa.
-Con la experiencia que ahora tiene, ¿habría cambiado algo en relación con las decisiones que se tomaron sobre la Alta Velocidad?
-Globalmente, creo que no. La polémica más intensa que tuvimos en cuanto a trazado fue en el proyecto hacia Cantabria desde Palencia, que resulta extraordinariamente costosa y se planteó la alternativa más viable, la de llevar la línea hasta Santander desde Bilbao. La diferencia económica es tremenda. No sé si se ha resuelto y a los ciudadanos cántabros les parecerá bien, lo he hablado recientemente con el presidente de Cantabria, que ahora es un hombre muy mediático y conocido por su participación en las tertulias televisivas. En el caso de Extremadura, es evidente que es necesario que esa comunidad no quede ahora al margen del desarrollo ferroviario.
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