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Una docena de pasajeros han llegado en el bus que les trae desde Suero de Quiñones. Así lleva ocurriendo desde hace 14 años, cuando este apeadero de la Asunción-Universidad se convirtió en estación terminal de una línea nacida en el siglo XIX y que vive malos tiempos.
El tren espera, aunque no hayamos podido sacar billete en la fría marquesina de metal por la que pasan sin levantar la vista del suelo una treintena de personas que montan en el tren con destino Cistierna a primera hora de la tarde. Muchos de ellos se irán quedando por el camino.
En el primer tramo empezamos a superar pasos a nivel como el de Nava, que sigue esperando a que se retire. Y avanzamos por un paisaje plenamente urbano. La primera parada, Villa Romana, donde nadie espera y nadie se baja. Lo mismo ocurre con Villaquilambre, segunda parada.
El viaje será largo, casi dos horas hasta Cistierna. La estación de San Feliz es la primera importante del tramo que vamos a completar y la parada va a ser larga. No hay doble vía y toca esperar a que llegue el tren en dirección contraria que lo hace tras cinco minutos en el andén.
Poco a poco vamos pasando de la ciudad al campo y al fondo asoma la nieve en las cumbres de las montañas. El traqueteo empieza con la subida de altitud y nos obliga a agarrarnos para seguir de pie.
Casualmente, en esta ocasión, sí ha venido revisor, así que aprovechamos para sacar nuestro billete que no hemos podido comprar en origen. Somos dos y nos cobran 19,70 euros por un trayecto de ida y vuelta a Cistierna. Lo abonamos en efectivo por no haber avisado antes de que lo haríamos con tarjeta.
Llevamos media hora montados y casi no ha habido movimiento de pasajeros. Nos avanzan que solo en Garrafe o Matallana suele montar gente, como es el caso de una estudiante que viaja todos los días a la Universidad de León.
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El Torío sigue siendo testigo de nuestro recorrido, aunque no por mucho tiempo. El paisaje cada vez es más rural y los animales pastan a escasos metros del tren. En Pardavé nos sorprende un viajero que se monta para ir a tomar un café al pueblo de al lado, algo que invita a reflexionar sobre la importancia que la línea tiene para estos pequeños pueblos de la montaña.
Matallana es una de las principales estaciones y varios bajan aquí. Ya solo quedamos una docena de viajeros y nos entregamos a la montaña. Tras una hora de viaje llegamos La Vecilla, donde solo espera una persona para coger el tren en dirección contraria. Luego Boñar, que nos deja acompañados por solo cinco personas. Ya en La Ercina, el silencio es absoluto y los cuatro viajeros se sientan lejos los unos de los otros.
El Esla nos da la bienvenida en Cistierna, fin de nuestro trayecto. Y a partir de aquí, los que sigan a Guardo, lo harán en bus. Apenas cinco minutos más tarde de la hora fijada hemos bajado del tren tras un tramo que se ha hecho largo en el que el trasero ha empezado a sufrir el traqueteo clásico de este servicio de vía estrecha, por lo que aprovecharemos para estirar piernas antes de coger el siguiente convoy con dirección a León.
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Por el camino hemos ido recogiendo testimonios. Habituales de esta línea nos cuentan los desencuentros vividos, los retrasos sufridos y las incidencias que se acumulan. Y todos tienen clara una cosa: el futuro de la línea pasa por que el tren vuelva a llegar al centro de León, por lo que muchos acudirán a la manifestación de este domingo, 6 de abril, para reclamar esta solución.
Elena Robles De San Feliz a la Asunción
Su familia desciende de la montaña y confiesa que es «una pena» que se hayan perdido pasajeros por el camino, algo de lo que culpa al servicio. Ella, sin ir más lejos, se mueve mucho en bici y la baja hasta León, pero cuando no hay tren y le ponen bus la tiene que dejar aparcada en San Feliz.
Muchas veces no viene ni revisor, asegura, y otras les marcan el billete a mano; a ello se suma que las máquinas de venta de billetes no siempre funiocionan: «Si haces 16 viajes, te devuelven el dinero, pero a veces no llegas porque nadie pasa a firmártelos».
Para ella es «un trastorno» la situación de la línea y si su paraja viaja en coche no duda en ir con él. «Es un deporte de riesgo coger este tren», dice. Y todo a pesar de que cuentan con un grupo de WhatsApp donde se van avisando de retrasos e incidencias.
Elena Tejerina De León a Robles
«Lo peor de la línea es que no llegue a León». La parada final en La Asunción provoca que ir hasta el centro, como ocurría antes, suponga 40 minutos más de viaje. «Llevo usándolo 12 años y ha ido a peor; hay días que, si llueve mucho, hay trenes rotos y ves agua en el suelo; o viajeros que iban en el último tren a oscuras».
A ello suma las cancelaciones imprevistas de trenes que se sustituyen por taxis. Su apeadero tiene mala visibilidad desde la carretera y se han llegado a «quedar en tierra» por no percatarse del paso del coche. «La gente se desanima a usarlo; yo porque tengo un horario flexible, si no no me la podría jugar».
Ella es una «enamorada» de esta línea y ella vive en su pueblo «gracias a esta línea» que le permite llegar a León. «Yo la vendo bien porque vivo con la esperanza de que algún día alguien se dé cuenta del valor que tiene y funcione».
Moisés Peñalver De Cistierna a León
Un catalán con casa en Puente Almuhey se estrena con la vía estrecha. Confiesa que Rodalies es «mucho peor» que Feve y a esta línea le aporta «una concepción romántica» que le lleva a cogerlo a pesar de tener coche. «Me gusta ver el paisaje».
A él también le falta un tren que llegue al centro y pide modernizar la línea para evitar el ruido que desprende en algunos tramos: «Parece que vayas en un camión o en bus viejo cuando vienen las subidas, pero es buena idea mantener esta vía estrecha».
Nur Carbajo De la Asunción a Garrafe
Estudia en la Universidad de León y viaja con sus amigas a diario. Para ella es «un coñazo» porque los horarios no son flexibles, el tren no es puntual y a veces no hay ni tren. «No me entra ni sueño en el momento que me siento, creo que los asientos están hechos para eso», bromea.
Confiesa que han tenido días de viajar a oscuras o con el tren inundado con agua saliendo del váter; además muchas veces ha viajado sin revisor. En el lado contrario, el bono gratuito del transporte recurrente que supone un alivio económico. «Si te lo puedes permitir, es mejor ir en coche». La joven espera ver algún día que el tren regrese a la estación de Matallana, aunque agradece que al menos tengan un bus que lo supla.
José María Pérez De Pardavé a Matallana
No es de muchas palabras, pero dice las justas para explicar que ha cogido el tren para ir a echar la Quiniela y tomarse el café en un pueblo cercano. Así solo tarda cinco minutos.
Además, los días que no tiene tren le viene un taxi o un autocar. «Hay días que viene vacío por la mañana, pero mejor porque así no discuto con nadie», explica sonriendo uno de los 40 vecinos que pasa el invierno en Pardavé.
Pablo Herrero De León a Robles
Su horario flexible le permite hacer uso a diario de la línea. «Es muy necesaria, le da mucha vida a la comarca y sin esto no sé qué pasaría», reflexiona.
Pide que no abandonen la línea, como está ocurriendo, y pone como ejemplo los 14 años, desde 2011, desde que el tren no llega a Matallana. «Nadie sabe nada y al línea se perdió».
Se trata de un servicio «que ya estaba bastante tocado» y que ahora ha mejorado en número de viajeros por la gratuidad, «mucho más en verano con chavales y gente que va a los pueblos».
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Rocío Mendoza | Madrid y Lidia Carvajal
Álvaro Soto | Madrid y Lidia Carvajal
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