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José Manuel y Antonio son dos leoneses con un denominador común que les ha supuesto una nueva vida. Bajo la presencia de la Estatua de Neptuno, los dos se estrechan la mano. Sólo se han visto en contadas ocasiones y, en totas ellas, el motivo ... ha sido un denominador común que cambió su destino para siempre.
Ambos han recibido un trasplante de corazón. José Manuel recibió el trasplante en el 2018 y se considera todavía un novato en comparación a Antonio, que recibió su corazón hace ya 18 años.
«Quedé bien hasta ahora», añade José Manuel, que recuerda sus 22 días en un Impella, dispositivo de asistencia circulatoria con el que sólo podía respirar y pedalear.
Para Antonio, sin embargo, su vida se quedó en suspensión durante el mes que pasó en coma inducido. Este leonés, de 82 años, recuerda que no reaccionó correctamente a la medicación y tuvo que aguardar, en tal estado, a que su cuerpo 'aceptara' el nuevo corazón.
La operación ha supuesto «un cambio total» en su vida. «Puedo ir tranquilamente a cualquier sitio sin ir ahogándome, sin mareos u otros síntomas; ya no los tengo». Además, añade que siente un «agradecimiento enorme» a su donante: «Sus familiares me han dado la oportunidad de volver a vivir que de otra forma era imposible».
«Me siento orgulloso y muy feliz de ver a gente como Antonio que lleva 18 años trasplantado», reconoce José Manuel, que se considera todavía «un novato» desde su operación de trasplante en el 2018.
José Manuel, por su parte, reconoce que sufrió una miocardiopatía dilatada. Una enfermedad que le obligó aconvivir con un marcapasos durante cuatro años hasta que el exceso de arritmias forzó que precisara de esta intervención.
«El último año me dio una descarga muy fuerte, me dijeron que parecía que iba bien la cosa pero fui para casa y a los cinco días tuve otra descarga, me cambiaron la medicación a raíz de eso y a los tres meses lo mismo… al final decidieron que lo mejor era un trasplante».
«Animo a la gente a que siga donando, trabajo no cuesta ninguno, es una labor social enorme, gracias a nuestros donantes podemos estar aquí, hemos tenido suerte pero sin donantes esto no habria ocurrido», recuerda, con una larga sonrisa Antonio, que dejó atrás una vida de complicaciones, «mareos y malestar» con la operación.
Después de la operación, confiesa que «tenía miedo y me daban descargas, tenía pavor el primer año» aunque, con el tiempo, sus temores se han disipando.
José Manuel y Antonio son conscientes de que otros pacientes no tuvieron tanta fortuna como ellos y se muestran totalmente agradecidos a sus donantes y sus familiares. Su gesto de solidaridad vale una vida.
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