Así rastrea la UME desde León: «Lo más duro es toparse con móviles desactualizados»

Desplegaron sus efectivos para luchar contra la covid-19 cuando el país estaba confinado. Se echaron a la calle para colaborar en tareas de desinfección de residencias y espacios públicos de la comunidad y trabajaron «muy duro, doblando turnos» para intentar mitigar las consecuencias derivadas de la pandemia.

Ahora, dos meses y medio después de que los españoles dijeran adiós al estado de alarma, el Quinto Batallón de la Unidad Militar de Emergencias (UME), con base en El Ferral del Besnega, vuelven a la primera línea de batalla para mirar de tú a tú al SARS-CoV-2 y tratar de frenar su expansión. Esta vez, a golpe de teléfono, como parte de los 2.000 rastreadores que el Ministerio de Defensa ofreció a las comunidades autónomas enmarcado dentro de una operación denominada Baluarte.

En Castilla y León, la Junta solicitó al Gobierno central que 245 profesionales se unieran a las labores de seguimiento de contactos de positivos por coronavirus.

Hasta el momento, la unidad leonesa ha formado a 174 rastreadores, y aunque solo treinta están operativos (comenzaron el jueves a trabajar en casos de las provincias de Valladolid y Salamanca), ya están preparados para cuando el servicio sanitario de la comunidad les reclame.

Así lo asegura el capitán de Enfermería de la UME en la base de Conde de Gazola, José Manuel Segurado Bustamante, quien se ha encargado de dirigir la formación de los militares en materia sanitaria. «Dentro del servicio sanitario tenemos una serie de funciones que nos repartimos; yo suelo encargarme de las tareas de formación, y esta vez también me ha tocado; estamos preparados para ayudar cuando se nos reclame», asevera Segurado.

El perfil escogido para rastrear ha sido «principalmente sanitario». La «gran mayoría», explica el responsable de la instrucción, son profesionales vinculados al ámbito de la salud, aquellos que realizan la primera asistencia a las víctimas o pacientes, los que están «'in situ'» en una operación.

«Cuando vamos a una intervención, además de ir acompañados de médico, enfermero y sanitario, nos apoyamos en estas personas que tienen una titulación militar interna o civil, que sería de técnico en emergencias sanitarias, y tienen conocimientos sanitarios, sobre todo en primera asistencia de pacientes o víctimas en emergencias», argumenta Segurado Bustamante. «Por ejemplo, si hay un incendio, nosotros estamos en la zona de seguridad, pero ellos están 'in situ' con sus mochilas dotadas de material, hacen la primera asistencia y después, por comunicación directa, ya nos acercaríamos el resto con una ambulancia».

Las jornadas de formación, realizadas durante la segunda quincena de agosto de forma 'on-line', a través del campus virtual corporativo del Ministerio de Defensa, se prolongaron durante veinte horas y en ellas se abordaron una serie de contenidos «básicos», tales como propagación del virus, diagnóstico o terminología sanitaria, pues «aunque muchos lo conocían porque son del perfil sanitario, otros los desconocían y tenían que tener unos conocimientos iniciales». «Hay conceptos sanitarios puros y duros que hay que tener claros. Por ejemplo, a qué nos referimos con contacto estrecho, cómo se debe calcular la duración del aislamiento y la cuarentena en cada caso o la diferencia que existe entre uno y otro y cómo aplicarlo», añade.

Por otra parte, también se les instruye contenido sobre fundamentos legales y «habilidades para lograr la comunicación» con el paciente, uno de los principales obstáculos con los que se tropiezan. «No es nada agradable cuando el contacto se niega a hablar con nosotros o a guardar la cuarentena», confiesa Segundo Bustamante, al tiempo que indica que, cuando esto sucede, notifican el caso a la Consejería de Sanidad para que tome las «medidas oportunas».

Sin embargo, en las primeras 48 horas como rastreadores, la principal dificultad con la que se han encontrado radica en el manejo de los datos de los contactos, a la hora de localizarles. «Sacyl nos proporciona unos casos y viene un teléfono, obtenido de una base de datos a la que obviamente no tenemos acceso, y a veces, por cualquier motivo, está desactualizado o no contestan; el trabajo más arduo al que tenemos que hacer frente es investigar a esos contactos uno por uno y seguir localizando», apostilla el capitán de Enfermería, mientras incide en que, de momento, «la gente es colaboradora y comunica todo lo que les pedimos».

Asimismo, estos treinta rastreadores militares están divididos en tres turnos. Cada uno atiende «cuatro o cinco casos», que se traduce en «25 o 30 llamadas» diarias para cada profesional. No obstante, Segurado sostiene que «estamos preparados para cuando la Consejería nos reclame más personal, de aportar más rastreadores en caso de que se nos demande muchísimo» y anticipa que previsiblemente la próxima semana ampliarán la formación de rastreo a más personal. «Cuanta más gente formada tengamos, más posibilidades tenemos de tener a más gente para el rastreo y la intervención, aunque no quiere decir que vayan a sumarse a estas labores», subraya.

Con respecto a la evolución de la pandemia en la región, este capitán vallisoletano confiesa que «todos tenemos miedo del invierno y a la gente vulnerable, pero la situación tiende a estabilizarse». «Se están haciendo muchísimas pruebas y tenemos que reflexionar; no es una situación tan dramática como la que los datos reportan, pero hay que insistir mucho en la responsabilidad individual», concluye.