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'Lávate las manos' es una de las recomendaciones más repetidas por las autoridades para frenar el contagio de la covid-19. Pero, ¿Por qué es posible que los leoneses puedan hacerlo? Parece una pregunta absurda, pero su respuesta, deja ver de nuevo ... que hay trabajos más que esenciales. Es el caso de los doce empleados que ahora mismo se encargan de la parte productiva de Aguas de León. Desde el pasado 1 de abril están 'confinados' en la planta que en el alto del Portillín tiene esta sociedad mixta encargada del abastecimiento en la capital leonesa
El objetivo no es otro que garantizar que a ningún leonés le falte agua al abrir el grifo. Para ello, se han organizado en equipos de cuatro personas que trabajan siete días y descansan 15. Durante la semana que tienen que acudir a la planta, no salen de allí. Y luego, al regresar a casa, tienen otras medidas añadidas a las que mantiene el resto de la población durante la cuarentena.
Cuatro autocaravanas suministradas por Aguas de León son su nuevo hogar durante los turnos de trabajo. «Mientras están trabajando, no tienen contacto físico con el exterior de la planta. Nos encargamos de suministrarles tanto comida, como otros productos que puedan necesitar», tal y como ha explicado a leonoticias Manuel Salas, gerente de Aguas de León.
El confinamiento de estos trabajadores ha sido puesto en marcha por Suez, el socio francés al que pertenece Aquona (Aguas de León es una sociedad mixta conformada por Aquona y Ayuntamiento de León). Así, Suez ha trasladado desde el primer momento la experiencia en sus plantas de China al resto de las que tiene repartidas por todo el mundo, como es el caso de León.
En España, 16 plantas de potabilización de agua han tomado esta decisión. Son infraestructuras sensibles que, de fallar, causarían un grave problema para la población. Y es que tal y como explica el propio gerente de Aguas de León, si dentro de la planta de Aguas de León se diera un foco de contagio de la covid-19, sería muy complicado sustituir a esos trabajadores. «Es personal cualificado, que sería muy difícil contratar de un día para otro. Necesita una formación de varios meses dentro de la planta», asegura Salas, que basa la complejidad de esas labores en que «hay múltiples equipos de bombas y de equipos electrónicos, aparte del control analítico que hay que realizar del agua». Además, desde el Portillín, manejan por telecontrol la de Oteruelo, la otra planta que Aguas de León gestiona en la capital leonesa.
Un sacrificio que según explica Manuel Salas «los trabajadores han aceptado con una disposición perfecta y ejemplar desde el primer momento. Son conscientes de que somos un suministro esencial, que como falle sería un cataclismo porque cumplen con la mayor medida: posibilitar que la población se lave las manos».
Además, fuera de la sección de producción, desde Aguas de León inciden en que las medidas de seguridad se tomaron desde el primer momento y que, según ha ido evolucionando la pandemia, se han ido adaptando a la situación. «Nosotros desde el primer momento hemos tomado varias medidas en todas las áreas, no solo en producción sino también oficinas, personal técnico y mantenimiento. Hemos reducido al mínimo esencial nuestras operaciones y ahora mismo sólo hay siete personas de 31 trabajando, mientras que el resto está en casa a modo retén».
El esfuerzo de estos trabajadores de Aguas de León demuestra que el día a día está lleno de actos sencillos que necesitan de un proceso complejo para consumarse. Esa realidad se hace todavía más latente ahora, con una pandemia que ha puesto esa paradoja de relieve y que ha hecho a la sociedad más consciente de cuántos privilegios se tienen al alcance de un simple gesto.
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