Lo que se ve de su trabajo, muchas veces, es solo el caparazón. Una ambulancia, sus luces y sirenas siembran el temor y más aún en estos días. Pero dentro de esos cascos amarillos o blancos viajan unos técnicos que ahora han tenido que cambiar ... hábitos y protocolos para adaptarse a la covid-19.
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Los trabajadores de ambulancia también son la primera línea contra el coronavirus y, aunque su trabajo ha cambiado, siguen atendiendo emergencias y casos no urgentes.
Enrique es uno de ellos, que acude a la llamada de leonoticias junto a otros tres compañeros para explicar una situación, nueva también para ellos, y cuya principal habilidad consiste ahora en reforzar la seguridad y colocarse unos trajes de protección que les aíslen de un posible contagio.
Es por ello que su tiempo de reacción ha aumentado hasta los 10 o 12 minutos debido a unas medidas son importantes para ellos mismos y para los propios pacientes. Los EPIs constan de buzo integral, gafas integrales, guantes y mascarillas. Todo ello «conlleva un tiempo extra» y cuando terminan el servicio deben limpiar y desinfectar la ambulancia y retirar estos trajes.
Los 340 técnicos de ambulancia que hay en la provincia afrontaron antes de la crisis una formación para responder a las nuevas condiciones higiénicas y sanitarias y, gracias a ello, lograron superar el estallido de la pandemia en marzo. «Los primeros días, desde el 14 de marzo, fue una cosa tremenda. Era hacer un servicio tras otro y la verdad, en esos días, nos cogió un poco al límite de EPIs y de desconocimiento; sí que lo pasamos mal», afirman.
La respuesta del personal y del Complejo Asistencial de León «fue muy buena», reconocen, porque rápido se habilitaron otras áreas para la atención de pacientes y facilitó la situación «porque tener un buen triaje hace que la cosa vaya a mejor cuando pilla un imprevisto».
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A todos ellos les han hecho test y dos dieron positivo durante sus vacaciones, antes de reincorporarse.
El resto han seguido ejerciendo su trabajo y afrontando los nuevos miedos derivados de la covid-19. Y es que muchos pacientes tienen miedo a decirles sus dolencias, que pueden ser compatibles con la infección, ya que «la sociedad es como es, y cuando nos ve llegar con la equipación y el buzo el paciente, cuando lo recogemos, es como que los vecinos lo aíslan un poco». Muchos no cuentan la realidad de la situación y cuando llegan y le hacen algunas preguntas se encuentran un posible caso.
Son los primeros en llegar al lugar de la emergencia, una vez que se ha filtrado la información en el 1-1-2 y deben acudir a estos sitios para tener la toma de contacto inicial con el paciente y su urgencia. «En este trabajo el miedo es libre y lo complicado muchas veces es llegar a los sitios como principales actores del tema, aunque escondidos en la sociedad, y ser la primera línea de fuego».
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De las 120 ambulancias en la provincia, solo cinco son medicalizadas, por lo que en la mayor parte de las atenciones son los propios técnicos los que acuden a las llamadas de los ciudadanos.
Su trabajo, aunque ruidoso por fuera, es silencioso desde dentro, aunque en esta pandemia, más si cabe, han tenido que reciclarse para seguir siendo los héroes ocultos que recorren la ciudad.
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