Rita González tiene 21 años y el próximo 28 de abril celebrará el primer aniversario desde que superó el Linfoma de Hodgkin. Ella es una de las cinco historias, cinco vidas que comparten León como escenario común de un hito que cada vez es más ... habitual: superar un cáncer.
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«Lo recuerdo como el día en que me diagnosticaron. Estaba en shock, no lo asimilaba, y fue con el paso de los días cuando empecé a hacer vida normal», asegura la joven con cierta ronquera y la voz tenue como secuela de su enfermedad. Tan si quiera sabía lo que era un hematólogo cuando la llamaron a consulta. Había estado en la UCI durante 20 días en estado crítico, que para ella fue «lo más duro».
Y a pesar de que le cambiara la vida «por completo», llena de optimismo la sala de espera de la Asociación Española Contra el Cáncer de León, donde Enrique Reyero, Teresa Casado, María Rodríguez y Estanislao de Luis la esuchan con atención. «Ahora mismo el cáncer no es una enfermedad terminal, aunque en muchos casos desgraciadamente sí, en la mayoría no lo es», afirma. El cáncer de mama sería un ejemplo, en el que se da un porcentaje del 85% de supervivencia.
Casi con su mismo tono de voz habla Enrique Reyero, que en los minutos previos a la entrevista menciona el imborrable recuerdo del rostro de su hija cuando, en la madrugada, le descubría vomitando en el baño. «Lo hacía a escondidas para no preocuparles», explica hablando sobre sus familiares.
En su caso, el alta médica es doble: cáncer de cuerda vocal y cáncer de laringe en una segunda ocasión. «Pasé cinco veces por quirófano en catorce meses», confiesa. Lo más duro para Enrique fue contárselo a sus hijos y vivir «el miedo», porque al diagnosticárselo se quedó «helado» y atemorizado por «lo desconocido».
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Como consejo para una presona que salga de una consulta en estos momentos sabiendo que tiene cáncer, Reyero insiste en «que solicite ayuda». «Hay personas encantadoras y grandes profesionales que están ahí en asociaciones como esta —Asociación Española Contra el Cáncer de León—».
Teresa Casado insiste en la confianza sobre el avance científico a la hora de afrontar el cáncer. «La quimioterapia no es lo que era en cuanto a efectos secundarios y los médicos saben mucho. En el servicio de oncología me sentía cuidada y hasta querida», advierte a nuevos pacientes.
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Su historia también tuvo detrás un gran trabajo terapéutico a nivel mental. Al ser diagnosticada con un cáncer de pulmón pasó días muy oscuros. «Empezaba a manipular a la familia y si yo estaba mal quería que ellos también lo estuvieran. Fui a la psicóloga del Hospital de León, que nos ayudó muchísimo tanto a mi como a mi familia, estoy muy agradecida», admite la pediatra Casado.
Teresa coincide con Enrique, quien le ha «abierto los ojos» al exponer la crudeza que conllevó transmitírselo a sus hijos. «Eran adolescentes y sabía que les iba a doler. Pero siempre dije que fueran claros, yo tenía cáncer y me encontraba bien. Hay que normalizar la palabra cáncer», reivindica.
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El diagnóstico de Teresa Casado es bien distinto del que recibía María Rodríguez hace ya 35 años. También es médico, de familia, y permaneció ingresada hasta tres veces antes de conocer que tenía un cáncer del sistema linfático. «Tenía tratamiento y pasando por quimioterapia había muchas oportunidades de curarme. Lo recuerdo con esperanza», declara sobre el día en que conocía la enfermedad.
Hasta diez años más tarde no le daban el alta, algo que le hizo sentirse «libre y contenta», perdiendo el miedo por fin a «las analíticas» y pudiendo olvidarse de las revisiones.
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Su recomendación a nuevos casos de cáncer —cuya cifra ascenderá a 286.664 este 2024— va orientada hacia la confianza en los profesionales. «La medicina está muy avanzada y ellos lo van a hacer bien. Hay que tener confianza en los medios diagnósticos y profesionales y querer vivir», garantiza.
En la actualidad sigue luchando contra el cáncer, con uno de estómago, del que ha sido operada y se encuentra bien aunque aún pendiente de revisiones periódicas de control. «Me cambió totalmente la vida y ves las cosas de otra forma, relativizas y das importancia a lo que la tiene», reflexiona María.
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El útimo entrevistado asume el cargo de presidente de la Asociación Española Contra el Cáncer de León. La historia de Estanislao de Luis Calabuig tiene relación también con los límites del organismo humano.
«Sabía que algo estaba mal en mi organismo y me di más caña que nunca para ver cómo respondía», algo que puede confirmar en la actualidad «no funciona y no se debe llevar a cabo». La sangre en las heces le hizo detectar esa posibilidad de cáncer de colon, que finalmente era corroborado por su médico.
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Estanislao confirma la frase «qué he hecho yo para merecerme esto, que es lo que suele preguntarse la gente cuando tiene un cáncer». «Externamente no me lo tomé muy a mal, internamente la cabeza seguía funcionando a otro ritmo, y si estaba leyendo a los cinco minutos no sabía lo que había leído», rememora.
El cáncer está ahí. La probabilidad de supervivencia aumenta considerablemente cuando se detecta a tiempo, por lo que las labores de prevención y detección son fundamentales a la hora de pasar por un proceso clínico favorable.
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«El día que superé la enfermedad lo vi como una nueva oportunidad, y pensé tengo que aprovecharla mejor. Me decidí a hacer algo directo, activo y firme y entre en la asociación, involucrándome directamente en la investigación y haciendo todo lo posible por las personas que lo padecen. Casi el cáncer me ha hecho un favor porque ahora puedo dar mucho más», concluye optimista el presidente de AECC León.
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