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Imagen de Laura Fernández y Avelino Fernández. L.G

El sonido del cencerro: más de 120 años de historia en León

La Casa de Los Labradores lleva más de cuatro generaciones trabajando por mantener las tradiciones en la capital

Viernes, 20 de septiembre 2024, 08:14

Hay viejas tradiciones que nunca pasan de moda. Eso es algo que en la Casa de los Labradores siempre han tenido claro. Mantener la esencia en el tiempo y cuidar el pasado que ha hecho historia. Con alpargatas, madreñas, cachas y cencerros, el centro de León, sigue manteniendo viva una tradición con más de 120 años.

Laura Fernández es la cuarta generación que ha pasado por el mostrador de la tienda. Fundada en los primeros años del siglo XX, Avelino Fernández sigue manteniendo la esencia de un local que marcó su infancia. Una trayectoria que mantiene en el recuerdo la identidad del comercio tradicional que, también, ha conseguido adaptarse a lo más actual.

Fernández recuerda cómo sus padres le hablaban de la fundadora de la tienda, la señora Aurelia. «Era alpargatera, vendía los productos que ella misma hacía», indica. Los hábitos del siglo pasado la llevaron a tener una larga trayectoria en el sector, algo que, incluso, hizo que esta viviese en el mismo lugar desde el que trabajaba.

El comienzo de una historia

La hermana de su madre fue la primera persona de la familia en adquirir el negocio en 1928, algo que, con el paso del tiempo pasó a su madre y a su padre. Ambos dedicaron toda su vida al calzado, desde donde generaron clientes de todos los puntos de la provincia que viajaban desde el campo para obtener los productos del establecimiento.

Tras años en manos de sus padres, el relevo generacional llegó a su hermana y a él. «Mi hermana tuvo claro que no le gustaba el negocio pero a mi en cambio, siempre me llamó la atención», confiesa.

Su pasión por el cuero y lo artesanal llegó a raíz de elaborar las primeras madreñas. Un trabajo laborioso que con el paso del tiempo fue pasando a terceros. Tras dejar esa labor, desempeñó labor en creación de cinturones ya que uno de sus principales distribuidores, de la zona de Carrizo, se retiró con el paso del tiempo. «Ya no quedaba guarnicionería en León y como salía a tomar el café con él y la relación era muy buena, me preguntó por qué no me iniciaba en el sector». Unos comienzos que recuerda con mucha nostalgia y en los que, a base de trabajo y observación, desarrolló la capacidad de hacer cinturones, cordones e, incluso, que actualmente sean muchos los ayuntamientos que cuentan con él para crear collares de cencerros, cinturones para los pendones y otros accesorios del mundo rural.

La cuarta generación

Las zonas rurales siguen siendo una de las grandes fuentes de clientela «Hay gente muy agradecida que siempre vuelve», explica su hija Laura Fernández. La cuarta generación, que es a la que Fernández, suma 60 años con la tienda abierta. Una trayectoria que, a pesar de haber estudiado Relaciones Laborales y Recursos Humanos en la universidad, «siempre tuve claro que mi futuro estaba aquí».

«Es la tienda donde me he criado y trabajar con él, al conocerlo tanto, se me hace muy fácil», indica. La joven ha sido testigo del cambio en las tendencias, en los productos pero, si algo tiene claro, es la importancia de «mantener y retomar las tradiciones de León es muy importante». Tener presente la historia es uno de los grandes lemas de su tienda.

Imágenes de productos del establecimiento. L.G
Imagen principal - Imágenes de productos del establecimiento.
Imagen secundaria 1 - Imágenes de productos del establecimiento.
Imagen secundaria 2 - Imágenes de productos del establecimiento.

«Hay gente que le gusta mucho la tradición, si alguien se pusiese a hacer madreñas las vendería», asegura. Una tendencia que, a pesar del paso de los años, sigue siendo su «producto estrella» en invierno.

La unión del campo

La dificultad de encontrar un punto de venta de madreñas o la necesidad de viajar al pasado recordando los inviernos en el pueblo, son dos de los grandes factores que hacen que las ventas se disparen en invierno.

Los cencerros viajan hasta por todo el país e incluso llegan hasta ganaderías italianas. Un relevo generacional que ha conseguido mantenerse en el tiempo porque «mi padre ha abierto un abanico enorme de productos». La Casa de Los Labradores siempre será el lugar que une el campo y la ciudad, al sonido del cencerro.

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