Carmen Vázquez, estudiante de primero de Historia en la ULE, reivindica un sistema de becas que permita a los estudiantes «equivocarse» y no ser castigados por ser pobres. Irene de Celis

Ser 'sisi' en León, estudiar y trabajar a la vez: «Llegó un momento que tuve que elegir entre dormir o salir con mis amigos»

Carmen Vázquez, estudiante de primero de Historia en la ULE, reivindica un sistema de becas que permita a los estudiantes «equivocarse» y no ser castigados por ser pobres | «Soy como un ratoncito en su rueda dando vueltas del trabajo a la universidad y de la universidad al trabajo»

Martes, 29 de noviembre 2022, 08:09

Carmen Vázquez tiene 20 años, estudia Historia en la Universidad de León y, además, trabaja. Su vida y la de casi un millón de jóvenes en España es un continuo no parar, ir rascando horas al reloj y días al calendario para que todo ... cuadre. Para poder tener tiempo para hacer esas pequeñas cosas que nos gustan a los humanos: comer, dormir, descansar, estar con nuestros amigos, disfrutar de un fin de semana… Visto así puede sonar un tanto catastrofista, incluso exagerado, pero la realidad es que nunca antes había habido tantas personas en nuestro país que compaginaran empleo y estudios desde que comenzó a medirse en 1987 a través de la Encuesta de Población Activa.

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Son la cara opuesta a los 'ninis, aquellos jóvenes que no estudian ni tienen empleo y que tanta fama y resonancia ganaron en los albores de la crisis de 2008. Actualmente, esta última estadística la componen más de 800.000 españoles entre 16 y 29 años. Ahora bien, los 'sisis' son cada vez más, y rara vez responden a una situación de amor propio, si no que son hijos de la necesidad, compaginan estudios y trabajos por no poder estudiar sin ganar dinero, o porque el trabajo en el que se desempeñan es tan precario que no les sirve para poder vivir dignamente.

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En León, no hay una estadística que dé cuenta de esta coyuntura, pero sí hay relatos personales, como el de Carmen, que sirven para conocer cómo es el día a día de ese joven que se ve abocado a trabajar para poder seguir formándose. Afortunadamente para nuestra protagonista recientemente ha cambiado de empleo: «Trabajo en la biblioteca de la Facultad de Derecho y Ciencias del Trabajo; básicamente me dedico a organizar los libros y gestionar todo lo relativo al préstamo y devoluciones». Su nueva actividad laboral le ha permitido ganarle horas al día, sobre todo al ser un trabajo que ejerce en la propia Universidad y no se ve obligada a desplazarse. Sin embargo, anteriormente cuando trabajaba como captadora de ONG -esas personas con chaleco que te están preguntando todo el rato que si quieres ser solidario donando unos euros- el día a día era una constante contrarreloj.

«Iba a la universidad 5 horas por la mañana, comía de camino al trabajo y otras cuatro horas en el trabajo», explica la estudiante de Historia. «¿Os acordáis de aquello que se decían en el XIX de 8 horas para trabajar, 8 para dormir y 8 para vivir? Pues no, lo cierto es que se convertía en 5 horas durmiendo y el resto del tiempo o estás trabajando, o estás estudiando o estás yendo del trabajo a la universidad. Me sentía como un ratoncito en su rueda», comenta Carmen, visiblemente desahogada porque esa situación haya sufrido un cambio para bien.

«Si una persona se puede permitir tres matrículas puede dar el 20% de sus capacidades y conseguir el título. Otros deben estar al 120%. Es injusto»

Carmen Vázquez, estudiante de historia

Las alusiones a las reivindicaciones sindicales y las metáforas de producción como la del ratón no son gratuitas. La joven veinteañera es militante de base en el Frente de Estudiantes de León y tiene muy clara su posición sobre cómo está diseñado el actual sistema universitario. «Lo cierto que es la cuestión económica marca todo. Si una persona se puede permitir tres matrículas puede dar el 20% de sus capacidades y conseguir el título. Otros deben estar al 120% porque tienen menos recursos socioeconómicos. Es injusto. ¿Dónde queda la cultura del esfuerzo de la que tanto nos hablan?»

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Carmen trabaja por dos razones fundamentales: «porque en mi casa estamos bastante ajustados» y «porque si no tienes dinero no tienes derecho a equivocarte». Y ella se equivocó. Entró en Derecho, estudió dos años con beca, pero ya en el segundo curso supo que el mundo de las leyes no era lo suyo. Sabía que cambiarse de carrera le supondría un esfuerzo extra a la hora de quedarse sin beca y que tendría que ponerse a trabajar sí o sí. Fue consecuente con su decisión y apechugó.

«Si no tienes dinero no tienes derecho a equivocarte», Carmen Vázquez, estudiante de Historia en la ULE y trabajadora a tiempo parcial. Irene de Celis

«Para mantener debía haber cogido tantos créditos (asignaturas) como por las que había sido becada, lo que era del todo imposible, porque me sería imposible ya sin trabajar, pero trabajando no es una opción», aclara Carmen Vázquez. «Lo cierto es que el Estado se lava las manos en el caso de que te equivoques; lo cual, por otro lado es una parte en el crecimiento de todas las personas».  La tesis que defiende esta estudiante, así como el sindicato estudiantil al que perteneces, es que los hijos de familias acomodadas disponen de la posibilidad de volver a empezar, algo que en caso de formar parte de una familia con dificultades no es posible.

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«Cuando trabajas es imposible dedicarle el 100% a los estudios»

En este mismo sentido, Carmen argumenta que las becas están mal planteadas, puesto que solo se aferran a criterios académicos sin tener en cuenta «muchas situaciones personales que afectan a la salud mental de las personas que viven en familias con problemas económicos». «Ya no es solo que te quiten la beca, es que si suspendes un 50% de los créditos te obligan a devolver la beca», incide la futura graduada en Historia. Un contexto que, a su juicio, golpea especialmente a aquellos becados que necesitan trabajar para poder mantenerse en una ciudad que no es la suya o ayudar en casa: «Cuando trabajas es imposible dedicarle el 100% a los estudios».

Quizás uno de los elementos más polémicos que ha traído el Plan Bolonia a la Universidad es el de la presencialidad. Muchos profesores demandan una asistencia obligatoria que a veces choca con los horarios laborales de aquellos estudiantes que necesitan el empleo para poder seguir adelante con los estudios: «¿Cómo vamos a trabajar y estudiar a la vez cuando hay profesores que si no vas a clase un porcentaje mínimo de días o no asistes a las prácticas obligatorias te suspenden directamente?»

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Una vida social reducida

Otro de los aspectos que diferencia a los 'sisis' del resto de estudiantes, especialmente los universitarios al uso, es el impacto que la necesidad de trabajar tiene en su vida social. Lejos del recuerdo bucólico de la universidad, aquellos tiempos de poco esfuerzo y mucha fiesta, se encuentran las personas como Carmen. «Para mí llegó un momento que tenía que elegir entre dormir o salir», narra la joven.

¿Te entendía la gente cuando se lo contabas?

«Bueno, sí y no. Hay mucha gente que te dice que eres un frívolo, que hay gente que lo está pasando peor y tienes la sensación de que te tienes que martirizar para conseguir algo en la vida, pero de verdad que esto te machaca porque te acaba aislando del resto de las personas. Tu vida se resume en ir de casa a la universidad, de esta al trabajo y del trabajo a casa otra vez».

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«El sistema de becas no está funcionando»

«Cuando hay gente que deja de estudiar porque no tiene dinero es que el sistema de becas no está funcionando. No están llegando a quienes tienen que llegar. Hay que reformularla, se necesita una mayor inversión y, sobre todo, poner el foco en la cuestión de las residencias y colegios mayores. Si tienes que irte a estudiar fuera y te vas a quedar con una mano delante y otra detrás de nada te sirve una ayuda de 500 o 600 euros, estás abocado a trabajar para poder estudiar», concluye la universitaria.

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