Los pendones de León de escolta y las tres rayas blancas marcando el punto de partida. Corporación y cabildo se volvían a encontrar el último domingo del mes de abril en el mismo lugar, a la misma hora y con el mismo objetivo que terminó, ... como siempre, con el mismo resultado y pidiendo cita para el próximo año.
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La ceremonia de Las Cabezadas enfrentó de nuevo a síndico municipal y representante del Cabildo, que acompañados por autoridades, leoneses y turistas accedían al claustro de San Isidoro para intentar llegar a un pacto que, como marca la ancestral tradición, volvió a ser imposible.
Vicente Canuria tomaba la palabra como voz del pueblo de León que regresaba a la casa del santo Isidoro para agradecerle el milagro que terminó con la pertinaz sequía que por el año 1158 asoló los campos de León y su alfoz. Se estrenaba el concejal en el ejercicio de ser portavoz del pueblo y lo hacía, como sus antecesores, dejando claro desde el principio que León acudía al acto del 'Foro u oferta' de forma «voluntaria».
Haciendo gala de sus estudios de Derecho, rememoraba una lección de su maestro que le invitaba a ser breve en su intervención. «Para decir berza no necesita usted recorrer toda la huerta», aseguraba el síndico municipal, que repasaba con los presentes los detalles de una tradición con nueve siglos de historia y que relató don Lucas de Tuy.
Enmendaba sus palabras don Manuel García que, como representante del Cabildo de San Isidoro, dedicaba la primera de sus tres intervenciones en recordar el trasfondo religioso de la celebración que tiene como eje a san Isidoro, quien dejó «una gran semilla cultural en una sociedad próspera que dio lugar al Reino de León». Y entre recuerdo y recuerdo, señalaba el cabildo al síndico que los antepasados establecieron que el pueblo regresara cada año «de forma obligatoria a este claustro y nos trajera cirio de arroba bien cumplida y de dos hachones de cera».
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Volvía a situarse en el centro del claustro Vicente Canuria, que con bonitas palabras hacia el recién estrenado Museo de San Isidoro se atrevía a lanzar, no sin antes pedir permiso al alcalde, un órdago al cabildo. «Don Lucas de Tuy, falsificador», aseguraba Canuria, que con su argumento basado en el Derecho y como buen letrado rebatía la prueba del cabildo y citaba a Rodrigo de Cifuentes, mayordomo de la ciudad, que por 1540 aseguraba que la entrega del presente se hacía por voluntad. «No nos vamos a mover de aquí. No debería llamarse la fiesta de las Cabezadas, sino de los cabezotas porque no entienden año tras año que el pueblo de León viene por voluntad», aseguraba Canuria levantando las risas del público.
«Predicar en el desierto, sermón perdido», comenzaba su segunda intervención don Manuel, que también acudía al Derecho para explicar que las costumbres «también forman la ley». Y de la tradición, a la modernidad con la Inteligencia Artifical que sacaba a colación el síndico municipal en su tercera y última intervención. Acudió a ella a preguntar por qué, al despedirse el abad de la corporación tras el acto, este levantaba un pie. «Me dijo que es un símbolo de la unión y colaboración del cabildo y la ciudad, y como abogado le propongo un acuerdo». Se giraba para coger una bolsa de la que sacaba unos calcetines rosas, que bien podrían pertenecer a la colección que acostumbra a lucir el alcalde de León y que, como símbolo del gobierno, entregaba al cabildo «para que se modernice».
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Manuel García intervenía por última vez evocando la imagen de una cadena compuesta por eslabones, cada uno de los presentes, que conforman el pasado, presente y futuro de León como mantenedores de la tradición. No sin ironía, celebraba que sus temores no se cumplieran y este año «nos libramos de que nos propongan una ceremonia sostenible, transversal y vegana».
Con el fin de los argumentos de nuevo la discusión terminaba en tablas, sin vencedor ni vencido y dejando un año más la duda de si hay foro u oferta. El alcalde entregaba al abad los presentes, sin olvidar los calcetines, y tras la misa y las tres cabezadas de despedida se decían hasta el año que viene.
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