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Nunca es fácil tomar una decisión, elegir el camino y acertar en un cambio trascendental.
Recibir la llamada, saber detectarla y dar el primer paso hacia una vocación fue el inicio de un recorrido que ha llevado a Thierry, Adrián y Daniele al final de su formación y dar la zancada final a su ordenación.
León celebrará la próxima semana -el 24 de junio, festividad de San Juan- la conversión de tres presbíteros en sacerdotes, la primera con Luis Ángel de las Heras como obispo, y una de las más numerosas en muchos años.
Será ese el momento reafirmarse de una respuesta a aquella llamada que no fue fácil contestar.
Thierry Rabenkogo procede de Gabón y lleva 14 años viviendo en León. Aquí quiso hacer Ciencias Políticas, acabó en Derecho, y su plan de vida le condujo, en plena pandemia, al hospital, un lugar donde domina la ciencia sobre lo espiritual, lo que le envolvió en una pregunta. «Estoy allí -en el hospital- de capellán y es verdad que tu presencia no se entiende muy bien, ¿qué hace un capellán en el hospital? Y yo mismo me he hecho esa pregunta: ¿para qué sirve un cura? ¿es necesario? Por eso hay que tener una base bien sólida». En el Caule ha podido comprobar lo «deshumanizado» de una enfermedad como la covid-19, con la que le ha tocado lidiar desde el mes de febrero y en la que ha podido «acompañar» a gente mayor, sin familiares cerca, entre la enfermedad y la muerte.
Thierry Rabenkogo
Rabenkogo se bautizó a los 14 años y desde entonces ha estado ligado a la parroquia, la iglesia y los campamentos de verano. «Mi objetivo era poder viajar y trabajar en una multinacional o una ONG. Un año paré y dije: ¿cuál es la voluntad de Dios para mí? Y opté por servir al otro y servir a Dios, eso fue lo que elegí».
Este gabonés reconoce a la Iglesia la necesidad de unos cambios que no siempre llegan al ritmo que la sociedad espera. Y, precisamente ahí, ubica el éxito de esta religión.«La Iglesia aguanta porque sabe hacer los cambios cuando tiene que hacerlos, no como otras instituciones humanas que se basan en las modas». Los cambios que ve necesarios llegarían sobre la forma de vivir la vida sacramental. «Necesitamos comunidades vivas, que la gente vea que no es un grupo o una actividad extraescolar o hobbie en el que si cumplo, soy miembro. Esto es mucho más amplio».
Junto a él se ordenará Adrián González. Este leonés, que ya ejerce en San Francisco de la Vega, reconoce lo difícil que fue dar el paso a su conversión al sacerdocio, y para lo que fueron clave sus amigos. «Sentí mucho miedo cuando tuve que decir que quería ser sacerdote. Fui con mucho miedo a mis amigos, pero fue lo que más me animó. Ellos lo vieron bien y la respuesta fue de alegrarse e incluso alguno me dijo que ya era hora y que estaba claro, algo que yo no había visto casi nunca -ríe-».
Se licenció en Ingeniería de Minas y dio al paso al profesorado con las Matemáticas hasta que avanzó con decisión en la encrucijada de su vida. Tuvo un momento en que sintió que el señor le pedía ser sacerdote, pero él sentía que no quería ser cura y puso la pelota en su tejado para hacerse la gran pregunta. «Se dice muchas veces: hágase tu voluntad, pero esa voluntad no siempre coincide con la del señor. Ahí se abrió un nuevo mundo, que tiene sus dificultades, pero al final lo compensa todo».
Adrián González
Por ello decidió entrar en el Seminario Mayor de León, donde pudo discernir y ver si esa llamada era verdadera y era para ser sacerdote. «Las ganas de servir al mundo, a las personas y al Señor y a su Iglesia. Ese es el resumen de todo, porque no hay mejor voluntad que la del Señor, que quiere el bien y el amor para todos».
Una vez en el seminario, pudo comprobar que una vida que desde fuera puede verse aburrida y alejada de la realidad social, se convirtió en un tesoro para él. «Fue un momento muy especial e importante en mi vida por convivir con gente que no es tu familia, que te da un punto de tensión para observarte y poner de tu parte para hacer un clima de convivencia cristiana».
En el Redemptoris se ha formado Daniele Copola, un siciliano, de Palermo, del camino neocatecumenal al que el idioma le costó y que se ha sentido acogido en León. «Me ha sorprendido mucho porque pensaba que era una ciudad fría, con montañas y nieve, pero me siento acogido por todos».
En este tiempo ha recorrido varios pueblos de la provincia en los que ha invitado a reflexionar sobre su propia experiencia vital. Cistierna, Gradefes, Almanza, Izagre y ahora en Villablino, pero también en otras provincias por las que ha cumplido «la misión»: evangelizar puerta por puerta, con mi experiencia y sin nada en los bolsillos.
Daniele Copola
«Vivimos en una sociedad donde todo está en redes sociales, es apariencia todo el tiempo; pero no se reflexiona sobre lo que se ve: quién soy y para qué vivo. Preguntas esenciales a las que yo he encontrado respuesta a través de Jesucristo», apunta este joven de 30 años.
Daniele descubrió a través de la fe la plenitud. «Era un adelescente que tenía de todo: moto, independencia, hacía el payaso, me gustaba llamar la atención...; tenía todo, pero llegaba a mi casa y me sentía solo. Yo he buscado la manera de rellenar ese vacío y yo aposte´por Jesucristo, y no he perdido nada y lo he ganado todo».
Los tres se encuentran ya en 'capilla', a la espera de recibir sus votos, en la salida de un camino que les llevará hasta la Catedral de León para culminar un proceso y convertirse en pastores del cielo.
«Quiero pdoer llegar a la mujer y al hombre de hoy y anunciar a Dios vivo, pero sabiéndome débil, pobre y humilde y así poder llegar al hombre de hoy», avanza Thierry. «Antes era momento de recibir y ahora será de entregar, eso cambia. Nosotros tenemos la gracia de poder consagrar y poder dar la gracia a los enfermos. Nos toca donarnos completamente», confiesa Daniele.
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