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La vida de Pedro dio un giro de 180 grados con la pandemia. Del ritmo frenético de viajes de pueblo en pueblo y de fiesta en fiesta, este feriante de 44 años y padre de tres hijos vio cómo su forma de vida daba ... un vuelco por culpa del coronavirus. «Nuestra rutina era salir y no parábamos, cogíamos los camiones, llegábamos a las ferias, montábamos las atracciones... y ahora estás en casa», lamenta.
Solo en León 150 familias viven de esta profesión, tan sacrificada como perjudicada en esta pandemia. Y es que, según explica el que es presidente de los feriantes de la provincia, su trabajo solía arrancar en abril y hasta el puente del Pilar «no parábamos». «En mi familia somos siete hermanos y seis nos dedicamos a la feria y estamos todos igual», explica Pedro, que se enfrenta al reto de mantener una familia numerosa con la única ayuda para autónomos de 1.600 euros que les ha concedido la Junta o , lo que es lo mismo para él, «nada de nada».
Una situación similar a la que afronta el resto del gremio que ve cómo las naves siguen guardando los «chacharros» a la espera de tiempos mejores y que ha alienado por completo a sus propietarios. «No eres tú mismo, nos ha cambiado el ritmo de vida y a nivel mental es criminal», asegura Pedro, que, aunque se muestra feliz por las seis familias que han podido mantener durante las navidades algunos puestos en León capital -algo que agradece «profundamente» al Ayuntamiento y la Concejalía de Participación Ciudana-, comparte la angustia de aquellos que no han podido resistir.
Según explica Pedro, su gremio se basa en una cadena que no solo implica a los feriantes, sino que afecta a muchos otros sectores, desde ingenieros que montan las máquinas hasta talleres de reparación, puestos de comida o empresas de sonido y espectáculo que suelen rodar con ellos por toda España.
«Solo pedimos a los pueblos que cuando la situación mejore vuelvan a hacer sus fiestas, que vuelva la vida de antes y que nos concedan trabajar, que es lo único que pedimos, trabajar». Este es el deseo de feriantes como Pedro, que ponen todas sus esperanzas en los meses de verano, la temporada «más viable» para el negocio. Un futuro en el que quizá puedan volver a montar sus 'cacharros' y devolver la alegría y las ganas de celebrar que siempre les ha caracterizado.
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