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La covid-19 ha obligado a la sociedad a adaptarse a diferentes situaciones con extrema rapidez. Uno de los sectores que mejor lo ha hecho ha sido la ciencia. Una pandemia mundial que ha puesto a todo el mundo a trabajar bajo un mismo ... objetivo obtener una cura o una vacuna que evite la muerte.
Las vacunas de ARN Mensajero son un ejemplo perfecto de la adaptación y el avance de la ciencia que no sólo revolucionan la crisis de la covid-19 sino que abren infinidad de puertas para lograr una vacuna de ARN contra diferentes tipos de cáncer.
Las opciones con otras enfermedades, «pueden ser múltiples, es como un hacker. que potencia tiene el ARN mensajero. Hasta el cielo y mas allá...», asegura el gerente de Atención Primaria. «Se me ocurren mil ideas de enorme brillantez y eso un paso muy importante para la humanidad», remarca José Pedro Fernández, quien considera que podríamos estar ante el Nobel de Medicina, «desde luego se lo merecen».
Pero, ¿cómo funciona este tipo de vacunas? Lo primero es conocer el genotipado, en este caso del coronavirus, lo cual se consiguió en apenas 10 días. Después se investigó la proteína por la cual el virus penetraba en las células. Lo cual llevó dos días. La siguiente pregunta presentaba un problema algo más complejo.
«En este caso buscamos cómo meter la información en una célula, buscamos utilizar la maquinaría celular que es muy compleja», explica José Pedro con una metáfora: «Lo que hace falta es un USB o una vía wifi que pueda insertar la información en la célula y eso plantea un problema».
Tras aislar la proteína S se necesitaba introducirla en la célula para que todo el mecanismo humano comenzase a trabajar y a crear anticuerpos que, en caso de una infección de la covid-19, no afectasen al sistema.
En este paso se planteó otro de los problemas que «fue meter la información dentro de la célula, para eso encontraron una molécula y es el polienglicol, que es un plástico derivado del petroleo, que esta en muchos productos». Finalmente, «esa capa de envoltura se diluye en la superficie de la membrana de la célula, como dos gotas de aceite, y al producirse esa fusión el trocito de ARN entra en la célula», explica el gerente de Atención Primaria y ex profesor de la Universidad de León.
La vacuna de ARNm de Pfizer se basa en el genoma del coronavirus, en concreto en el gen que codifica para la proteína S y es la glicoproteína de la envoltura del virus la que actúa como la llave que se une al receptor de la célula. Pero esa molécula no es un trozo del ARN del virus cualquiera, esa secuencia se ha modificado para aumentar su estabilidad y facilitar que la célula sea capaz de leerla, traducirla y sintetizar la proteína viral.
Llegados a este punto y «una vez entra la información, solo busca el sitio adecuado, que son los ribosomas, para unirse a la célula». Son algunos de los componentes lípidos en los que va encapsulada la molécula S del coronavirus los que provocan reacciones alérgicas en determinadas personas, nunca el virus. Ya que no se inocula el propio virus sino una proteína aislada y depurada.
«Las proteínas quedan depuradas de tal forma que a nosotros no nos crean enfermedad pero sin embargo hackean el sistema», explica José Pedro Fernández.
Moderna sólo tardó seis semanas en lograr su vacuna, fueron los plazos y las diferentes fases que tienen que pasar estas investigaciones lo que demoró un proceso que ha sido un éxito en tiempo e innovación. Una muestra más del avance científico de la sociedad que ha encontrado un hacker al servicio del cuerpo humano.
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