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El cubano Néstor del Corral ensaya en el Palacio de Exposiciones de León. Sandra Santos

Néstor, el cubano que recuerda sus orígenes como trompetista desde el Palacio de Exposiciones de León

Néstor del Corral cruzó el Atlántico para dejar atrás su carrera como trompetista en La Habana y vuelve a sus orígenes con ensayos callejeros

Lunes, 15 de julio 2024

El sonido de La Habana se puede escuchar de vez en cuando en el Palacio de Exposiciones de León. Cuando el trabajo se lo permite, Néstor del Corral acude con su trompeta a las puertas del edificio y pone música a sus recuerdos.

Lo hace de forma prácticamente clandestina. Sorprende a los paseantes de la zona, que se paran a escuchar algunas de las notas que va soltando. Es su forma de recordar sus orígenes, su pasión y una profesión que le sirvió de sustento mientras era un joven que buscaba su futuro en Cuba.

Empezó con la trompeta por influencia de su padre, que pasó el servicio militar rodeado de bandas militares y tocó muchos años en la Marina. El relevo lo tomó Néstor «ya muy tarde», con 15 años cuando en el conservatorio los niños empezaban con 6. «Era un poco cabezón. Quería y no quería. Exigía responsabilidad, tenacidad y, como niño, yo quería jugar y no tenía ese sentido».

Sus inicios fueron «de forma espontánea» y con un profesor particular. Fidel Castro promovió un programa de bandas por toda la isla para rescatar la antigua tradición de la retreta de los domingos en parques y plazas. A través de ello ingresa en una escuela del campo de La Habana y se graduó, logrando el título y una empresa de música por la que recibía un salario mensual de 400 pesos cubanos, unos 15 euros. Con ello no valía para vivir y tenía que compaginar este servicio social con otros trabajos que le permitían incrementar sus ingresos.

Recuerda que la primera canción que logró interpretar con la trompeta fue 'La Cucaracha'. Luego amplió el repertorio y empezó a tocar en la vieja Habana con un grupo tradicional. Ahí aparecieron 'La Guantanamera' o 'El cuarto de Tula', los grandes clásicos que presentaban a los turistas. «Tocábamos en la calle y cobrábamos su limosna». Lo máximo que recibió fueron 45 dólares en un día, «una locura».

El romance musical

Su vida cambió en un concierto. Acudió a ver a un trompetista y aprender «de los buenos». La que hoy es su esposa estaba bailando con un grupo de españoles, a lo que Néstor la invitó a hacerlo con él. «Al principio pensaba que era croata porque era muy blanco, hasta que me escuchó hablar y se dio cuenta de que había metido la pata», bromea el cubano. Describe el inicio de su aventura como «un romance musical», después llegaron los problemas con la falta de internet en la isla para mantener la relación a distancia. Poco a poco la cosa se puso serie y «me dijo que en León tenían cecina y que si quería venirme», y así lo hizo.

Ocho años durá ya aquella historia a la que pusieron trabas la burocracia, las leyes cubanas y un negocio de casamiento por conveniencia en auge.

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Llegó en 2016 y se puso a estudiar porque ni su bachiller estaba homologada. Lo hizo en el Ildefe, con un curso de auxiliar de comercio, y logró empleó en el Carrefour Exprés de la calle Ancha. Más tarde se fue a estudiar protésico dental a Palencia sin dejar su trabajo. Poco a poco, la trompeta empezaba a quedar a un lado. «En música no había muchas opciones en León y la única opción era una orquesta que no me permitía conciliar la vida familiar», explica.

A ello sumó la historia «del verdadero héroe» de todo esto. En 2020 nació su primer y único hijo con una patología que requirió su ingreso durante un año en el Hospital de La Paz de Madrid. Fue un año «de muchos sustos» y muchas horas en el hospital que Néstor aprovechó para estudiar higienista bucodental de forma online. El niño mejoró tras un trasplante y el matrimonio empezó a compartir la clínica dental que tenía abierta la mujer.

Vuelve a la trompeta

No fue hasta 2021 cuando vuelve a tomar la trompeta. Con motivo de una revuelta en Cuba, la Asociación Cubana-Leonesa le pidieron que acudiera a una concentración y tocara el himno nacional. En ese momento se le presentó una cantante y le propuso trabajar en un cuarteto de músicos donde retomó el instrumento en diferentes actuaciones.

El gusanillo volvía a Néstor, que ahora ensaya de forma clandestina a las puertas del Palacio de Exposiciones. Lo hace menos de lo que le gustaría, por falta de tiempo, pero quiere no perder de nuevo la nota. «Le tengo mucho respeto, mucho amor y le debo mucho. Cada vez que puedo vengo aquí, hasta que me echen la bronca», apunta el músico que ya tuvo una mala experiencia en el parque de Quevedo. «Tocando un día y estudiando, a la Policía Local le sentó mal y no he vuelto».

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Junto al palacio ensaya de pie, a veces con atril, y ha logrado componer canciones propias. Viene en verano y en invierno, donde los dedos «se te congelan un poco», pero su música vuelve a sonar. Néstor sigue tocando la trompeta, recordando aquellos sonidos cubanos que le permitieron ganarse la vida en la isla y creando temas propios para, casi clandestinamente, traer a León aires habaneros.

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