![Los retos de vivir a más de 1.200 metros de altitud en León: telecomunicaciones, servicios básicos y despoblación](https://s1.ppllstatics.com/leonoticias/www/multimedia/2024/12/30/EmilioRodriguezlacueta-kx-U230419912966LAH-1200x840@Leonoticias.jpg)
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La vida en los municipios de alta montaña, como Cabrillanes, Murias de Paredes, Maraña y Valdelugueros, está marcada por su impresionante riqueza natural, pero también por los serios desafíos estructurales que dificultan el día a día de sus habitantes. A más de 1.200 metros de altitud, la despoblación, las deficiencias en servicios esenciales y el impacto de un clima extremo son problemas comunes con los que las administraciones tienen que lidiar si quieren garantizar la supervivencia de estos lugares.
Uno de los retos más acuciantes en estas zonas de alta montaña es la conectividad. Emilio Martínez, alcalde de Cabrillanes, localidad ubicada a 1249 metros de altura, denuncia las carencias en telefonía, televisión e internet en su municipio: «Los residentes contratan servicios que no funcionan y tienen que instalar antenas parabólicas, lo que, además de no funcionar demasiado bien, supone un impacto visual importante». La conectividad, o su ausencia, no solo dificultan la vida diaria, sino que también limita las oportunidades económicas y sociales, agravando la despoblación del lugar que cuenta con tan solo 707 habitantes. «Si la gente que teletrabaja tuviera una buena conexión tal vez más gente se quedarí aquí».
En Murias de Paredes, a 1.254 metros de altura, la situación es igualmente crítica. La alcaldesa, Carmen Mallo Álvarez, ha denunciado recientemente que el municipio estuvo más de dos semanas sin servicio de telecomunicaciones, lo que afectó tanto a los vecinos como al funcionamiento del propio ayuntamiento. «El servicio telefónico no es solo una herramienta de comunicación, es una necesidad básica. Esta incomunicación genera incertidumbre y pone en riesgo la seguridad de nuestros vecinos», subraya Mallo. Además, reclama a la Diputación y a las empresas de telecomunicaciones que presten mayor atención a los pequeños municipios, adaptando sus infraestructuras a las peculiaridades de la montaña.
En Maraña, a 1.252 metros de altura, Omar Rodríguez Bulnes confirma que las interrupciones en la cobertura son «lamentablemente habituales», lo que complica aún más la vida en un lugar ya aislado por su geografía.
Valdelugueros, a 1.250 metros y con una población de 302 habitantes, enfrenta un panorama similar, agravado por la dispersión de su población en 12 pueblos. Emilio Orejas Orejas, alcalde del municipio, explica: «Se está desplegando la fibra en el municipio, pero la telefonía móvil es básica y, si no funciona, es un problema. Hay muchas zonas de sombra y otras areas enteras sin cobertura, como La Braña, o en Redilluera y Llamazares en donde hay muy poca. Estamos buscando una forma de mejorar la línea de alta tensión para llevar energía a los repetidores, porque al final los que no tenemos móviles somos los vecinos».
La atención médica también plantea importantes desafíos. Cabrillanes, por ejemplo, solo dispone de médico tres días a la semana (lunes, martes y jueves), obligando a los vecinos a desplazarse a San Emiliano a todos aquellos que requieran atención fuera de ese horario. Su alcalde explica que el acceso a medicamentos también es complicado, ya que las farmacias de guardia más cercanas están «a una hora de distancia, en Laciana». Una situación similar se vive en Maraña, donde la ausencia de servicio de urgencias en la farmacia agrava los problemas de acceso sanitario y pone en riesgo la seguridad de sus habitantes.
Mallo Álvarez, por su parte, insiste en que estas deficiencias reflejan la falta de adaptación de los servicios provinciales a las necesidades de estos municipios de montaña. «La Diputación debería crear un servicio puntero que atienda las peculiaridades de los ayuntamientos pequeños, o estos acabarán desapareciendo», alerta la alcaldesa de Murias de Paredes.
En Valdelugueros la despoblación complica aún más la prestación de estos servicios. Su alcalde señala: «En invierno, si no hay médicos, la gente no viene; y si la gente no viene, no se pone un médico. Es la pescadilla que se muerde la cola».
El clima extremo es otro factor que condiciona la vida en estas localidades. Emilio Martínez explica que en Cabrillanes el gasto en calefacción es «significativamente mayor» que en otras zonas de la provincia: «Es necesario hacer acopio de leña y gas para mantener el hogar aclimatado». A esto se suman las dificultades logísticas que plantea la nieve, especialmente en lugares como Maraña, donde la retirada de nieve tanto en carreteras como en el resto del pueblo se convierte en un problema recurrente.
A pesar de los desafíos, algunos municipios logran mantener servicios esenciales que son clave para su futuro. Cabrillanes, por ejemplo, cuenta con una escuela joven y activa con siete alumnos en el programa de 0 a 3 años y con 20 alumnos entre infantil y primaria. «Es un colegio que funciona muy bien, pero necesitamos que la administración colabore para seguir manteniendo este trabajo», destaca Martínez. Estos servicios educativos son fundamentales para fijar población y evitar el éxodo de las nuevas generaciones.
En Valdelugueros, los pocos niños que quedan en el municipio dependen de La Vecilla para la enseñanza primaria y de Boñar para la secundaria, enfrentándose a unos problemas de transporte agravados en invierno por la nieve.
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A pesar de las dificultades, los alcaldes coinciden en destacar la belleza y calidad de vida que ofrecen estos entornos naturales. «Vivimos en el paraíso», asegura el alcalde de Cabrillanes. Sin embargo, las administraciones tienen que hacer «un esfuerzo para mantenerlo vivo», resume Emilio Martínez. Tanto él como Mallo Álvarez, Rodríguez Bulnes y Emilio Orejas, insisten en que es imprescindible que las instituciones escuchen la voz de los alcaldes y adopten medidas concretas que garanticen servicios básicos, adaptados a las peculiaridades de la montaña.
Sin estas medidas, los municipios de alta montaña seguirán viendo cómo su población disminuye y cómo se «diluyen sus oportunidades de desarrollo». Con la atención adecuada, estos lugares podrían convertirse en ejemplos de sostenibilidad y calidad de vida, demostrando que vivir a más de 1.200 metros es posible y también deseable.
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