Raquel Díaz quiso acabar con una relación «tormentosa» en la que no encontraba escapatoria. Por ello reclamó ayuda profesional, siempre externa, alejada de El Bierzo, un lugar en el que tenía «miedo» a la sombra de su exmarido.
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El primer apoyo que buscó llegó en ... abril de 2019 y mediante consultas externas con una psicóloga del sur peninsular. La víctima necesitaba «ayuda» para salir de la relación en un contexto de «inseguridad y desconfianza» que la llevó lo más lejos posible del entorno de Pedro Muñoz. Raquel «escondía» a su exmarido la terapia e incluso algunas sesiones tuvieron que pararse por una llamada telefónica o la aparición de la persona que la tenía «subyugada».
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Fue casi un año de sesiones en las que ella se atrevió a articular las palabras de «maltrato psicológico».
Raquel Díaz mostraba en estos encuentros una actitud reconocida como «sumisa recurrente», un patrón típico de víctimas de violencia de género. Quedó ahí constatado que Pedro Muñoz la insultaba. «Zorra, puta. Si pides ayuda te parto la cara», le reconoció a la psicóloga la víctima.
La terapia invitó a la mujer a «recuperar su propio espacio y el apoyo de familiares» que le ayudara a recuperar la autoestima que había perdido y 'escapar' de esa situación.
Su carácter ya era débil y cada pequeño avance significaba «mucho» para una mujer «que parecía siempre subyugada» a su marido. Y esos logros eran cosas normales para el resto de la población como conseguir ir al trabajo o tomar un café con amigas.
Díaz presentaba una hoja clínica de trastorno adaptativo con síntomas depresivos. Tenía una idea pasiva de muerte, de maltrato psicológico y físico, aunque no segundo no lo manifestaba. «Deseaba morirse cuando estaba más caída. Tenía mucho miedo».
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Raquel Díaz era un claro perfil de violencia de género. Padecía una violencia psicológica «que se entreveía» y un maltrata físico que a ella le daba «muchísimo miedo» reconocer. La profesional percibió también la soledad que sentía la víctima en una situación de depresión, ansia y con ideas de muerte, aunque nunca se planteó acabar con su propia vida. También vivió episodios de ataques de ansiedad en los que trasladaba ataques de ira.
Una vez que se denotó que su patología era «muy incapacitante» y afecta a su vida, tuvo que dar el paso de acudir a una psiquiatra, derivado de un trastorno adaptativo a la situación de pareja y un trastorno depresivo.
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Junta a la segunda profesional mostró síntomas de una relación «tóxica», como ella misma detalló y en la que se sentía «dependiente». La actitud de Raquel Díaz era «triste, apática y de dificultad para disfrutar de las cosas», se trataba de una mujer que «se había abandonado».
La víctima confesó a la terapeuta malos tratos físicos y verbales como insultos, zarandeos, arrastres del brazo que carecían de «interés clínico» para la psiquiatra.
Todo ello en un contexto de relación «ambivalente» con momentos en los que se sentía «querida y muy cuidada» y otros, la mayoría, en los que pensaba en como salir de una relación que nunca dejaba. «Verbalizaba que nadie podía dejar a Pedro si él no quería».
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La profesional no intervino porque con pacientes como Raquel Díaz, que «no identifica con claridad el maltrato», la experta considera que se debe respetar su decisión y, probablemente, «hubiera negado todo» en cuanto al supuesto maltrato.
Los hechos ocurrieron en mayo de 2020, en la finca que Raquel Díaz y Pedro Muñoz compartían en Toreno -León-. El varón, expolítico en el Ayuntamiento de Ponferrada y en la Diputación de León, está acusado por la fiscalía de un delito continuado de lesiones agravadas que dejaron a su exmujer paralítica y con severos daños neuronales; la acusación pide intento de asesinato. Por estos hechos pasó dos años en prisión y ahora se encuentra en libertad a la espera de sentencia en el juicio que se está celebrando.
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