Vocaciones religiosas
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Vocaciones religiosas
«No he perdido mi juventud, la he disfrutado de otra manera»Las vocaciones religiosas van mermando a pasos agigantados. En junio de 2023, las dos diócesis de la provincia -León y Astorga- sumaban un total de 383 sacerdotes, un número que supone la mitad de los que había hace dos décadas.
Y no parece que la ... situación vaya a mejorar en el futuro, sino todo lo contrario puesto que entre los seminarios de las dos diócesis, durante el pasado curso, registraron un total de 18 seminaristas. Una falta de vocaciones «que responde a la sociedad actual, cada vez más secularizada. Los padres no enseñan a los hijos a rezar y se va menos a las parroquias». Así lo ve Gonzalo Vitoria, de 24 años y que el pasado domingo fue nombrado diácono en la S.A.I. Catedral de Astorga.
Él es una de esas vocaciones que casi es un «rara avis» en la actualidad y está cerca de ser nombrado sacerdote. «El diaconado es el paso previo al presbiterado, normalmente llamado sacerdocio. Los diáconos servimos directamente al obispo durante seis meses o un año, es de manera transitoria. Hay otros permanentes que son hombres solteros o casados», explica el joven Gonzalo.
Natural de Cantabria, comenzó a conocer la iglesia de la mano de las monjas de su colegio Santa María del Corazón de Jesús donde estaba interno. «Me llamaba la atención la felicidad de las monjas, que además eran todas muy jóvenes», puntualiza el diácono quien explica que con ellas viajo a la Jornada Mundial de la Juventud, JMJ de 2016 en Cracovia, «cuando volví fui con ellas a Corporales de Cabrera a un campamento de vocaciones y conocí al rector del seminario menor de Ponferrada». En ese momento, Gonzalo había finalizado primero de bachiller, «y mi idea era estudiar medicina» pero reconoce que en su interior ya maduraba la idea de ser sacerdote. En ese momento Gonzalo tenía 16 años.
«Me decidí y pase al Seminario Mayor de Astorga, después he conocido mucho la diócesis porque he estado realizando la pastoral en Ponferrada, Toreno», apunta Vitoria quien actualmente se encuentra en la zona ourensana de la diócesis «en O Bolo, A Gudiña y A Rúa».
Asegura que la diócesis «es muy interesante pero difícil «por su extensión y despoblación». Por esta razón el diácono puntualiza que propone muchos retos «que hay que coger con ilusión». En este sentido, afirma que no ha perdido su juventud, «sino que la he disfrutado de otra manera». Reconoce que tuvo novia en el instituto «y he salido de fiesta pero ahora estoy haciendo lo que de verdad me llena» mientras señala que también tienen fiestas y actividades.
En el mismo sentido se pronuncia Luis Fernández Olivares, quien se ordenó sacerdote en 2017 con 25 años de edad. «Vengo de una familia cristiana normal y estudiaba en un colegio laico pero cuando finalicé la primaria le pedí a mis padres ir a un colegio religioso».
Así, este joven sacerdote, natural de Astorga, cursó sus estudios en el seminario de la ciudad donde comenzó a conocer la pastoral juvenil, «pero yo lo que quería era estudiar periodismo». Pero cuando estudiaba segundo de bachiller, Fernández Olivares acudió a unos ejercicios espirituales. «Después de una de las meditaciones, me di cuenta de que lo que decían era lo que me pasaba así. Lo pensé bien e ingresé en el Seminario Mayor», puntualiza.
Asegura que «Dios da una vocación específica a quien también le da la gracia para vivir ese estado de vida», por lo que reconoce ser un hijo de su tiempo y su época, «Dios no llama a los capacitados si no que nos va capacitando».
Reconoce que ha tenido una «buena vida» de joven, conservando su grupo de amigos, «que vinieron a mi ordenación». «Tuve suerte porque cuando dije que iba a ser sacerdote, como era el gracioso del grupo, hubo sorpresa pero me han apoyado mucho», puntualiza.
Durante los últimos años, Fernández Olivares ha servido también en las parroquias de la parte gallega de la diócesis de Astorga. «ES una diócesis muy despoblada, por desgracia envejecida y no hay posibilidad de tener un cura pro parroquia», asegura pero señala que también «hay que entregarse».
Luis Fernández Olivares, que ha sido destinado de nuevo a la capital de la diócesis asturicense pero las parroquias de Viana do Bolo le despidieron con una gran fiesta. «Ha sido precioso, pero inmerecido porque solo he hecho lo que se me encomendó», explica mientras reconoce que ha tenido una gran resaca emocional.
Valora la acción de los sacerdotes de edad avanzada, «son la resistencia» y hacen un trabajo «entregado», destacando que algunos de ellos podrían estar «felizmente jubilados» pero deciden seguir trabajando ante la falta de vocaciones. «Esta zona está muy despoblada pero todas las persona merecen atención. Es una diócesis muy grande y envejecida por lo que los modos de servirla antes no sirven ahora. Mi experiencia es entregarme con el mayor cariño a la gente, siendo sacerdote pero siendo un vecino más», concluye.
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