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Eucaristía en honor a Ceferino Giménez Malla, alias 'El Pelé' I. Santos

Cantes para 'El Pelé', el santo que guía al pueblo gitano en la fe

El pueblo gitano de León honrar a su patrón Ceferino Giménez Malla, el único gitano beatificado, con una Eucaristía oficiada por el obispo de la Diócesis

A.C.

León

Viernes, 4 de mayo 2018, 19:25

Cantes para honrar a su patrón. Devoción y fe para recordar a un hombre bueno, entregado a los niños y a los necesitados, a un comerciante marcado por la religión, fusilado por ser fiel a los símbolos sagrados.

Ceferino Giménez Malla, alias 'El Pelé', el único gitano beatificado en la historia de la Iglesia, ha recibido este viernes, como cada 4 de mayo, el calor del pueblo gitano de León.

En la iglesia de San Pedro de los Huertos, el obispo de León, Julián López ha oficiado una eucaristía para honrar a un hombre que, en palabras del Papá Juna Pablo II demostró que la caridad de Cristo no conoce límites ni razas ni culturas.

Su imagen presidiendo el altar junto a la bandera gitana y la rueda que simboliza la libertad más allá de las fronteras establecidas a las que estuvo sometido el pueblo gitano.

Una celebración íntima que contó con la representación de miembros de Ayuntamiento de León y Diputación y en la que el pueblo gitano mostró el respeto por un hombre, hoy convertido en santo, que les guía en el camino de la fe.

Un acto organizado por el secretariado de Minorías Étnicas y la Asociación gitana Hogar de la Esperanza que arrancó con una comida de hermandad en la sede de la asociación y que dios paso, tras la celebración de la eucaristía, con una merienda.

Historia de El Pelé

Hijo de padres gitanos españoles, Ceferino Giménez Malla, conocido familiarmente como «el Pelé», nació en Fraga (provincia de Huesca), probablemente el 26 de agosto de 1861, fiesta de san Ceferino Papa, de quien tomó el nombre, y fue bautizado ese mismo día.

Como su familia, Ceferino también fue un gitano que vivió siempre como tal, profesando la ley gitana tanto en su formación como en el desarrollo de su vida.

De niño recorrió los caminos montañosos de la región, dedicado a la venta ambulante de los cestos que fabricaba con sus manos. Todavía joven, se casó, al estilo gitano, con Teresa Giménez Castro, una gitana de Lérida de fuerte personalidad, y se estableció en Barbastro. En 1912 regularizó la unión con «su Teresa» celebrando el matrimonio según el rito católico. Comenzó desde entonces a frecuentar la iglesia hasta convertirse en un cristiano modelo. No tuvo hijos, pero adoptó de hecho a una sobrina de su esposa, llamada Pepita, cuyos hijos viven todavía en 1997.

El Pelé dedicó los mejores años de su vida a la profesión de tratante experto en la compraventa de caballerías por las ferias de la región. Llegó a tener una buena posición social y económica, que estuvo siempre a la disposición de los más necesitados.

Acusado injustamente de robo y encarcelado, fue declarado inocente. El abogado que lo defendía dijo: «El Pelé no es un ladrón, es san Ceferino, patrón de los gitanos».

Sumamente honrado, jamás en los tratos engañó a nadie. Por su reconocida prudencia y sabiduría, lo solicitaban payos y gitanos para solucionar los conflictos que a veces surgían entro ellos. Piadoso y caritativo, socorría a todos con sus limosnas.

Fue un ejemplo de religiosidad: misa diaria, comunión frecuente, rezo cotidiano del santo rosario. Aunque no supo nunca ni leer ni escribir, era amigo de personas cultas y fue admitido como miembro en diversas asociaciones religiosas: Jueves eucarísticos, Adoración nocturna, Conferencias de San Vicente de Paúl y Tercera Orden Franciscana. Le gustaba dedicarse a la catequesis de los niños, a quienes contaba pasajes de la Biblia y les enseñaba las oraciones y el respeto a la naturaleza.

Al inicio de la guerra civil española, en los últimos días de julio de 1936, fue detenido por salir en defensa de un sacerdote que arrastraban por las calles de Barbastro para llevarlo a la cárcel, y por llevar un rosario en el bolsillo. Le ofrecieron la libertad si dejaba de rezar el rosario. Prefirió permanecer en la prisión y afrontar el martirio. En la madrugada del 8 de agosto de 1936, lo fusilaron junto a las tapias del cementerio de Barbastro. Murió con el rosario en la mano, mientras gritaba su fe: «Viva Cristo Rey». Juan Pablo II lo beatificó el 4 de mayo de 1997, y estableció que su fiesta se celebre el 4 de mayo.

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