Un pasaje 'cerrado por liquidación'

Hasta no hace mucho, el olor a café por la mañana guiaba a los leoneses en su interior. Los escaparates obligaban a detener el paso y echar una ojeada a la última moda. El pasillo mezclaba aromas, jugaba con las luces de cada negocio e invitaba a recorrer la galería en un atajo por el que nunca se llegaba antes.

El pasaje San Agustín, el auténtico, el que se colaba entre los edificios para conectar Gran Vía de San Marcos con la calle San Agustín, se ve abocado al cierre por liquidación total de sus negocios.

La decena de locales que hasta hace poco más de tres años llenaban de vida este área peatonal han consumado el declive que inició la pandemia.

Ya no queda ninguno. O, bueno sí, queda uno, el que cerrará a finales de este mes de marzo. Allí ha tratado de aguantar el último empujón Charo, pero no ha podido.

La tienda de moda Hollytaste lo advierte: «Liquidación total por cierre». Un cierre que llega tras siete años trabajando en el pasaje y en los que una mirada atrás invita a recordar lo que un día fue. «Todos los locales funcionaban, era un ambiente muy chulo, pero desde el covid se ha caído por distintas circunstancias».

El último en verse obligado al cierre ha sido el restaurante cafetería Río Órbigo. «Tenía buena clientela, pero también muchas facturas». Y esta es una tónica que, aseguran, se vive en toda la ciudad porque «León está como está».

«Había ambientazo, tres cafeterías y todo funcionaba muy bien», explica Charo, que relata en una experiencia propia su sentir actual. «Da un poco de miedo. Ayer salí a las ocho y media de la tarde y te un poco de cosa quedarte sola». Y, reflexiona: «Es una pena porque lo que se cierra, ya no se vuelve a abrir».

El sentimiento de abandono, casi propio de una escena de terror en la que el actor está a punto de encontrarse con el antagonista en un lugar inhóspito, deshabitado y tenebroso, recorre a los viandantes, pocos, que aún se atreven a girar desde Gran Vía. «Pero si está todo cerrado». «Qué pena da esto».

Hace tres años, Ruth Amaya ya optó por cambiar de local. Fue la primera en dar el paso y tras ella lo hizo 'Miss Peques', Cafetería Delta, Valkiria Estilistas, Divervacaciones o Tartine et Chocolat. «Estuve ahí 14 años y el pasaje ha ido a morirse, nadie lo cuidaba, no se preocupaban de que estuviera limpio, nadie quería poner iluminación y los propietarios no han ayudado demasiado».

Ahora, trasladada al número 2 de la calle San Agustín, reconoce que su salida fue el empujón del resto. Su ubicación, en el esquinazo con Gran Vía, invitaba a muchos a adentrarse. «Me lo dijeron los de la peluquería y la cafetería, que desde que yo me fui ya no pasaba nadie y que el pasaje se había quedado vacío».

La rotación era habitual entre la decena de locales. Antes podía quedar algún negocio libre, pero ahora lo van a estar todos. «Va a quedar todo el pasaje vacío, todas las tiendas vías; y eso es muy difícil levantarlo».

Ruth lo conoció «desde pequeña». Su familia ha tenido varios negocios ahí. «Siempre tuvo muchísima gente en las terrazas, los locales ocupados... yo no sé que ha pasado; bueno, es que no lo han cuidado», lamenta.

Con el cierre este mes de la última tienda, los escaparates del pasaje de San Agustín se apagarán al completo. Será una liquidación de esta galería «por cierre», un ejemplo más del desplome del pequeño comercio en León y un recorrido que pide socorro para que la película de terror no acabe en tragedia.

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