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Cuando uno llega por primera vez a León, ya sea como turista o como recién asentado, no faltan los resabiados que preguntan si uno ya ha pasado por La Bicha como si aquello fuera una especie de rito iniciático con el que sumergirse de lleno en la vida de la ciudad.
El resultado de la experiencia en este bar del Húmedo es variable. Algunos entablan buena relación con Paco, su peculiar dueño, y otros salen por la puerta antes de lo esperado con la promesa de no volver, como poco, en un tiempo.
Paco es un hombre con las cosas claras que sirve morcilla de la tierra para acompañar el corto y que no pondrá un Ribera del Duero al cliente ni aunque el juicio final esté llamándole a uno a declarar. Socarrón si se entiende con el cliente y cortante si ve que no toca.
Pero lo que es innegable es que el contraste llama la atención del que llega y del que nunca ha probado. Para muestra el hecho de que, antes de la pandemia, no eran pocas las noches en las que se formaba una fila a la puerta de La Bicha para acceder al reducido local. Una estampa que solo se daba en las discotecas cercanas y que ahora es familiar a consecuencia de la crisis sanitaria en estancos, farmacias y tiendas.
Ahora, con la crisis sanitaria en ciernes, no hay luz al otro lado de La Bicha. Las reducidas dimensiones del local y la ausencia de terraza hacen complicado que Paco siga sirviendo al propio y al forastero.
«Esto de la nueva normalidad es un cuento chino», se despacha Paco en conversación con leonoticias. «Al final echas diez o doce horas de trabajo para qué, para acabar jodiéndote la salud y por cuatro perras», comenta airado.
Su caso es especial en el Barrio Húmedo y él no lo esconde. Es propietario del bar («con 43 años que llevo aquí, si no lo fuera estaría jodido», asegura), y las rentas son una losa que no carga a la espalda, aunque entiende que es una cruz que lleva el gremio en la mayor parte de las ocasiones. «Así no haces negocio, con todo lo que tienen que pagar a ver cómo aguantamos», lamenta.
Viendo la puerta cerrada y la luz apagada, el rumor de que cerraba no tardó en propagarse por el barrio de la farra por excelencia en la capital. Él, ni confirma ni desmiente, como dejando espacio al misterio. «Cuando venga la normalidad de verdad veremos si abro o no, porque esto ni es normalidad ni es nada».
Paco no abre La Bicha desde marzo, en un rincón del Húmedo que entre la leyenda, la anécdota, la morcilla y el vino siempre llenaba. En tiempos de aforo y pandemia hay rincones que no darán la vuelta al cartel de cerrado.
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