Águeda y Álvaro junto a sus hijas, Cristina y Águeda, posan para leonoticias en el Día Mundial del Síndrome de Down. Sandra Santos
Día Mundial del Síndrome de Down

La niña que enseñó a sus padres a vivir la vida «de otra manera» con un cromosoma extra

Álvaro y Águeda son los padres de Cristina, una joven leonesa de 14 años que tiene Síndrome de Down | Por su Día Mundial y junto a su hermana pequeña comparten con leonoticias su experiencia y los aprendizajes que Cris ha llevado a todos los que les rodean: «Es la estrella de la familia, nuestro antidepresivo. Lo que intentamos es darle normalidad y demostrar que los límites son los que ella se ponga, porque es capaz de hacerlo todo»

Martes, 21 de marzo 2023

Cristina o Cris, como la llaman sus padres, tiene los mismos sueños que cualquier joven de 14 años. Junto a Águeda, su hermana pequeña, habla de subirse al escenario de la Voz Kids, conocer a Melendi, su cantante favorito, o estar en el equipo de ... Aitana.

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A su lado, Álvaro y Águeda ríen viendo a sus hijas hablar, discutir y tratándose como eso, como hermanas. Una familia normal, que desde hace 14 años aprende día a día a vivir con un cromosoma más.

Cuando Cristina nació sus padres ya conocían lo que era el Síndrome de Down. Unos amigos cercanos a la familia acababan de ser padres de Rodrigo, y la imagen «de un niño agarrado al brazo de una madre mayor, que es la que normalmente se suele pensar de las personas que tienen este síndrome» ya la habían reemplazado por la de un bebé que necesitaría más ayuda, pero que contaría con herramientas, asociaciones y apoyo para desarrollarse.

Del 'porqué a mí' a la normalización

«En cuanto conoces a alguien es mucho más fácil, normalizas las situaciones y aunque lo primero que piensas es '¿por qué todo me pasa a mí?' lo terminas normalizando», recuerda Águeda. «Ayuda mucho porque sabes a lo que te enfrentas y estábamos más preparados», apunta Álvaro, que explica que a los días de nacer su priemra hija acudieron a estimulación temprana y a Amidown, aun sin tener la confirmación ni el resultado del cariotipo.

Remontándose a aquellos días, Águeda recuerda llorar, la incertidumbre y el miedo «sobre todo pensando en el futuro, pensando en lo que pasará cuando nosotros ya no estemos». «Es lo que más nos costó», confiesa, aunque poco a poco y normalizando la situación «te das cuenta de que no nos da tiempo ni a pensar ni a aburrirnos porque con sus golpes de naturalidad se te pasa todo».

Y es precisamente la normalización de la situación lo que estos padres han perseguido desde el día que nació Cristina y supieron que tenía Síndrome de Down.

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Una segunda familia en Amidown

Cada lunes y miércoles Cris, junto a un grupo de su edad, asiste a clases en el centro de Amidown León y los martes cuenta con una profesora de apoyo. Una actividad que complementa con muchas extraescolares, ejercicio como natación o pádel, clases de música o canto y que no le impide realizar ningún plan en familia.

En el colegio, donde cursa segundo de la ESO, esa normalidad también está a la orden del día. Cuando empezó la escuela, sus padres recuerdan los nervios. «Tienes el miedo de cómo van a reaccionar los demás, pero te das cuenta de que los niños son los primeros de normalizarlo todo. Jamás hemos tenido ningún problema y además ella es una niña que se integra siempre, es muy sociable y en el colegio siempre la han apoyado».

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Otro pilar fundamental en la vida de Cris es su hermana. Aunque dos años más pequeña, el rol que juega Águeda desde hace años es el de hermana mayor, y es consciente de que la cuidará y a acompañará toda su vida.

El futuro está en su mano

Fernando define a su hija mayor como una niña totalmente transparente, cariñosa y a la que le une un vínculo muy especial. Águeda la ve como un libro abierto que le ha enseñado a vivir la vida de otra manera.

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Cris explica a sus padres y a su hermana el ciclo del agua a través de un cartel que realizó con sus compañeros en Amidown.

Aunque la incertidumbre por el futuro siempre estará ahí, la familia se centra ahora en acompañar a Cris en la construcción de su futuro, pensando, como con cualquier hija, qué quiere ser de mayor, y dándole todas las herramientas a su alcance para que lo consiga.

Perdiendo el miedo a los estereotipos, celebrando «la felicidad en estado puro» que representa para la familia -su abuela de hecho se refiere a Cris como su 'antidepresivo'-, Álvaro, Águeda, Cris y Águeda aprenden juntos a «vivir con más paciencia, a hacer la vida más calmada y a ver la vida de otra manera».

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