Donal Savage, en una imagen retocada.

Ha muerto Donal Savage, el irlandés errante, carne de mi corazón

Todo empezó con un pionero: Donal, un bohemio magnético, pedagógico y filósofo que se enamoró de nuestro vino, y de este frío que desinfecta más que la tristeza, y de las tapas gratuitas, y las callejas intestinales, laberínticas, del Barrio Húmedo.

Luis Artigue

León

Lunes, 24 de enero 2022, 12:46

Era un gran personaje de la galería de personajes perdidos de esa gran novela que es la ciudad de León.

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Me refiero a que acabo de enterarme de que Donal Savage (ojos claros, rostro terroso y graso, acento castizo, sabiduría curtida en mil alcoholes y ... viajes, bondad atrabiliaria, mundanería de andar por casa, corazón indomable e imprescindible de bohemio de verdad y con verdad), se ha muerto de pie como un velero.

Acabo de enterarme, y he pensado en todo el tiempo en que vivió en mi casa, en todas las Nochebuenas en que cenó con mi familia, en todo lo que quería a Elena, y en que hasta nos concedió en privilegio de ponerse una corbata para ir a nuestra boda. Y siento que con los años he conseguido que nuestra vieja épica cicatrice, y me he aburguesado bastante, pero, aunque me arranquen el dedo índice, seguirá señalando la dirección de tu casa, Donal, sí, tu casa con el alquiler vencido en la que bebíamos te y hablábamos en inglés de tus locuras de gurú estrafalario.

Recuerdo que tus palabras parecían los vestigios de oxidadas utopías, y recuerdo tus soliloquios bajo el manto de la música de jazz, ahora que tu muerte y el calvario de Elena me mantienen alojado en el barato motel de la tristeza.

Y recuerdo que, entre vino y vino, que es la forma que los marineros de tierra adentro de León tenemos de ir entre ola y ola, una mañana de cielo amoratado como una lombarda me contó una vez Javier García-Prieto, acaso la personalidad más compleja, inclasificable y fascinante que ha dado nuestro adocenada clase política, un raro del PP, la historia de los irlandeses de León.

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Me dijo que, como siempre, todo empezó con un pionero: Donal, un bohemio magnético, pedagógico y filósofo que se enamoró de nuestro vino, y de este frío que desinfecta más que la tristeza, y de las tapas gratuitas, y las callejas intestinales, laberínticas, del Barrio Húmedo.

Fue por eso, por amor al comercio vital del Barrio Húmedo —sabido es que el amor es en el fondo el motor de toda audacia— que se quedó en esta ciudad y se inventó una forma de ganarse el pan: clases de inglés y de vida (a su casa alquilada iban de cinco en cinco personas a contar sus penas y alegrías, a desahogarse, a psicologizarse, a filosofar, a ser escuchados y comprendidos y reconducidos emocionalmente, pero todo hablando siempre en inglés ante una taza de té).

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Después de ese irlandés con maneras de Rey de Copas vino otro, y otro, y otros, y conforman aquí aún la tribu de raros pero eficaces profesores irlandeses de inglés y de existencia. Gente feliz con lágrimas los bohemios. Y personas con inquietud idiomática pero doloridas por la vida, personas que llevan escrito en el rostro ese verso de Claudio Rodríguez «si ya la luz se la han llevado toda, ¿cómo voy a esperar nada del alba?» que van a sus casas a verlos, y salen amanecidos y diciendo Thank you very much.

Me contó JG-P que te preguntó una vez a ti, Donal:

-¿tú que diferencia encuentras entre vivir en León y vivir en Belfast?

-¡Pues que allí no hay gemelos!

-¿Y eso?

-Sí, mira, tú vas un día caminando por la calle Ordoño II, y te encuentras con un conocido que te para, y te pregunta por tu vida y tus cosas, y te dice que lo ha hablado con su mujer, y que han pensado en invitarte a cenar a su casa no tardando… Dos días después te encuentras con la misma persona, y hace como que no te ve, y no te saluda. Y piensas: debe de ser el hermano gemelo del tipo con el que me encontré anteayer… ¡Pues en Belfast no hay gemelos!

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Granes reflexiones del León profundo que nos regalaste, Donal.

Ayer me dijo un amigo tuyo que, al enterarte de que Elena estaba en el hospital luchando por su vida y casi por la mía, te pusiste muy triste. Hoy me han dicho que te has muerto y que Elena ha regresado y he pensado que quizá te inmolaste a lo bonzo con la generosidad que te caracterizaba.

Don, sé que para ti la muerte es un anhelado descanso tras el duro bregar, como decía Unamuino, pero yo siempre recordaré que conocí en León al verdadero irlandés errante…

Que conocí a un borracho y lúcido hijo del hombre capaz de supervisar el catálogo de todas nuestras revoluciones, al cual al final los distribuidores de camisas de fuerza se llevaron como rehén para que todo siga como siempre.

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Ya no queda gente como Donal…

Don, Elena y yo vamos a seguir ejerciendo el duro trabajo de ser felices en tu honor.

Y nos vamos a castigar con más días de fiesta.

Buen viaje de vuelta.

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