«La muerte hay que mirarla cara a cara. ¡Silencio! ¡A callar he dicho!». Montserrat González no es Bernarda Alba pero su carácter dominante y su permanente sombra controladora no la aleja demasiado del personaje lorquiano. Lleva casi siete años en prisión por sacar un ... revólver y disparar por la espalda a la mujer con la que había compartido actos del PP y risas, Isabel Carrasco, presidenta de la Diputación de León. Ella y su hija Triana Martínez, por la que asesinó, y por la que daría la vida, comparten celda desde entonces. Lo han hecho ya en tres prisiones diferentes y en las tres han dejado su estela de díscolas, camorristas y soberbias. Entre ambas acumulan casi tantas sanciones -36- como años de condena: 42, según publica este sábado el diario ABC.
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«Se han enfrentado con funcionarios y los han insultado, han tenido peleas con otras internas, han roto mobiliario, han acaparado material prohibido...», relatan fuentes penitenciarias. Sus expedientes al detalle dan cuenta de 13 sanciones la madre, la mayoría en la cárcel de León, en la que pasó dos años, y 23 Triana. Un currículum 'taleguero' a la altura de un 'killer' de medio pelo más que de la esposa de un inspector jefe de la Policía Nacional y una empleada de la Diputación de León que empezaba a atesorar una carrera fulgurante hasta que todo se torció.
La última sanción grave que les consta es del año pasado cuando les encontraron un teléfono móvil escondido en su celda, en la cárcel de Villabona (Asturias), a la que fueron trasladadas en octubre de 2018. Poco antes las sorprendieron con una plancha para rizar el pelo, un objeto prohibido. El teléfono las hizo retroceder en los peldaños que poco a poco habían logrado alcanzar en su proceso de adaptación.
Cuando los funcionarios creían que al fin habían aceptado las normas, el 'abc' de un centro penitenciario, la inseparable pareja volvió a dinamitar esa expectativa. Montserrat y Triana perdieron sus destinos en el economato de Villabona, uno de los cometidos más preciados por los presos. Desde entonces la madre trabaja con meticulosidad como auxiliar del invernadero y la hija, en la biblioteca del módulo de mujeres.
Ambas ingresaron a mediados de mayo de 2014 en la cárcel de Mansilla de las Mulas tras ser detenidas el día 12. Montserrat disparó a Isabel Carrasco a plena luz del día cuando la todopoderosa presidenta de la Diputación cruzaba el puente que atraviesa el río Bernesga, camino de la sede del Partido Popular. Carrasco no llevaba escolta ni pudo intuir que la madre de su antigua protegida la seguía desde su casa con un revólver en el bolso que le descargó por la espalda. La víctima murió en el acto.
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Montserrat, casada con Pedro Martínez, inspector jefe al frente de la comisaría de Policía Nacional de Astorga, no solo no se arrepintió, sino que consideró el asesinato de Isabel un «acto de justicia». El informe psiquiátrico expuesto durante el juicio era implacable. La describía como «dominante, dogmática, con tendencia a la manipulación y escasa capacidad para empatizar fuera de su círculo familiar más íntimo».
Su pose de Bernarda Alba, enlutada y rígida durante el juicio, no varió: 22 años de condena. Cumplirá las tres cuartas partes en noviembre de 2030 y la pena total en 2036. Un horizonte penal largo que ella no parece querer suavizar. Después de siete años el trato con los funcionarios es correcto; con el resto de presas es otro cantar. «Tiene un carácter difícil, a la mínima salta, se cree en posesión de la verdad y no duda en enfrentarse», explican las fuentes consultadas.
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Su hija Triana ha optado por darse algunas alegrías con un enamorado al que conoció en prisión, aunque la soberbia en el trato parece marca de la casa. Los forenses la describieron como una mujer «muy inteligente, con un elevado concepto de sí misma». El psiquiatra que aportó su defensa añadió que sufría una «dependencia no normal de la madre» y un «trastorno de dependencia leve de la personalidad».
«¿Dependencia? Claro que sí. Si la llamas para cualquier cosa, al momento aparece la madre. Montserrat es un apéndice de Triana. O al revés. Lo mejor para ambas sería estar separadas», reflexiona un funcionario.
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Pese al cordón umbilical, Triana tiene carácter y lo ha desplegado. Los continuos problemas de las reclusas en la cárcel de Mansilla de las Mulas provocaron -los funcionarios recibieron cartas de queja de sus compañeras- su traslado a la prisión de Valladolid en junio de 2016. En esta cárcel la niña se enamoró. Conoció a Romeo, un preso rumano que cumplía condena allí. Se conocieron en las actividades comunes organizadas (talleres, grupos de teatro o polideportivo) que existen en los centros con módulos de mujeres y ahí surgió el amor.
Se inscribieron como pareja de hecho, que fue autorizada, y que permite encuentros íntimos entre los novios como mínimo una vez al mes. El idilio siguió viento en popa y cuando madre e hija fueron trasladadas a Asturias, en octubre de 2018, también se autorizó el cambio de prisión de Romeo. Pero el pasado enero el interno fue extraditado a Rumania para terminar su condena. Dicen que no hubo lágrimas porque la relación se había enfriado.
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Triana cumplirá en mayo de 2029 las tres cuartas partes de su condena. Ha solicitado varios permisos, que la Junta de Tratamiento ha denegado. Madre e hija pagaron los 150.000 euros de responsabilidad civil que se les impuso.
En noviembre su padre, el inspector jefe ya jubilado Pedro Martínez, murió por Covid en el hospital de León. Desde el crimen no faltó a verlas ni una semana. Con una diferencia: con su hija hablaba a través de locutorio y tenía vis a vis familiar. Con su mujer, solo a través del cristal.
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La prisión les autorizó trasladarse a León donde el policía llevaba semanas ingresado en la UCI. No pudieron verlo. La persona autorizada era el hermano del enfermo. Al día siguiente, el padre murió. La familia paterna remoloneó a la hora de informar del lugar y hora del entierro. No tuvieron tiempo de llegar. Montserrat y Triana no perdonan la afrenta.
La Audiencia condenó a Raquel Gago a cinco años de cárcel por encubrimir el crimen de Isabel Carrasco y guardar 24 horas el revólver con el que la mató la madre de Triana. Pero el TSJ de Castilla y León, primero, y el Supremo despúes consideraron que era cómplice. Le cayeron 14 años. Ella sostuvo que no tuvo nada que ver con el asesinato. Los forenses dijeron que era una persona «fría, que controla sus emociones y conducta en general» y que «quiso retrasar la realidad pero lo hizo conscientemente».
Consciente o no, lo que sí hizo fue separar su camino de Triana, la amiga por la que arruinó su vida y su carrera (fue expulsada de la Policía y se le impuso abonar al Ayuntamiento de León 24.000 euros por lo que había percibido hasta la condena firme). Tras ingresar en prisión -pasó varios meses en libertad bajo fianza- pidió el cambio de cárcel. De Mansilla de las Mulas a Alcalá de Henares, un centro de mujeres tranquilo en el que no ha tenido ni una sanción, igual que en el resto de su estancia carcelaria. Se ha apuntado a todas las actividades posibles y lleva una vida discreta y anodina en busca de la libertad y el olvido. En julio del año pasado se le concedió su primer permiso y ya ha salido ocho veces, según confirmaron a ABC fuentes penitenciarias.
Esta misma semana, el día 20 se le autorizó la progresión de grado y en breve solo tendrá que acudir a dormir a prisión, en concreto a un centro de inserción social madrileño. La reclusa ha presentado, según las fuentes consultadas, una oferta de trabajo que ha sido avalada por la Junta de Tratamiento de la cárcel.
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