Isabel Carrasco, durante un mitin del Partido Popular. Campillo

El misterioso asesinato de la presidenta (I)

Luis Artigue, novelista, premio Miguel Delibes y premio Celsius, narra en dos capítulos la vida y asesinato de la presidenta del PP y de la Diputación, Isabel Carrasco

lUIS aRTIGUE

León

Sábado, 24 de agosto 2019, 10:02

La verdad oficial, ya convertida en verdad judicial, es que fue cosa de una señorona asesina con cara de pan y chapa de «amor de madre» en la solapa del traje caro (Montserrat), con el concurso necesario de una hija maquinadora a la ... que no le preocupaba la corrupción política, sino que el viento de la corrupción política no hubiese soplado a su favor (Triana), y con la cooperación encubridora de una policía municipal (Raquel Gago), amiga de esa femenina Familia Monster…

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Sin embargo, el misterioso asesinato de la presidenta de la Diputación Provincial de León, Isabel Carrasco, aunque desde el principio estaba prohibidísimo que se pensara o se escribiera como un crimen político, continúa generando tanta tinta como morbo: se han cumplido cinco años del crimen, y aún se sigue dando aliento a las no disipadas dudas.

Los hechos

El crimen tuvo lugar el 12 de mayo de 2014 por la tarde, cuando Montserrat, una ama de casa elegante y con facciones de matrona rusa, casada con un inspector-jefe de policía (con una vida acomodada, coche Mercedes y militante del PP), disparó y remato en una pasarela sobre el río Bernesga, de dos tiros, a Isabel Carrasco (en este punto es clave el hecho de que hubo un testigo irrefutable, un hombre que pasaba en ese momento por la pasarela junto a su mujer, que la vio cometer el crimen, la siguió luego y la reconoció ante los policías que la detuvieron).

Tras el asesinato, Monserrat abandonó la escena del crimen mientras llamaba por teléfono a su hija Triana (una chica estudiosa, apocada, enmadrada, ingeniero de telecomunicaciones, políglota, fría como el hielo y también militante del PP, la cual, en su día, está probado que trabajó enchufada en la propia Diputación Provincial, gracias al PP, dejó de trabajar en dicha institución, después, y cayó en desgracia en la provincia, más tarde, por culpa de Isabel Carrasco, jefa provincial del PP) para encontrarse con ella al otro lado del río, y darle el bolso en el que estaba el arma del crimen.

En este tiempo allí, al otro lado del río, estaba Raquel Gago, policía municipal y mejor amiga de Triana. Al caminar por la calle, se encontró con un vigilante de la O.R.A. —de la zona azul— amigo suyo, con el que se detuvo a hablar (es clave esta conversación y que el vigilante declarara que notó a Raquel en actitud de espera). Poco después, Triana llegó a donde estaba Raquel, le preguntó si tenía el coche cerca y le dejó, en él, un bolso, comentando que ya regresaría más tarde a por él…

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La detención

Poco después, la policía detuvo a Montserrat y a Triana, y Raquel entró en shock, al igual que toda la ciudad.

Al día siguiente, Raquel Gago trabajó y, al regresar del trabajo, vio el bolso en el asiento de atrás —según sus palabras—, lo abrió, vio una pistola, se imaginó que era el arma del crimen y la entregó en comisaría.

Si todo hubiera estado orquestado por las tres y no hubiera sido casualidad que Triana se encontrara con su amiga Raquel Gago, y si el papel de Raquel en este plan fuera encargarse del arma, ¿por qué no se deshizo del arma en esas 31 horas para que, sin arma del crimen, todo fuera la palabra del testigo que vio el crimen contra la palabra de la presunta autora, la madre Montserrat? ¡Misterio!

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La consternación cundió en seguida, pues tal acto, entre la población y la opinión pública, podría decirse que se tomó casi como si se tratara de justicia poética o como si, como dijera Raymond Chandler, de pronto el asesinato fuera un camino abierto entre lo imposible y lo necesario.

Porque huelga decir que, entonces, Isabel Carrasco era la Presidenta de la Diputación Provincial de León y gobernadora, con mano férrea, de los designios del PP provincial; era mujer de gran influencia, dominio y control; la sombra de la sospecha de corrupción y clientelismo la rozaba, pero jamás la tocaba (aunque tenía encima el Caso Oposiciones, y aunque el juez Eloy Velasco empezaba a descubrir muchas cosas en la Operación Púnica); y dentro de sus cualidades, no se encontraba la de saber concitar afectos ni dentro del PP ni menos aún para con militantes del propio partido, como lo eran Montserrat y Triana.

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Muy bien concebido

Pero esto no se investigó como un crimen político que tuviera nada que ver con el PP.

Más bien, aunque hay consenso en que se trató de un crimen muy bien concebido, orquestado y pergeñado que podría haber sido un crimen perfecto si Raquel hubiera hecho desaparecer el arma o si no hubiera habido un testigo que vio a Montserrat disparar y hasta la siguió, la línea de investigación seguida por los policías traídos de fuera de la ciudad para este caso fue que se trataba de una trágica historia de rencor, odio y venganza de una madre al ver que el futuro laboral de su hija había sido truncado, y al culpar de tal desgracia a Isabel Carrasco, pero sin inducción ni autor intelectual alguno.

Ya que, sí, desde el principio, se desvió la investigación del caso de la policía de la ciudad de León y se trajo a tal efecto a dos policías de Burgos que, en exclusiva, siguieron, como decimos, esa pista: una madre disparó defendiendo la humillación laboral de su hija, cerebrito a la que Isabel Carrasco había despedido y desacreditado.

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En tiempo récord fueron detenidas, la madre como presunta autora material, y la hija como presunta cooperadora necesaria del crimen y, también, la policía municipal (ésta no como coautora, sino como encubridora).

Pero el interés informativo, las especulaciones, las teorías conspiranoicas o verdades extraoficiales, las investigaciones paralelas, la literatura y la vida, siguieron su curso.

Y, estando las acusadas en prisión pendientes de juicio, una pregunta flotaba en el aire: ¿esta vez, el asesinato había sido un deplorable acto de insurreccionalismo moral y legal, o una desmedida arma política?

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Los 250 pasos hacia la muerte

En diciembre del propio año 2014, con sentido de urgencia y, hay quien diría que, con el cadáver aún caliente (habían transcurrido solo seis meses), las periodistas Ángela Domínguez e Isabel Bajo publicaron «El crimen de León. Los 250 pasos hacia la muerte de Isabel Carrasco» (Ed. La Esfera de los libros).

Se trata de «unas páginas plagadas de recuerdos, hechos y ficción» —según las autoras— editado, pues, antes del juicio. ¿Era un libro que trataba de aprovechar el tirón mediático del caso, que quería acallar las teorías conspiranoicas que estaban surgiendo a borbotones o que pretendía encauzar las desviaciones de la verdad oficial de que se trataba de un crimen por venganza de una madre en connivencia con su hija y, por tanto, no tenía nada de político ni nada que ver con el PP?

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A lo largo de sus páginas, este libro ameno y escrito con sentido de intriga y hasta con no pocos diálogos (de modo tal que bien parece una novela) se centra en el corrupto ambiente político y financiero y en las guerras libradas por los poderosos del lugar. Y señala que es ese ambiente, el que contagió a Isabel Carrasco la corrupción, el sectarismo, la codicia, el clasismo, la ira y la tiranía, pero ese ambiente, a su vez, no se contagió de las cualidades de Isabel Carrasco como la audacia, la inteligencia, la enorme fuerza de voluntad, el tesón, y el carácter de pionera, casi de icono femenino para las autoras, de esta «última reina de un viejo reino» que fuera Isabel Carrasco, según narran en el libro.

Llama la atención el momento en que se publicó, y que se concentrara especialmente, no en la oscura figura de Isabel Carrasco (a pesar de que cueste encontrar a alguien que hable bien de la misma, salvo los que estaban obligados a hacerlo, por decirlo con palabras del documentalista experto en crímenes mediáticos, Justin Webster), sino, como decimos, en lo que señalan que era su lado controvertido. Pero siempre, cerrando el paso a la más mínima criminalización de la víctima y/o a las teorías que empezaron inmediatamente a surgir y que criminalizaban al PP en alguna de sus facciones. Señalan las autoras: «Lo que no se llegó a cuestionar en un congreso del PP, en unas elecciones o en un juzgado, se dilucida, finalmente, en esas conspiraciones permanentes de cafetería y en esos halos de rencor que asedian a determinados poderosos». E insisten, también, en subrayar: «Isabel Carrasco es la última reina, una mujer más temida que amada, por un lado brillante, por otro tiránica, grande a veces, pequeña otras».

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Venganza

Sin embargo, hay quien dice que es un libro en el que no queda muy patente la condición de Isabel Carrasco de araña negra que conciliaba odios unísonos entre compañeros y adversarios y entre amigos y enemigos, y la —diríase— condición de corrupta mezcla entre lo que los ingleses llaman una dama de hierro y los españoles del siglo de oro denominarían una señora feudal, con lanza en astillero y derecho de pernada. Sí, hay quien dice que, en el fondo, este libro lava la imagen de la víctima y, sobre todo, la del PP, al tiempo que narra con datos el crimen y la investigación, con notable amenidad.

Y, en efecto, la verdad policial fue ésa desde el principio, una venganza de una madre y su hija, y en la investigación del caso no se pensó nunca que pudiera haber autores intelectuales, además de los autores materiales (por decirlo con un término muy del que fuera presidente del gobierno español, José María Aznar, referido al 11-M).

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Pero, ¿se han seguido escribiendo más libros y rodando documentales sobre el asunto? ¿Ha habido nuevas informaciones, nuevos descubrimientos y nuevas claves decisivas que pueden hacer ver el caso de otro modo?

[El misterioso asesinato de la presidenta (I) forma parte de los artículos publicados por Luis Artigue, premio Miguel Delibes y premio Celsius, en eltaquígrafo.com]

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