Ni un minuto más de espectáculo
Parece que Octavio Augusto, después de que se le apareciesen en sueños Fraga, Aznar y Rajoy ha bramado contra Casado, devuélveme mis legiones...
Eduardo Fernández
León
Lunes, 21 de febrero 2022, 19:13
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Eduardo Fernández
León
Lunes, 21 de febrero 2022, 19:13
Parece que Octavio Augusto, después de que se le apareciesen en sueños Fraga, Aznar y Rajoy ha bramado contra Casado, devuélveme mis legiones. Publio Quintilio Varo pasó al imaginario romano como el artífice de la más desastrosa derrota del Principado (para los que se forman ... ahora, del Imperio). Lo que se había prometido como un paseo militar por Germania con tres legiones enteras resultó en el bosque de Teotoburgo una derrota sin paliativos. Claro que Varo tuvo el tino de palmar con sus legiones para ahorrarse tener que pasar por un comité de dirección y la humillación de una manifestación ante Génova 13. El desastre prendió en la opinión pública romana más rápida y profundamente que el desastre del 98 en la española. Suetonio escribió que meses después de la derrota Augusto, cuando se acordaba, golpeaba su cabeza contra la pared diciendo «Quintili Vare, legiones redde», devuélveme mis legiones.
Yo me afilié a los clubes juveniles de Alianza Popular en el verano de 1982, cuando gobernaba UCD. He sabido siempre que yo era de derechas, sin el subterfugio de centro, ni lo del reformismo liberal. A mí no tiene que venir Vox a explicarme nada, ni a darme lecciones. Hice la ilusionante y frustrante campaña electoral de octubre de 1982, la de Por el cambio, que llevó a la Moncloa por varias legislaturas al PSOE. Tenía AP entonces nueve diputados nacionales. Parece que los aspirantes a brujos que caen en sus propios hechizos se han autoimpuesto volver a dejar en ese número los parlamentarios del PP y regalarle varias legislaturas más al socialismo.
A diferencia de los que llegan directamente a cargos que no saben administrar, pasé por todo el aprendizaje político de un cursus honorum de los de antes: pegué carteles, puse megafonías, hice bulto en mítines -porque con esta barriga llenar hueco siempre se me ha dado de cine-, obedecí y luego mandé, poco en Nuevas Generaciones, eso sí mientras estudiaba algo para no tener que hacerme un Adriana Lastra, del colegio a la jubilación sin estudios y sin un trabajo fuera de la política. Trabajé fuera de la política -como he vuelto a hacerlo después para no estar obligado a hacer barbaridades por quedarme a cobrar el sueldo público-, fui concejal, portavoz en la oposición en el Consejo Comarcal del Bierzo, Director General y Delegado Territorial en la Junta, diputado nacional, afiliado de base, secretario provincial, presidente provincial y vuelta a afiliado de base. Donde sigo para ayudar con lealtad a mi partido, a su presidente provincial -que buen papelón tiene ahora, ay de los cercanos que siempre van un poco pasados de vueltas en lo de presumir del apoyo de Teo- y al autonómico. He ganado y perdido elecciones en León. Ya quisieran hoy los que ganan tener el respaldo que yo tuve cuando perdí. Creo que los leoneses nunca se equivocaron, ni votándome cuando lo hicieron, ni dejándome de votar cuando llegó el momento. Me he ganado el derecho a decir lo que digo, sintiéndolo como lo siento. Esto no va de guerrillas internas, no va de nombres, no es una pelea por los liderazgos personales, sino un clamor por la mera supervivencia de un proyecto. Si los que mandan no lo entienden así, que caiga el oprobio y la desafección sobre ellos.
Pero más que yo, se han ganado el derecho a clamar los que llevan tanto tiempo como yo y ni siquiera han tenido cargo orgánico o público alguno, los que son del PP sin esperar puesto a cambio, y son de las siglas y no de las personas que transitoriamente deberían ocupar los puestos pensando en los votantes y no en los afiliados, e incluso en los que no votan al partido. Los que que están hartos son los que siguen dando un voto que a los líderes debería parecerles sagrado, porque igual mañana se lo entregan a otro y no hay vuelta atrás. No puedo decir que vea ese anhelo en quienes han tenido como primera preocupación agarrarse a su sillón colocando amiguitos en los puestos territoriales para ayudarles. Y como primera ocupación derribar a los de dentro para quedar el último de una tropa cada vez más mermada. No son dignos de mirar a los ojos a los que han trabajado incansablemente de forma anónima y desinteresada antes para traer ese partido hasta aquí y nos han permitido llegar a los puestos políticos.
Los fenómenos políticos, como la pérdida de respaldo electoral, nunca son monocausales, vamos que todos han -hemos- contribuido a que el personal que te votaba esté hasta las narices, desde la corrupción hasta la chulería, desde las guerrillas internas a la atomización, desde la pasividad en Cataluña hasta empeñarse en poner siempre a las mismas personas como si no hubiera fondo de armario ni banquillo. Pero esa no es la cuestión ya. La cuestión es que venían unos a regenerar todo y han terminado por desbaratar todo. La cuestión es que no están ni sabiendo leer los tiempos vertiginosos con que se mueve ahora la política. El profesor Vallespín acuñó en 2018 el término turbopolítica para explicar que la noticia de un minuto, no ya de un día, tapa la del anterior, que la política no se hace con la reflexión de las ideas y los proyectos, sino con la inmediatez de las redes, que la calle supera a los órganos de los partidos, que los tiempos de los que se juegan su cargo no son las de los que quieren soluciones inmediatas. Y que como la oferta es tan amplia y la gente quiere jugar a caballo ganador, en un par de días le dan la vuelta a todo y se te han pasado a los que te hacen la competencia en tu propio bloque ideológico. Esa cuenta estarán ahora haciendo alcaldes, concejales y también parlamentarios nacionales, porque quedar terceros, por ejemplo, es quedar sin senadores. Ni un minuto más con este esperpento que no es de liderazgo ni da nada.
Y como lo urgente no me hace olvidar lo importante. Estoy hasta ahí de que los que tienen a Vox en el gobierno murciano digan lo que se puede o no hacer aquí. Las urnas han hablado y lo que han dicho es que a negociar. Las urnas no son solo los que no tienen reparo en aceptar día sí y día también los apoyos de los que quieren separar Cataluña y los que todavía no han condenado los atentados contra tanta gente buena. No reparten credenciales de demócrata los que aprueban desde mociones de censura e investiduras hasta leyes apoyándose en Bildu. Ni para Vox, ni para el PP, ni para nadie de todo el arco parlamentario, ni mucho menos para los miles de leoneses que en libertad han votado lo que han querido, y no son extremistas peligrosos. De momento, que saquen sus manos de la dirección del PP y de la formación del gobierno autonómico. Que una nueva dirección devuelva primero la confianza, luego el sosiego, y luego los votos para que no tengamos que seguir clamando que nos devuelvan lo que fue de millones de españoles que aún confían en una alternativa al gobierno socialista.
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