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El domingo empezó en familia para Diego Ospina y acabó en la comisaria de la Policía Nacional de León. Después de dejar a su hijo mayor en la estación de tren de la capital tras pasar el fin de semana decidió irse de paseo con su mujer por la zona del rastro. Ella miraba entre algunos puestos del mercado mientras él hacía cola para comprar un pollo asado para comer.
Por el puente que une el paseo de Papalaguinda con el Palacio de los Deportes de León ve a un viejo conocido que le debe un dinero y se acerca a preguntarle cuándo le va a pagar y cuándo le devolverá la copia de unas llaves que no le pertenecen. Tan solo pasan unos minutos cuando en el mismo lugar Diego reduce a su agresor y varias patrullas de la Policía Nacional y la Policía Local de León llegan al lugar.
Ospina revive la historia en la redacción de leonoticias tras salir de comisaria, no sabe las veces que lo ha contado, pero responde a las preguntas con paciencia y muestra la denuncia y las conversaciones de Whatsapp previas con el presunto autor de un delito de tenencia ilícita de armas y lesiones: «Yo solo quiero que se sepa la verdad y que la gente no ande con una pistola por León».
Agentes de 👮♀️ 👮♀️ #Tu092León detienen a un hombre en la mañana del domingo, en el Paseo de Papalaguinda de #LeónEsp , tras amenazar a otra persona con una pistola que resultó intervenida.#SeguridadCiudadana #PolicíaLocalCercaDeTi pic.twitter.com/eg3kunOyi9
— Policía Local de León (@LeonPolicia) February 2, 2025
El reloj marcaba las 13:00 horas, Diego, militar con 23 años de experiencia, acude a reclamar al otro hombre el dinero que le debe. Este niega que eso sea así mientras Diego insiste y le dice «te has ido sin pagarme». Una conversación de segundos que se rompe cuando este hombre, según las declaraciones del denunciante, «se metió la mano por el pantalón, sacó una pistola, la montó y me apuntó». Con la frialdad de la experiencia en Afganistan y Líbano, con los años de trabajo y la formación recibida Diego actuó «por instinto». Lo cuenta y lo repite, casi tan rápido como pasó.
Ospina
«Yo ya me fui encima, lo reduje, le hice una llave, lo desarmé, bloqueé la pistola, le bloqueé la corredera para que no pudiera disparar, tiré la pistola para un lado, lo bloqueé en el suelo y lo tuve ahí reducido diciéndole a la gente que llamara a la policía».
Preocupado por la situación recuerda el jaleo que se montó en la zona en un momento. «Había niños jugando en el parque de al lado, la gente en el rastro. Pudo ser una desgracia», relata mientras su mujer Yaqueline reconoce que «fue una suerte que yo no estuviera allí y llegué después porque no sé como habría actuado».
Sigue con dolor en los hombros, las rodillas algo magulladas y una pequeña brecha en la zona de la ceja izquierda que no recuerda cómo se hizo. «Todo fue muy rápido, no pensé y cuando vi la pistola actué por instinto», reconoce mientras se toca la zona del ojo. En el momento, el detenido dijo a la Policía que esa pistola no era suya, pero los testigos del lugar y las huellas marcarán la realidad del relato de unos minutos que rompieron la calma de la ciudad.
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«La gente vio que él fue el que me encañonó», recuerda el militar de 43 años. Natural de Colombia vino a España con 21 años «buscando la tranquilidad que tiene León» donde ha formado una familia que «no se quieren ir de aquí». Ahora ha vuelto a la Brigada Paracaidista «porque un paraca siempre vuelve», dice con orgullo. Trabaja en Paracuellos del Jarama (Madrid), pero vuelve a León cada fin de semana o en cada permiso, porque aquí tiene su vida, a su familia y a sus amigos.
La conversación la interrumpe el teléfono, uno de sus mandos superiores llama para interesarse por su estado de salud y Diego vuelve a contar toda la historia: «Fue instintivamente». Cuando cuelga sigue sin entender cómo una persona puede ir armada por una calle de una ciudad como León y mantiene que «es un peligro».
«Se la quité rápido. Yo creo que es la instrucción. Me apunta, me le acerco rápido, le quito el arma y la tiro. Luego le hago otra llave y lo tiro al suelo y ahí me quedo con él aguantándolo». Mientras lo relata hace los gestos que debió hacer en el momento, aunque es difícil seguir sus manos.
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