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Sus historias son de lo más variadas. Por lo general, han vivido, desde el día de su nacimiento, una situación complicada, más incluso que la difícil realidad sanitaria que se vive a nivel mundial desde el pasado mes de marzo, lo que les ... ha llevado a necesitar de este programa. Son 34 menores leoneses sin un hogar en el que confinarse, que por diversas causas han sido separados de sus progenitores y están a la espera de poder disfrutar del espacio que todo niño necesita para desarrollarse como persona de forma adecuada. Son menores en busca de una familia que les acoja.
Camino Sanz y Olga Rodríguez son las técnicas de Cruz Roja encargadas del Programa de Acogimiento Familiar, además de ejercer como trabajadora social y psicologa de los participantes. Su misión es ofrecer a estos pequeños una alternativa al centro de menores y que, en cambio, puedan disfrutar de un entorno familiar estable de forma temporal hasta poder resolver su situación. Actualmente, son 92 los niños acogidos por un total de 62 familias en la provincia de León, una cifra que si bien es alta, aún deja a más una treintena a la espera de un hogar, pues la pandemia dificulta la búsqueda de acomodo para ellos.
El objetivo: «Que tengan una alternativa familiar, una temporal», señalan. «El objeto final del acogimiento siempre será que los menores retornen a su familia biológica o, en los casos que esto no pueda ser así, acaben en una familia de adopción de forma permanente. Pero mientras tanto, será la familia de acogida la que funcione como puente en este proceso, alguienque asuma la responsabilidad de cuidar de ellos hasta que su futuro se defina».
Muchos de estos menores han nacido en el seno de familias con situaciones que las técnicas califican de «complicadas» e «importantes». Aunque la problemática es muy variada, «cada una es diferente», abarcan cuestiones de suficiente gravedad como para tener que tomar la decisión de retirar la tutela del menor. Más allá de situaciones económicas, muchos provienen de conflictos «cronificados», tales como «problemas de salud mental o toxicomanías», que desembocan en «negligencias de su cuidado».
La intención es alejar de estos ambientes problemáticos al menor, pero con la intención de «que pueda retornar a su familia biológica una vez que hayan salido de estas dificultades que han provocado la separación», todo esto sin que el menor pierda la posibilidad de crecer dentro de una familia, pues «el éxito del programa comienza cuando el menor tiene una familia donde crecer».
«Todos necesitamos una familia para desarrollarnos», indican las técnicas de este programa de acogida. «Es el espacio más adecuado para que cualquier ser humano pueda desarrollar su personalidad de la mejor de las maneras. Nuestra familia es la que nos enseña a relacionarnos, las normas de convivencia, nos enseñan a integrarnos en la sociedad. Todo el aprendizaje, desde que somos bebés hasta que somos independientes, se adquiere en un ambiente familiar. Es el mejor espacio para desarrollar estas condiciones».
El problema llega «cuando no se puede hacer con nuestra propia familia», que son los casos que tanto Camino como Olga manejan, pues en esas situaciones «lo mejor es una familia externa que nos ayude a desarrollarnos de forma adecuada».
«No buscamos un perfil concreto. Con hijos o sin hijos. Con pareja o monoparentales. Lo único que buscamos es una estabilidad social, económica, familiar y emocional». Esos son los cuatro requisitos para ofrecer una solución temporal a estos menores. «Además hay un curso de 12 horas, que ahora hacemos online por la pandemia, para clarificar los aspectos del acogimiento, para que las familias lo tengan claro, se sitúen y decidan si quieren seguir adelante».
A partir de ahí, se realiza una valoración en profundidad, donde se buscan los puntos fuertes y débiles, de forma que se pueda encajar al menor en la familia del tipo que mejor se ajuste a su circunstancia. «Se hace un informe con todos los datos y se presenta a la Comisión de Infancia, que decide si esa familia es idónea para ese menor o no».
A partir de ahí, comienza el trabajo con el menor, hasta que llega la separación: «No es fácil, pero saben que el acogimiento tiene un inicio y un final. Su misión también debe ser ayudar al menor en este transito, ayudarles a retornar a su familia biológica, o en caso de que la reunificación no sea posible, a su familia de adopción», explican. «Es importante entender la función, saber atender al menor y ayudarle a avanzar hacia su futuro».
La familia de Mapi es una de las 62 acogedoras de León. Su caso, además es excepcional, pues aunque comenzaron en 2015 como acogida temporal de niños de entre 0 y 3 años, ahora, cinco años después, son de acogida permanente, una alternativa hasta la mayoría de edad que surge cuando existen dificultades a la hora de encontrar una familia de adopción, muchas veces ligadas a enfermedades o grandes discapacidades.
Ella se lanzó al programa tras un comentario de una amiga suya, quien le comentó que una madre había rechazado a su hijo tras el parto. «Hasta el día de hoy se me ponen los pelos de punta. No lo entiendo», explica. «Puedo entender que por circunstancias económicas digas que no puedes mantenerlo o que no estás en la situación adecuada y pidas ayuda, pero llegar y decir que se lo lleven Servicios Sociales porque no lo quiere no. Por eso, en ese momento dije, para esas madres que no quieren, yo estoy aquí».
Tanto su marido, como sus dos hijos biológicos, apoyaron a Mapi desde el inicio. «Él es uno más en casa, es mi hijo, sus hermanos, sus abuelos. Somos su familia». El menor ya suma cinco años con ellos, por circunstancias ajenas al programa que han obligado a alargar la situación, sin embargo ella revive visiblemente emocionada aún un momento concreto: «El año pasado lo pase especialmente mal porque había una familia que lo iba a adoptar. Luego no salió, pero lo pase mal».
Ser una familia de acogida no es sencillo, «necesitas armarte de paciencia», pues muchos de estos menores vienen de vivir situaciones complicadas, lo que te obliga a «tener que ponerte en sus lugares». Una experiencia que aunque «no es fácil», Mapi asegura que es «muy bonita, y aunque al principio «se afronta con muchos miedos», después «merece la pena».
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