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Desde hace una semana Ángel Santamaría no puede salir a la calle sin recibir una felicitación. Baja a por el pan, y le saludan con un «enhorabuena». Acude a la cafetería y le reciben como a todo un héroe. El otro día, fue a cortarse el pelo y el peluquero se deshizo en lisonjas. ¿La razón? Ángel se ha graduado en Historia del Arte a sus 81 años y la Universidad se lo comunicó a los medios. A partir de ahí, todo lo demás vino rodado. Ángel, sinceramente, se siente un tanto abrumado y cree que todo está «un poco desorbitado».
Lucio Ángel Santamaría, Ángel para todos aquellos que le conocen, se matriculó en Historia del Arte en el año 2014. El pasado cuatrimestre presentó su TFG sobre la 'Arquitectura renacentista en la Catedral de León' y se graduó con éxito. Lo que para el resto es todo un éxito, incluidos sus profesores -los cuales lo califican de «ejemplo-, para Ángel no tiene mayor importancia.
«Estaba jubilado, había enviudado y era una forma distinta de mantenerme entretenido», explica sin alharacas explica este leonés dedicado toda su vida a la ingeniería de obras públicas. «Mi profesión siempre me hizo estar relacionado con cuestiones de tipo técnico, así que pensé que podía dar un giro de 180 grados y dedicarme a una carrera de humanidades».
Pronto le sedujo la idea de matricularse en Historia del Arte: «Siempre he sido lector. Me ha gustado indagar sobre el arte, pero como aficionado, así que me dije: vamos a profundizar un poco más».
Y así fue, hace ahora nueve años, nuestro protagonista de matriculó y, con 73 años se vio rodeado de jóvenes de 18 años recién salidos de la Universidad. Algo que podría resultar chocante para ellos, pero él, una vez más, lo explica con sencillez y sin recrearse: «A lo mejor ellos pensaron en un primer momento qué hacen estos viejos aquí -Ángel no era el único alumno de la tercera edad-, pero luego la relación fue estupenda, incluso hemos hecho muchos trabajos en común».
Precisamente, la cuestión práctica, relacionada con la informática, fue la que más cuesta arriba se le hizo a Ángel durante este periplo de ocho años de carrera: «Las metodologías de trabajo han cambiado mucho desde la última vez que fui a la Universidad. Sobre todo, el hecho de tener que trabajar con el ordenador, que eso ya se me hacía más cuesta arriba».
Y es que Ángel finalizó sus estudios en Madrid en el año 1968. Curiosamente, el año universitario con mayor repercusión en Europa del último siglo. Preguntado por ello, sonríe y comenta con socarronería: «Sí, sí fue un gran año para estar en la Universidad». No obstante, no todo fue reivindicación y nuevos vientos de libertad. El graduado en Historia del Arte compara la institución de antes y la de ahora y no puede por menos que lanzar una exclamación: ¡Muy diferente! Fíjate, entonces íbamos a clase con chaqueta y corbata. Antes, tratábamos a todos los profesores de usted y Dios me libre de que hubiera un tú. Ahora no es así».
Y si bien este ingeniero jubilado agradece que la Universidad sea ahora un centro más abierto, reconoce que es incapaz de tutear a los profesores: «Al menos, cuando estamos en la clase. Fuera de ella, sí, me tuteo con muchos».
Joaquín García Nistal, profesor titular de Historia del Arte en la Universidad de León, fue el tutor del Trabajo de Fin de Grado (TFG) de Ángel Santamaría. Y piensa, a diferencia de su alumno, que lo logrado por el jubilado sí es digno de ser destacado. «Tenemos alumnos de todas las edades, pero el caso de Ángel no deja de ser extraordinario. Uno de esos estudiantes ejemplares en todos los sentidos, que llega todos los días a clase con muchísimo ánimo de aprender, que es perseverante, al que le mueve la pasión y, sobre todo, con muchísimas ganas de seguir mejorando».
Alumno diligente y aplicado, siempre disfrutó de acudir a clase y siempre se sentaba en la primera fila. Esto último, confiesa, es «porque si no me pongo adelante no veo». La pandemia le afectó, eso de las clases telemáticas no era lo suyo: «Era muy raro ver al profesor en una pantalla, contestar a través de ella… Se me hacía muy raro y, además, dificultoso, porque muchas veces no sabía cuál era la tecla que tenía que pulsar para que se me oyera o se me viera».
En cualquier caso, nada de esto le desanimó y, salvo por una enfermedad que le dejó uno en blanco, persistió en su empeño de sacarse la carrera. Cuando llegó el TFG lo tuvo claro. Como buen leonés que siempre ha vivido aquí, se decantó por realizar un estudio pormenorizado de la arquitectura renacentista de la Catedral de León. Aprobó, por supuesto.
Todo un logro considerado así por sus profesores, allegados y compañeros, pero no para Ángel, que no cree que la edad suponga un argumento para obtener un mayor reconocimiento que cualquier graduado. «Bueno, no todo el mundo se saca una carrera con 80 años», le decimos. «Otras cosas harán que a lo mejor son más importantes», exclama absolutamente convencido.
«Ángel, puede que con esta entrevista le felicite todavía más gente», bromeamos. «Hoy entré en la Farmacia y lo mismo, casi no me atrevo a salir de casa», nos devuelve el chascarillo.
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