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Después de haber vivido la Guerra Civil en el bando republicano, el asturiano Cástor González fue enviado al campo de concentración de San Marcos (actual Hostal) en febrero de 1938. Tras un consejo de guerra del que fue absuelto de los posibles delitos de ... sangre, fue condenado a tres años de cárcel.
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Pero Cástor no fue un preso cualquiera, como recordaba en este reportaje su hijo, Cástor G. Ovies. Sus dotes artísticas no pasaron desapercibidas para los encargados de dirigir el duro penal leonés. Allí le encargaron la decoración del suelo del claustro de San Marcos, el diseño de la hornacina para el Sagrado Corazón de Jesús y el de la medalla creada como regalo en conmemoración de la entronización de aquella imagen religiosa.
Sus dibujos, que regalaba altruistamente a compañeros de presidio, fueron plasmando las vivencias terribles de los reos de San Marcos. Dibujos a mano alzada del edificio, de sus interiores y la que es quizás una de sus creaciones más geniales: Marquitos.
Ahora, una vez que el actual Parador de Turismo ha reabierto sus puertas, Paradores ha contactado con Cástor G. Ovies para poder contar con los dibujos de su padre y así explicar la historia del campo de concentración.
«Van a hacer un espacio explicativo de San Marcos como campo de concentración, y para ello me pidieron imágenes, dibujos o fotografías de mi padre para incluirlos en unos paneles informativos», comenta Cástor.
Así, Marquitos y los geniales dibujos del asturiano ayudarán a trazar la historia de un espacio que tuvo muchos usos a lo largo de la historia, siendo la de penal la más funesta de sus funciones.
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