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El sistema sanitario ha estado al límite. La sociedad lo escucha constantemente, pero quizá, empatizar en primera persona con aquellos que lo han sostenido reste impermeabilidad a esa realidad. Para ello es importante saber, que detrás de estos ahora llamados héroes, ... hay sacrificio y sufrimiento personal. María José Castro, enfermera y supervisora de esta área en el Hospital de León, narra cómo han sido los peores días de la pandemia de la covid-19 en el complejo asistencial leonés, con la clara intención de representar a todo el colectivo profesional que ha soportado la salud de los leoneses.
«Inicialmente preparamos unas camas en una unidad de hospitalización, pero se fue extendiendo y ha sido realmente duro, inesperada, insospechada. Nadie estaba preparado», relata María José, que no ha estado en la línea directa asistencial de la pandemia, pero que ha vivido la tensión de organizar a todo el personal de enfermería en momentos de máximo cambio.
Con un virus descontrolado, «en menos de un mes, el hospital cambió». Todo se dio la vuelta, y ante esa vorágine a la que hay que enfrentarse para salvar vidas, fue fundamental «hacer cambios considerables de espacios, plantillas, turnos de trabajo y sistemática para adaptarnos al cuidado del paciente». Echar la vista atrás para María José es moverse entre dos polos sentimentales, el primero, es el del orgullo. «La respuesta de los profesionales ha sido admirable, se han cambiado puestos de trabajo habituales para atender a los enfermos y eso es un esfuerzo añadido porque adquirir conocimientos en tiempo récord es difícil».
En el lado opuesto, se encuentran las sensaciones más amargas, las que más han marcado a estos profesionales y que tiene que ver con el aspecto del cuidado. No sólo el trato terapéutico, sino además conseguir hacerlo de una manera sensible en una enfermedad que, por tratamiento, aísla al paciente. Al ser esta una entrevista escrita, no se puede escuchar la voz emocionada con la que María José cuenta el haber sentido la soledad del enfermo y tener muy pocas herramientas para mitigarla, con la cierta impotencia que eso debe producir en una profesión cuya razón de ser es evitar cualquier tipo de dolor. «Vivir una enfermedad solo supone aumentar el sufrimiento y uno de los objetivos prioritarios fue pararlo, y sobre todo en momentos finales de la vida cuando se acercaba el desenlace indeseado y no podía entrar el familiar».
Pronto se dieron cuenta de que tenían que adaptar también ese proceso en una soledad que no estaban acostumbrados a tratar. Por eso, cuando el final iba a ser el fallecimiento, se empezó a permitir la entrada de un familiar bajo medidas de seguridad y también comenzaron con las iniciativas de cartas a los pacientes, móviles, trípticos de ejercicio, libro o apoyo psicológico. «Esto nos ha dejado mucha huella. Ese sufrimiento ha sido lo peor. Lo duro no ha sido el trabajo sino ver esa soledad en el desenlace y ver a los familiares… me emociono. Se han vivido momentos muy tensos».
Pero para María José no hay tiempo para el desanimo y quiere seguir trabajando en lo que toque ahora por llegar, reconociendo la labor una vez más de todo el trabajo del Hospital de León, en cada una de las fases de su cadena. «En tiempo récord, hemos adaptado procesos para garantizar la calidad y conseguir recuperar el aspecto humano que esta enfermedad nos quita».
Y todo esto lo afronta también desde su propia soledad. «Yo me aislé desde el principio de mi familia y hace dos meses que no los veo por el temor». Nadie al llegar a casa. Nadie con quien compartir algo de carga de un día a día que se movía entre el sufrimiento de pacientes y compañeros, y el trabajo con unos medios materiales limitados. «Siempre hemos tenido material, pero hemos tenido que optimizarlo y hacer un uso responsable, trabajando con la idea de un posible riesgo de desabastecimiento total porque la mayoría del material viene de China y era una escasez a nivel mundial, no sólo en la comunidad o en España».
Ahora, después de haber pasado las peores circunstancias de una realidad que nos ha engullido a todos, tratan de salir de un pozo en el que casi se toca fondo. «El Hospital está mejor en cuanto a enfermos covid, pero aún queda mucho por hacer. No nos podemos relajar y volver a la nueva normalidad no es fácil. Cuando llegue el momento, habrá que reflexionar y aprender, porque sin duda esto nos enseñará en la práctica asistencial».
Y para no volver a una tesitura límite, María José hace «un llamamiento a la responsabilidad individual», ahora que algunas imágenes de zonas en fase 1 no transmiten demasiada confianza en que se haya aprendido de los errores. «Hay que ser conscientes de que esto, para que salga bien, es cosa de todos. No podemos volver a esa situación porque los sanitarios estamos muy cansados y otro crecimiento exponencial sería muy duro».
Con el nerviosismo propio de alguien que se toma en serio lo que quiere contar, María José se despide de la entrevista con un último mensaje. «De esto, me quedo con lo bueno. Me siento muy orgullosa de pertenecer a este equipo, de la implicación de cada uno de los trabajadores, cada uno en su puesto. Ha sacado lo bueno que llevamos dentro: superación, esfuerzo y dedicación».
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