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A. CUBILLAS
Domingo, 29 de abril 2018
La magia no logró fraguar el milagro. No hay manera de que el pueblo de León y el Cabildo de San Isidoro se pongan de acuerdo en la tradicional ceremonia de las Cabezadas, en un eterno debate, que dura ya siglos.
En esta ocasión, no fue necesaria la rogativa de la lluvia, como ocurriese en el año 1158, si bien, dio la tregua justa para vivir en claustro de la Real Colegiata un intenso debate que, pese a los intentos, de uno y otro, acabó en tablas.
No quiso el joven capitular del Cabildo de San Isidoro hacer historia, como así le emplazó el representante del pueblo, el concejal Fernando Salguero, que le brindó una barita magia para convertirse en el Harry Potter de León y lograr lo imposible.
«Haga historia, Don Luis», emplazó el síndico municipal, que hizo alusión a la conmemoración de las primeras cortes parlamentarias para recordar que fue el rey Alfonso IX el que estableció que el pueblo era libre y, «como tal, la ofrenda es libre y voluntaria».
Pero no hubo manera. Su rival, el canónigo y director del Museo de San Isidoro, Luis García Gutiérrez, se mostró convencido de que si la sequía que «llevó a los pantanos leoneses a los medios leoneses» hubiera persistido, el pueblo de León hubiese paseado de nuevo las reliquias de San Isidoro y «humildes hoy» estarían reconociendo este foro.
«Ahora, con ego renovado viene aquí a defender la oferta. Pero no se arrugue por conocer la verdad. Dicen que si dicen verdades se pierden amistades. Yo no quiero perder la suya pero en honor a la verdad debo decir que esto es un foro».
Además, parafraseó a Mariano Rajoy durante su visita a León, y recordó que «sin León no hubiera España, en cumplimiento con la ley». Y por ello, emplazó a Salguero a hacer caso a «su jefe y reconocer que el pueblo viene hasta aquí a cumplir con la ley».
Tanta cabezonería, continúo, que incluso hizo alusión a la fábula de Esopo, en la que la tenacidad de las dos cabras, las llevó directamente al río. Y por ello, remarcó la obligatoriedad de una ofrenda «tacaña». «SI calculamos el valor de un cirio de arroba bien cumplida y dos hachones de buena vela vemos que apenas cuesta como un adoquín de Ordoño II».
Un tira y afloja al que no puso paz ni tan si quiera el codiciado y misterioso vino de la barrica de Santo Martino, cuba de la que únicamente se extrae caldo en Jueves Santo. El síndico municipal pedía probar el vino, hacer una fiesta «y hacer uso de lo que decía Viñayo, que el vino nos tiende la cariño y al convivencia. A veris bebemos ese vino y celebramos que el pueblo viene libremente».
Por su parte, el representante de San Isidoro llegó a ofrecer al munícipe, si cambiaba de criterio, un brindis con el vino que atesora la cuba que habría rellenado Santo Martino por primera vez en el siglo XII. Pero no se selló un acuerdo, que tendrá que esperar al 2019. Y así, a golpe de bastón, la corporación municipal abandonó San Isidoro tras cumplir con la tradicional ofrenda.
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