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Las superbacterias ya están aquí, entre nosotros, y no hay medicamento capaz de destruirlas. En 2050 matarán a 10 millones de personas en una pandemia silenciosa y sin precedentes creando un problema de salud global.
No es esta la sinopsis de ninguna película catastrofista si ... no la realidad contra la que intenta luchar el biotecnólogo César de la Fuente, formado en la Universidad de León y elegido por Forbes como uno de los protagonistas del cambio.
De la Fuente forma parte de la primera promoción de la Licenciatura de Biotecnología leonesa y fue en esta facultad donde nació la idea con la que ahora «crea» estos nuevos medicamentos. Él lidera el Machine Biology Group. «Ahí comencé a fomentar mi pasión por la investigación y fue el inicio de mi carrera», ha detallado el biotecnólogo quien realiza este estudio en la Universidad de Pensilvania, una de las más antiguas de Estados Unidos y en la cual han estudiado personas como Noam Chomsky o Elon Musk.
Aunque lleva tres años en dicho lugar, no es la primera vez que César de la Fuente vive en Estados Unidos ya que antes trabajo en el MIT de Bostón y en Cambridge, además de realizar el doctorado en la Universidad de British Columbia en Vancouver, (Canadá). «Me he movido pero siempre intentando aprender más y crecer como persona y como científico», afirmó.
Lo cierto es que currículum está lleno de reconocimientos puesto que en 2021 fue reconocido con el Premio Fundación Princesa de Girona Investigación Científica 2021 para el que el jurado destacó su «liderazgo y excelente trayectoria científica en el campo de la biología computacional que aúna una productividad científica extraordinaria con una capacidad de transferencia de la tecnología desarrollada».
Además, De la Fuente fue designado en 2020 «mejor investigador joven de EE.UU.» por la American Chemical Society y en 2019 elegido «uno de los diez mejores innovadores del mundo menores de 35 años en ciencias de la vida y la salud» por el Instituto Tecnológico de Massachusetts (MIT).
Respecto a su investigación, recuerda De la Fuente que cada vez hay más superbacterias resistentes a los antibióticos actuales. «Hay pacientes que van a los hospitales hoy en día con infecciones intratables», destaca César.
Así su objetivo, al trabajar con Inteligencia Artificial, es acelerar el proceso de creación de nuevos antibióticos. «El ordenador nos da unas estructuras y nosotros, usando química, podemos sintetizar y crear dichas estructuras en laboratorio», explica el biotecnólogo quien asevera que después testan esa creación con bacterias reales.
Una investigación que tiene múltiples opciones ya que permitirá realizar antibióticos especializados para diferentes superbacterias así como realizar otro tipo de medicamentos modificando el espectro de acción. «Es posible que las herramientas computacionales que estamos desarrollando puedan ser extrapoladas a otro tipo de medicamentos en el futuro», matiza el investigador quien reconoce que la pandemia del coronavirus ha puesto de manifiesto la importancia de la salud y de la ciencia para poder desarrollar intervenciones y estrategias en este campo.
Respecto a la superbacteria, esta es una pandemia que existe y amenaza a la humanidad pero para la que apenas existe investigación ya que hay pocas compañías enfocadas en paliar este problema. «Me preocupa bastante que haya tan poca masa crítica de gente trabajando en un ámbito que tiene mucha relevancia en cuanto a salud global» destaca el científico.
La razón de esta falta de investigación no es otra que el interés pecuniario. «Los antibióticos son medicamentos baratos que, una vez que se aprueba su uso en humanos, las compañías no pueden recuperar el dinero invertido», asegura De la Fuente subrayando un problema multifactorial. De este modo, este tipo de investigaciones quedan en manos de laboratorios académicos así como de la inversión pública para poder erradicar un problema mundial, una eterna petición.
Y es que los resultados de este tipo de investigaciones, además, no son inmediatos. Un ejemplo de ellos es la liderada por César de la Fuente está en fase preclínica, «la media para desarrollar un antibiótico es de unos diez años», aclara aunque bien es cierto, que él lidera uno de los primeros grupos que ha incorporado herramientas de inteligencia artificial para el diseño antibióticos, «todavía estamos aprendiendo a caminar, viendo las fronteras del conocimiento» detalla mientras pone de manifiesto su anhelo, «nuestro sueño es que lo que estamos haciendo hoy, en un mañana, ayude a la gente».
Un sueño que comenzó en la Universidad de León gracias a dos prácticas que realizó dentro de sus estudios. En una de ellas sintetizó una aspirina, un experimento que le dejó marcado, «vi que se pueden simplificar medicamentos», apuntó mientras que también trabajó con bacterias en la ULE.
«Son dos prácticas que me han perseguido toda mi carrera. Siempre he estado obsesionado con las bacterias, con lo rápido que pueden crecer ya que se replican en cuestión de minutos», detalla «Estos conceptos me fascinaron, me quedé fascinado de ellos en mi tiempo en León y han continuado conmigo a lo largo de los años», puntualiza poniendo en relieve cómo la universidad caló en él y la importancia de la investigación pública para paliar las pandemias del mañana.
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