Ante el caos, silencio. El más absoluto de los silencio, atronador y estremecedor. Fue la respuesta de París frente a la desoladora imagen de las llamas devorando la Catedral de Notre Dame, uno de los emblemas de Francia.
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Silencio al que, como ... los miles de parisinos que estaban en el entorno de 'Dama' de París, sucumbió Guzmán Llamas, un leonés que la causalidad hizo que viviera en primera persona la herida del fuego en una de las mayores joyas del gótico.
«El puente estaba abarrotado, observando atónitos el atroz espectáculo del fuego. Eran cientos los teléfonos móviles capturando las imágenes, pero no se oía nada. Todo el mundo permanecía en un abrumador silencio», recuerda Guzmán, tras regresar a León.
En su memoria, intacto, la tarde del lunes. Era su último día en París. Había viajado con su pareja Eva, era su segundo viaje a la capital de Francia pero el primero con su pareja. Por ello, en su itinerario estaban las asignaturas pendientes que ambos habían dejado en sus primeras visitas. Notre Dame no estaba en la lista. Sin embargo, el destino cambió sus planes.
«Estábamos dando un paseo por el barrio Latino y nos dirigíamos al metro cuando de repente empezamos a ver un montón de humo, amarillento», señala Guzmán, que recuerda que en ese momento aún «reinaba» la tranquilidad a su alrededor, aunque pudieron escuchar a varias personas contactando con los Bomberos.
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Apenas les separaba 500 metros de Notre Dame. Sin embargo, nunca pudieron imaginar lo que realmente estaba detrás de ese humo, al que se aproximaron. «Bajando, una señora se nos acercó y nos dijo que estaba ardiendo Notre Dame. No la creíamos, pensábamos que no le habíamos entendido».
Unos minutos después, Guzmán y Eva se dieron de bruces con la realidad. «La catedral estaba completamente envuelta en una humareda de color amarillo que, posteriormente, se tornó en negro. Y, de repente, todo empezó a arder. En cuestión de minutos, todo eran llamas».
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A su alrededor, cientos de personas que, como estos dos leoneses, tampoco salían de su asombro ante la imagen que estaban presenciando. «La gente se mostraba incrédula, no se lo creían hasta no verlo. Muchos se llevaban las manos a la cabeza, otros se echaban a llorar. Fue terrible». Incluso, recuerda, los policías que procedieron a acordonar la zona.
Minutos después, la pareja decidió acercarse un poco, dirigiéndose al río, situándose en un puente que «estaba completamente abarrotado. Allí vimos cómo se cayó la aguja».
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Casi tres horas presenciando la dantesca imagen que, durante unos minutos, dejó un contraste que se grabó a fuego en la memoria de Guzmán. «Las llamas devorando Notre Dame y de fondo el parpadeo de la Torre Eifel. Fue un momento sobrecogedor». Era el choque frontal entre la ruina y el esplendor.
Tras casi tres horas viendo el incendio, a las nueve de la noche, decidieron regresar al hotel. Lo hicieron en silencio, el mismo en el que, recuerda, estaba sumido la ciudad.
«La gente observaba sus móviles, seguía en directo el incendio», apunta Guzmán, que no pensó en la destrucción completa del templo. Ni en ello ni en nada, porque, según reconoce, «en ese momento no te da tiempo a pensar en nada. Era un impacto lo que estaba viendo».
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Al día siguiente, pusieron rumbo a León, aún con la mente en el entorno de Notre Dame.
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