Ana González
León
Miércoles, 3 de julio 2019, 15:30
Con 18 años conoció en el bar en el que trabajaba a una familia que en verano acogía a niños saharauis. Se enamoró de su sonrisa y su alegría y desde que tuvo los recursos necesarios para participar, su casa se convirtió cada verano desde ... hace ya tres años en el hogar de un niño refugiado.
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La historia de Ruth Fernández, madre de acogida, es la de tantas otras familias que participan en el programa «Vacaciones en paz», que desde hace 40 años busca ayudar a los más pequeños de uno de los campamentos de refugiados de la Hamada argelina, un desierto de piedras donde no crece nada.
La concejala de Familia y Servicios Sociales, Aurora Baza, ha recibido a los 15 niños saharauis que participan este año en el programa organizado por la Asociación Saharaui para el Desarrollo de León. Uno de ellos es De, que va a pasar por cuarto año consecutivo el verano en Valencia de Don Juan con la familia de Inmaculada Ruelmo.
«Su hermana pasa 10 meses durante el curso estudiando gracias al proyecto Madrassa y en verano viene él», asegura Inmaculada, una veterana en las acogidas que lleva 20 años abriendo las puertas de su casa a niños saharauis. «Yo llevo 20 años, he tenido 3 niños de diferentes familias y la experiencia con todos ha sido fenomenal», y recalca que nunca ha tenido «ningún problema con ninguno de ellos».
Los niños disfrutarán del verano leonés hasta el 3 de septiembre, y en estos dos meses no tendrán tiempo para aburrirse. «Hacemos de todo, porque vienen con mucha energía: piscina, monte, ir a la playa que les encanta, todo lo que se puede, y ellos encantados», asegura Ruth Fernández, que por tercer año consecutivo acoge a uno de estos niños.
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Con el deseo de que más familias se animen a acoger estos pequeños, los padres que ya han probado la experiencia animan a todos los leones a sumarse a esta iniciativa que, como recalcan, no supone un esfuerzo económico tan grande como se piensa, ya que tanto la ASPED como la Junta financian parte del proceso. «Es una pena que que no haya más gente que se anime a acoger», lamenta Ruth Fernández, y asegura que «económicamente no es algo que te suponen tanto esfuerzo y lo puedes hacer con bien poco si te lo propones».
Las sonrisas de los niños y niñas saharauis se convierten un año más en el motivo de ilusión de 15 familias leonesas que tiene como objetivo que olviden durante dos meses el calor sofocante del desierto de piedras en el que viven. León se convierte así en una ciudad que abre sus brazos, un verano más, a los pequeños que más lo necesitan.
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