«Ha sido apasionante». Apasionante de principio a fin y eso que el principio y el fin se encontraban separados por 620 kilómetros. Esa distancia es la que separa Boca de Huérgano en León hasta Oporto en Portugal a través de los ... ríos.
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En medio, saltos pantanosos, esclusas, tramos de enorme atractivo, aguas cristalinas y tramos envueltos por la contaminación. Una aventura que dos leoneses, Ramón Gutiérrez y José Manuel Talón, han convertido en realidad después de 12 días 'navegando' y 350.000 paladas sobre su piragua.
«La verdad es que era una idea que tenía antes de ir a cruzar el Atlántico», asegura Ramón Gutiérrez, el empresario y deportista que se ha subido a mil batallas en escenarios tan diversos como el desierto o los océanos.
Este verano el sueño de realizar ese recorrido se convirtió en realidad y no perdió la oportunidad: «Además iba acompañado de un buen amigo y entre dos todo es más llevadero porque te da la oportunidad de ir conversando a medida que avanzas en el recorrido«.
Desde León hasta oporto siguiendo el cauce del río no era «un simple viaje» era una oportunidad para «disfrutar de la enorme diversidad natural que se te presenta durante el recorrido. Ha habido momentos buenos y menos buenos, pero creo que lo hemos disfrutado muchísimo«.
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Con un furgón de apoyo, una hoja de ruta que no siempre se pudo seguir al pie de la letra y doce días por delante los dos aventureros se lanzaron este verano a las aguas del Esla hasta desembocar en el Duero, el río que les sirevió de guía hasta Oporto.
Cada día Ramón y José remaban durante seis horas y la jornada en la que más tramo recorrieron fue 75 kilómetros. «Una locura, pero los hicimos», recuerdan ahora.
De esa aventura queda un buen número de imágenes y un vídeo promocional de tres minutos y medio previo uno que se editará con posterioridad y que tendrá una duración de media hora.
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Lo más impresionante durante el trayecto, «cómo va cambiando el agua, del agua cristalina saliendo de León hasta tramos en los que se vuelve muy turbia por la contaminación». Cambia el agua y cambia el escenario que entremezcla verdes, ocre y amarillos a partes iguales con azules y blancos. Toda una tentación «por la diversidad, de verdad que no hay ni un minuto de tiempo para aburrirse».
Finalizada la aventura queda el recuerdo y en él la sensación cierta «de que hay que concienciar a todo el mundo de lo importante que es conservar y cuidar toda la naturaleza que nos rodea«.
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