«Ego, Vrraka, Domini institutione totius Yspanie regina». No de León, no de Castilla, no de León Castilla, no de Galicia, no de Toledo, «Señora y reina de todas las instituciones de España» es el título con el que Urraca firma su primera carta como ... reina. Luego, sí, utilizará otros títulos, incluyendo como su padre y como su hijo, el de Emperatriz de España. Así aparece en las cartas recogidas por la directora de departamento Irene Ruiz Albí, en su recopilación de la cancillería de la reina.
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Hubo un tiempo en Europa en que la palabra «reina» significaba «esposa del rey». Incluso, si se quiere, «madre del rey». Luego, en 1109, a la muerte de su padre Alfonso VI, conquistador de Toledo, su primogénita, la infanta doña Urraca, era coronada reina «de toda España» como dice literalmente la primera las Cartas que firmó durante su reinado, una carta, como era tradición, que concedía privilegios a Nuestra Señora de Santa María, catedral de León. Naturalmente esa «toda España» no era exactamente la España que conocemos en el presente, pero sí su origen.
«Como los Decreta, o la Cuna del Parlamentarismo, vamos a intentar un reconocimiento universal de la Reina Urraca como la primera mujer que ostentó el título de rey en Europa y lo hizo de forma plena. Fue contemporánea de la Emperatriz Matilde que fue proclamada en Inglaterra, pero nunca coronada o recibida en Londres cediendo sus derechos a su hijo; Melisenda si lo fue de Jerusalén, pero fue, en su caso derrocada por su hijo Balduino III», explica Inés Prada que puntualiza que, «en todo caso ambas son ligeramente posteriores a Urraca y no ostentaron los mismos niveles de poder ni fueron victoriosas en las guerras que iniciarion».
Pero la misma palabra «reina», ya no significaba lo mismo. En ella y desde ella, el significado del término «reina» cambia para siempre para convertirse en la forma femenina de decir rey. ¿Y cómo van a conmemorar los leoneses el aniversario de la primera reina propietaria de Europa?
En 1126, un 8 de marzo -precisamente día de la mujer-, moría en Saldaña la que fue la primera mujer en toda Europa en reinar por derecho propio a título de rey. «Queen as King» -Reina como Rey», en una traducción aproximada como tituló en 2006 Therese Martín su libro «Políticas y Propaganda Arquitectónica en la España del Siglo XII», que venía a poner en gran medida patas arriba, la historia asumida hasta el momento, y otorgaba a la reina Urraca I el papel protagonista en la construcción de esa joya del Románico español que es San Isidoro de León. Martín, cuya calidad a la hora de escribir -algo de agradecer en una obra de un historiador del del arte- está como mínimo -y no es poco- a la altura de su rigor científico; titulaba el primero de los capítulos de su libro -en otra traducción aproximada-, «De mecenas a puta, ¿Cómo la Reina Urraca llegó de Allí a Aquí?». Bueno… Ramera, sería una traducción quizá más literal de «Harlot», que es la palabra que la norteamericana Therese Martín, miembro del CSIC, usa para contraponerla al papel de mecenas de la protagonista de su estudio. Pero «ramera», suena menos indignado frente a la sorpresa absoluta de lo que la «Historia» -o los historiadores- hicieron con una figura de quien fue ocultada por las generaciones posteriores hasta hacerla casi desaparecer. Y en lo tocante a su patronazgo más, más si cabe. Urraca tuvo, como cualquier rey de la época, hijos ilegítimos de su amante a quien reconoció y dio títulos y honores. No se lo perdonaron.
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Vivimos otros tiempos -afortunadamente- y cabría preguntar, ¿pero qué se sabe hoy -o se está dispuesto a saber- realmente sobre la reina Urraca?
Si se va a la pagina sobre la historia de la monarquía española en la web de la Casa Real, se encontrará que se mencionan dos reyes que en la península utilizaron -a la «Sacro Imperio»- el título de emperador: Alfonso VI -padre de Urraca- y Alfonso VI -hijo de Urraca-.
En el medio nada. Un vacío. Aún hoy. Borrada. Urraca Heredó todos los títulos de su padre y los transmitió íntegramente con un reino más en paz de lo que se encontró… pero las crónicas no lo trasmitieron así. Obviamente, no cabe pensar en intención en Casa Real cuando el próximo Rey de España será la Princesa Leonor, asumiendo un título al que dio carta de naturaleza su antepasada Urraca Alfonsez a través de quien llegaría a España precisamente la dinastía borgoñona Ivrea/Trastamara, antes de que fuera sustituida por otra borgoñona la de los Austria y quién logró deshacerse de un segundo marido, las crónicas dicen que maltratador, y con seguridad, alguien que pretendía reinar por ellas. A Alfonso el Batallador, que invadió Sahagún y León, lo expulsó Urraca de sus dominios. Al gran batallador que no perdió batalla alguna… salvo ante la reina de León. «Lapsus e inercias» que ya no caben en tiempos donde la historiografía recupera la importancia de mujeres que construyeron mano a mano el presente junto con los hombres con los que compartieron sus vidas.
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Sin escándalo mayor, sin embargo, a comienzos del siglo XII, Urraca se tituló «Emperatriz» de toda España como su padre. Como su hijo. Y así la reconocieron hasta su muerte tras ganar en el terreno de batalla lo que se le quiso negar por la fuerza y por la guerra. No lo consiguieron. No en su tiempo al menos.
¿Qué se va a hacer en León, qué en Castilla, qué en Galicia, qué en España, qué en Europa para conmemorar la primera de una saga a la que se unirá probablemente futura Reina Leonor?
Preguntada sobre la pertinencia o no de la celebración de un Congreso Internacional sobre la figura de Urraca I para 2026 como parte de las celebraciones del «Año de Urraca», Martin, investigadora del CSIC y directora de la prestigiosa Revista de Estudios Medievales Ibéricos (Journal of Medieval Iberian Studies), y que dará en León una conferencia precisamente el próximo día 9 de Junio en San Isidoro, confirma que «ya hay en marcha planes para celebrar un seminario internacional en el CSIC para contextualizar a Urraca entre otros gobernadores del comienzo del siglo XII», y considera «estupendo», que también se organice un congreso en León, «de hecho creo que habría que animar la celebración de múltiples eventos a lo largo del año para que la sinergia entre todos atraiga más atención mediática».
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No es la única, Irene Ruiz Albi publicó en 2003, de la mano del Centro de Estudios e Investigaciones San Isidoro y de la entonces Fundación Caja España -hoy Fundos-, su tesis doctoral «La reina doña Urraca (1109-1126) Cancillería y colección diplomática», donde recoge un total de 149 documentos sobre los que la reina -en ocasiones emperatriz- Urraca, «estampó» su firma. Albi, profesora titular del área de Ciencias y Técnicas Historiográficas de la Universidad de Valladolid, contesta sobre el posible acontecimiento, «por supuesto que me parece oportuno que la reina Urraca pudiera contar con un centenario. Creo -explica- que son eventos que, de alguna manera, reviven a estos personajes de la historia». Albi participó precisamente de forma muy activa en el congreso que sobre el conde Ansúrez, ayo de la Reina Urraca, que se celebró también por el 900 aniversario de su muerte.
Por su parte la Canadiense Lucy Pick, que cuenta con una espectacular obra sobre la figura del Infantazgo, «Her Father's daugher» –«Hijas de su padre»- desafortunadamente no traducida al castellano -al igual que no lo está de forma clamorosa, la gran obra sobre Urraca, del profesor Reilly- en la que analiza el carácter semi sacral de las Infantas de León -que los reyes de león no casaban a sus hijas es una característica particular de la dinastía astur-leonesa, también da la bienvenida a una «conferencia» sobre la Reina Urraca en 2026. «Pienso -argumenta Pick- que se ha realizado mucho trabajo sobre su figura en los últimos años y, desde luego, concluye, hay espacio para más.» Pick no sólo daría la bienvenida a un Congreso sobre Urraca, sino que afirma que tiene «la esperanza de acudir».
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Quizá una de las personas que ha arrojado una luz más clarificadora sobre el reinado de Urraca I es el Leonés H. Salvador Martínez, profesor emérito de la Universidad de Nueva York, y autor de La Rebelión de los Burgos, en la que analiza los cambios culturales, sociales y económicos, que se producen durante un reinado que se enfrentó a movilizaciones sociales sin precedentes en parte, según defiende, por la penetración en la península de formulas foráneas en gran medida bajo el impulso del tío materno de Urraca, el Abad Hugo de Cluny. Martínez que considera a Urraca I «mujer excepcional por munas razones», también piensa que no fue «la primera Reina por derecho propio que ejerció en solitario tal derecho» y para ello remite a la Introducción de su biografía de doña Berenguela la Grande. Tras la puntualización, considera, sin embargo, «muy pertinente celebrar un gran congreso internacional en el que los varios especialistas que se han ocupado de la reina Urraca I, puedan exponer sus puntos de vista sobre una personalidad tan controvertida por tantos motivos». «En una sociedad como la peninsular de los siglos XI-XII, -puntualiza Martínez- donde el poder estaba exclusivamente en manos de hombres, ver el torbellino, sino huracán, de doña Urraca que arrasa con todo (guerra civil, asesinato, adulterio, repudio, aborto, etc. etc.) debió ser algo que dejó a todo el mundo paralizado y con la idea de que estaba para llegar el fin del mundo, como propalaron los predicadores populares y los monjes escribas». Considera además «que hay suficientes materiales para profundizar científicamente en la vida de esta excepcional figura» vuelve a puntualizar que «una personalidad como Urraca hubiese provocado una avalancha de investigaciones entre historiadores franceses o ingleses.» Finalmente, Martínez menciona que «entre los varios movimientos feministas de hoy, no cabe la menor duda que la profundización teórica sobre el comportamiento de Urraca, una vez conocida la verdad histórica, será objeto de detenidos y bien pensados análisis.» ¿Lo será?
Uno de los biógrafos más recientes de la Reina, precisamente desde el enfoque del «imperium legionense», el profesor de la Universidad de Chile Adolfo Ibáñez, Gordo Molina, detalla que «a pesar que han existido grandes avances para contextualizar los hechos urraqueños a modo general y en sus particularidades en los trabajos de Reilly, Salvador Martinez, Therese Martin, los profesores Portela y Pallares, Miguel García-Fernández, Irene Ruiz Albi, entre otros, Urraca I sigue mereciendo un estudio referente a su religiosidad, su capacidad militar y como estratega, su relación con los fueros y por tanto con la heterogeneidad social y religiosa, la consolidación de la figura de los merinos durante su reinado, la que aparece ya consolidada con Alfonso VII, entre otras aristas bien ricas de indagar.»
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Tras enviudar de su marido Raimundo de Borgoña, a través de quien entra en España la dinastía Ivrea, que reinará durante siglos hasta ser sustituida por una línea secundaria, los Trastámara, Urraca gobierna Galicia en solitario y, cuando fallece el único hijo varón del rey, el infante Sancho, en la batalla de Uclés, Urraca se convierte en heredera legítima al trono, como lo confirma su padre que morirá apenas un año más tarde. Sin embargo, el reinado de Urraca arranca con la exigencia por parte de los nobles -algo ordenado o no por su padre-, de su matrimonio con Alfonso el Batallador, el guerrero a quienes afirman «obedeceremos». Ni una gran parte de la Iglesia, ni los nobles gallegos, que se levantan en nombre de su hijo, aceptan un matrimonio que terminará siendo anulado por su cuñado y tío de su hijo, el Papa Calixto II, cuando ya una Urraca contra todos -su marido, la iglesia a menudo, su hermanastra en Portugal, los nobles gallegos, a menudo los burgueses y, por supuesto, los almorávides-, ha salido victoriosa. La muerte repentina de la reina -algunos autores a consecuencia de un parto malogrado- dejará a su hijo Alfonso al frente de un reino menos tensionado del que ella recibió gracias en gran medida a sus dotes de gobierno. La historia no hizo -como quizá era de esperar- justicia a Urraca en las crónicas posteriores. Ni Rada, ni Lucas de Tuy -hombres de Dios ambos- le fueron favorables, por decirlo de forma templada.
Hoy, en pleno siglo XXI, apenas a 4 años de su 900 aniversario, queda por ver si la historia y los historiadores de hoy le harán algo de la justicia que en el pasado se le negó. Parece que así será si las Instituciones ejercen su patronazgo y si los leoneses, y una Europa que defiende el «desborrado» de las mujeres en la Historia, están a la altura de la reivindicación de una mujer que sorprendió a su tiempo y marcó el paso para la aparición de figuras como la propia Leonor de Aquitania, o la emperatriz Matilda, que estuvieron lejos de ostentar el poder real que ostentó Urraca, pero que fueron implantadas en el imaginario colectivo en una «realidad» que a menudo poco se compadece con la realidad histórica que es la que parece legítimo defender hoy, en una sociedad avanzada y democrática, a través del hacer de la ciencia y los científicos. Urraca I fue alguien que cambió la historia, aunque luego la descambiaran por ella. Una vez ella muerta, eso sí.
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Inés Prada, que lleva más de un año trabajando en el proyecto, considera que «la aproximación ha de ser a través del enfoque de la reivindicación de las grandes mujeres de la historia -y de las pequeñas también- para encuadrar el feminismo en un sentido científico y no ideológico» Y añade para concluir, en esto tenemos que estar todos las leonesas y los leoneses de forma transversal, porque los proyectos que crean futuro y prosperidad se construyen desde los lugares comunes en los que podamos encontrarnos y, en este momento, todos, Ayuntamiento, Junta, Gobierno, Parlamento Europeo y Unesco, estaremos juntos para entender -a través de esta mujer durante cuyo reinado España -para bien y para mal- se europeizó y se incorporó a ese movimiento iniciado por las reformas cluniacenses y gregorianas de las que ella formó parte protagonista. No es casualidad que Santiago consiga el arzobispado durante su reinado precisamente de manos de su cuñado el Papa Calixto II.
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