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La juventud vuelve a ser ejemplo de solidaridad, resiliencia y sacrificio. Acusada por unos de ser la «generación de cristal», por otros de no estar preparada para retos de gran magnitud y por algunos de no ser capaces de responder en momentos de necesidad, lo cierto es que los jóvenes han dado la talla ante una de las mayores crisis climáticas, sociales y humanitarias de las últimas décadas en España tras el paso de una DANA que ha asolado el levante español y se ha cobrado la vida de más de 220 personas.
Y si la juventud en su conjunto ha sido ejemplo, también lo ha sido la leonesa. El pasado fin de semana, días después del paso de la DANA, un ejército de voluntarios llegados de todas partes de la península acudía a Valencia. Pala en mano, jóvenes de León, El Bierzo y muchos otros rincones de la provincia se organizaban para bajar a Valencia y colaborar en todo lo que pudieran.
El viaje de Ismael Cotton, un joven leonés de 22 años, comenzó la noche del viernes 8 de noviembre. Como muchos otros, esperó al fin de la semana lectiva para echarse a la carretera con otro grupo de voluntarios y recorrer de punta a punta el país. Valencia le recibía la madrugada del sábado, y nada más llegar se ponía en manos de los valencianos para ayudar. Junto a un grupo de jóvenes leoneses, acudieron a la llamada de Santi el Gallego, un berciano que gestiona grupos de trabajo por los pueblos afectados como Algamesí, Paiporta, Catarroja, Albal o Benetússer.
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Pala en mano, los trabajos de los voluntarios se centraron en la limpieza de garajes y viviendas. «Paiporta está bastante mal. Las calles están llenas de muebles, electrodomésticos y cosas de las casas donde el agua llegó hasta tres metros que han tenido que tirar y están a la espera de que la maquinaria las retire», explica Ismael, ya se vuelta en casa. Reconoce que la experiencia ha sido «bastante dura porque son pueblos que están muy dañados, donde la gente no tiene nada», pero también gratificante por la respuesta de los vecinos. «Ayudábamos a la gente y nos ofrecían lo poco que tenían, nos daban comida, estaban muy agradecidos».
Además de sacar barro y lodo de casas y garajes, también acometieron trabajos en un supermercado de Paiporta, donde tuvieron que sacar productos en muy mal estado y podridos con un olor «bastante fuerte». En Catarroja se pusieron a las órdenes de un comando de Zaragoza del Ejército de Tierra que se encontraba en «la mina», como dice Ismael, de los aparcamientos subterráneos, donde con bombas se extrae el agua para más tarde entrar y seguir sacando lodo que «llegaba hasta las rodillas».
De vuelta a casa, la sensación de jóvenes como Ismael es de cansancio pero también de satisfacción por estar donde cree que más falta hace, al lado de las víctimas de una devastadora DANA cuyos efectos todavía están por cuantificar. «Han pasado dos semanas y siguen limpiando, queda muchísimo por hacer. Hemos hecho un viaje de siete horas pero el pueblo lo necesita, hay que estar al pie del cañón porque el ejército y las fuerzas de seguridad están con maquinaria y en aparcamientos pero es necesario gente que ayude a limpiar casas, comercios, bajos y garajes», cuenta Ismael, que ya piensa en volver a Valencia para seguir echando una mano.
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