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En los primeros días de enero de 1936 Córdoba rondaba los cien mil habitantes. Una ciudad tranquila y pequeña, como León, en la que Julián Carabias Anguita vio cierto atractivo que, por el momento, no podemos contar a los lectores.
Ocho datos concretos, precisos, tan crudos y explícitos como escuetos para conseguir dar forma a la historia de este joven leonés fusilado por el bando franquista el 21 de noviembre de 1936, justo hace 87 años. El suyo es uno de los 2.212 nombres y apellidos que figuran en la lista elaborada por la asociación memorialista Dejadnos Llorar, y que identifica a las víctimas del régimen asesinadas entre 1936 y 1949 en la capital cordobesa según recoge el Archivo Municipal.
Julián Carabias Anguita se fue a Lucena, un pueblo a una hora de Córdoba a los pies del Pico Bermejo y rodeado de la Sierra Subbética. Puede que allí, junto a la naturaleza, se sintiera más cerca de la tierra que le vio nacer.
Tenía 21 años cuando le fusilaron. Cruelmente precoz muerte la suya, que probablemente lo haría acompañado de otras siete personas «como solían ejecutar entonces, en grupos de ocho» según asegura Jordi Gordón, periodista y miembro de la asociación.
Ocho personas procedentes de cualquier lugar ubicado entre los 15 países y las 30 provincias españolas donde nacieron al menos 4.000 represaliados que yacen en la mayor fosa del franquismo: bajo los cementerios cordobeses de La Salud y San Rafael. Hace menos de un mes comenzaron los trabajos de exhumación en el cementerio de La Salud.
La calma fue quebrada en Córdoba el 18 de julio. Comenzó por la tarde y al caer la noche la ciudad ya pertenecía al coronel de turno, Ciriano Cascajo, súbdito de Queipo de Llano, quien dirigía desde Sevilla.
Guardias de Asalto, acompañados por el alcalde socialista Manuel Sánchez-Badajoz, y algunos militantes socialistas, sindicalistas o ciudadanos de a pie, intentaron defender el centro y los puntos estratégicos de la ciudad. Acabaron atrincherados en el Gobierno Civil, sin capacidad de hacer frente a los cañonazos del Ejército y la Guardia Civil, y finalmente, rendidos.
Tan sólo en los primeros seis meses al mando, los sublevados franquistas ejecutaron a dos mil personas. Personas, como Julián Carabias Anguita, cuyos rastros se escabuyen como fantasmas en la niebla y que, gracias al trabajo de incontables personas, aún se pueden seguir.
Tal vez el leonés, que figura en algunas listas como peluquero de profesión, viviera en Córdoba y escuchara los disparos desde su casa el primer día, atemorizado para los restos, decidiendo irse a Lucena en busca de refugio. Tal vez fuera un miembro del bando republicano que luchó por defender su libertad. Tal vez estuviera de vacaciones junto a su hermano, visitando a algún familiar...
En el registro figura un fusilado justo siete días antes que Julián. El 14 de noviembre de 1936 fue asesinado un joven de 25 años procedente de «Santiago (A Coruña)»: José Carabias Anguita. La relación entre sus apellidos no confirma nada.
Sin embargo, las edades tan próximas, las raíces norteñas, las fechas de sus asesinatos, que ambos vivieran o estuvieran de paso en aquel momento en Lucena, y que fueran enterrados en la misma fosa del cementerio de San Rafael son circunstancias que invitan a pensar en una posible relación familiar.
Todo suposiciones complicadas de resolver, que dejan entrever cómo los crímenes del franquismo removieron España de punta a punta... de fusil.
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Sara I. Belled, Clara Privé y Lourdes Pérez
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