El aroma dulce y envolvente de las almendras garrapiñadas, el brillo irresistible de las manzanas de caramelo y las suaves nubes, rosas y azules, de algodón de de azúcar, son una parte esencial de cualquier celebración en León. Desde hace 22 años, Isabel Suárez y José Rubio han convertido su pequeño puesto de la esquina de la Plaza San Marcelo en una tradición que acompaña a todas las grandes fiestas de la ciudad.
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«Una feria sin algodón, no es nada, «dice Isabel, quien lleva toda una vida dedicada a este oficio. Recuerda con orgullo que el primer año que plantaron su puesto fue durante las fiestas de San Froilán, y desde entonces no han faltado a ninguna cita importante en León: Navidades, Carnavales, Semana Santa y San Juan y San Pedro. «Llevamos 22 años aquí. Ya somos parte de las fiestas», comenta sonriente.
La idea de llevar dulces y algodón de azúcar a las calles no es nueva en la familia de José, su pasión viene de generaciones atrás, cuando la primera máquina de algodón que conocieron databa de 1900 y funcionaba con pedales. «Ahora va con electricidad, claro, pero antes era mucho más rudimentario. Algunas incluso funcionaban con gas», explica, recordando cómo ha evolucionado la técnica a lo largo de los años.
A pesar del amor por su oficio, Isabel tiene claro que no quiere que sus hijas sigan con la tradición. «Espero que no, prefiero que se dediquen a otra cosa,» confiesa. Sin embargo, su pasión por endulzar la vida de los leoneses es contagiosa y no deja lugar a dudas de que su trabajo ha marcado a toda la ciudad.
El negocio de Isabel y José no está exento de retos. El clima de León, conocido por sus inviernos duros, es uno de ellos. «Los días de lluvia son nuestros mayores enemigos. Si nieva, intentamos ni venir», admite Isabel. A pesar de todo, su pequeño puesto siempre está presente en las principales celebraciones, iluminando las calles con sus colores y endulzando las manos de niños y adultos.
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Entre los productos que ofrecen, las almendras garrapiñadas son las más populares en León. «Vendemos bastante de almendra garrapiñada, pero en Navidad, el algodón de azúcar también es muy bueno. Los niños salen y vienen a por él, el día del alumbrado es espectacular para nosotros» explica.
Cuando las fiestas de San Juan y San Pedro llegan a su fin, Isabel y José se embarcan en un viaje por las ferias de Galicia, llevando su dulce magia a otras comunidades. Este ir y venir entre estaciones y celebraciones es el ritmo que ha marcado sus vidas durante más de dos décadas.
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«Estoy muy contenta. Es un trabajo duro, pero gratificante. Lo que más me gusta es ver la cara de los niños cuando les damos el algodón de azúcar. Es un instante de alegría pura,» asegura Isabel mientras prepara un rosado algodón de azucar,«hay que saber recogerlo bien, que parece fácil, pero no lo es».
Con su puesto, Isabel y José no solo ofrecen dulces, también son un punto de encuentro para familias, un recordatorio de los sabores de la infancia y un testimonio de la importancia de las tradiciones. Desde aquel primer San Froilán hasta hoy, su historia es un reflejo de cómo la dedicación y el amor por un oficio pueden convertirse en parte del alma de una ciudad.
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Mientras Isabel termina de hacer con destreza otro algodón de azúcar, esta vez azul, lanza una última sonrisa: «Nos veremos en la próxima fiesta. Y no olvides llevarte unas garrapiñadas, que siempre alegran el día».
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