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Instalaciones de la Asociación de la Caridad de León. A. G. B.

La inflación golpea a los más débiles: se duplican las facturas del comedor social que atiende a 100 personas en León

Las Asociación de la Caridad teme no poder enfrentar los gastos con la llegada del invierno si los precios continúan su escalada

Martes, 25 de octubre 2022

No tener un plato de comida que llevarse a la boca es una realidad que todavía persiste en países como España y ciudades como León. No disponer de lo mínimo para asegurarte una alimentación básica no es algo que corresponda a lugares lejanos, sino puede ... vivirse cada día en lugares como la Asociación de la Caridad de León, donde cada día pasan un centenar de personas por su comedor.

Esther Seoane, directora del comedor de las Hijas de la Caridad, ubicado a tan solo unos pasos de la Catedral de León, nos recibe en el lugar donde cada día «damos de desayunar a no menos de 50 personas, tenemos a casi un centenar a la hora de la comida y otros 60 son fijos en la cena». Una actividad infatigable que funciona los siete días de la semana, fines de semana incluidos: «Durante el sábado y el domingo hacemos comida para llevar».

Una tarea que se está volviendo toda una odisea por culpa de la inflación, aquella que no conoce de pobres o potentados, pero que, sin duda, golpea con mayor fiereza a los que encuentran al borde de la miseria o ya están en ella. El comedor, cuya financiación depende solo de las administraciones públicas en un porcentaje y el resto corresponde a la caridad de particulares y empresas, está haciendo auténticos malabares para sacar adelante su actividad con unos costes de electricidad y comida desaforados. Con el inverno a la vuelta de la esquina, las Hijas de la Caridad temen no poder asumir el gasto.

Si la luz sigue subiendo «nos vamos a echar a temblar»

«El último de la recibo fue el doble de lo habitual», comenta con pesar Sor Esther. La directora del centro comenta las vicisitudes que afectan al día a día de la entidad mientras cruza estancias y nos presenta a voluntarios y trabajadores. La subida de precios en la energía y alimentos básicos la trae por la calle de la amargura: «Hace poco, el administrador echó un ojo a los importes de la luz y nos comentó que de seguir así pronto nos íbamos a echar a temblar».

Galería. nstalaciones de la Asociación de la Caridad de León.

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Galería. nstalaciones de la Asociación de la Caridad de León. E. S. D.

La inflación afecta en el comedor social como en cualquier otra casa. Las religiosas tratan de apretarse al cinturón, pero ya no hay más agujeros por los que pasar la hebilla. «En la última compra que hicimos en el Carrefour, que es donde completamos los lotes de comida que entregamos a las cinco familias que actualmente asistimos, comprobé que la diferencia era de 50 euros más respecto a la última vez; es un disparate lo que se ha encarecido todo», lamenta sor Esther.

Financiación

El dinero de la Asociación de la Caridad de León proviene de tres vías: un 30% de la financiación es aportada por las instituciones públicas (Ayuntamiento, Diputación y Junta) y el 70% restante es aportado por empresas colaboradoras y donantes particulares. Esther Seonane, directora del centro, explica que «Mercadona aporta comida a dirio y Alimerka facilita un cheque de 1.500 euros en alimentos». Igualmente, las Hijas de la Caridad aportan en caso de tener superávit una cantidad económica y, por supuesto, su trabajo diario.

El menú de hoy se compone de judías, merluza empanada, filetes de sajonia, trucha y ensalada. Un menú variado para un público variado. Españoles y extranjeros, en especial inmigrantes venidos desde el norte de África, comparten una mesa que cada día presenta nuevas caras. Y es que la mayoría de los usuarios del comedor de la Asociación de la Caridad de León van y vienen constantemente. «Casi todas las personas que vienen aquí son sintecho, personas que viven en la calle. Un 30% sí que están asentados en León; suelen ser personas entre los 50 y los 60 años que tienen una habitación, ya no duermen en la calle, y permanecen en la ciudad porque están empadronados y es aquí donde reciben las prestaciones», describe la directora del comedor.

Menú respetuoso

Dado que a diario acuden miembros de toda religión, raza e índole al comedor social, el menú que se prepara se ha adaptado a las características de los usuarios. No se hace un menú individualizado, esto no es un restaurante, pero sí se tienen en cuenta cuestiones como la prohibición de comer cerdo de los musulmanes o ciertas intolerancias.

De acuerdo con la experiencia de los trabajadores y voluntarios del centro, eminentemente los usuarios que acuden al comedor provienen de orígenes humildes, con familias desestructuradas y una alta incidencia de problemas mentales, así como adicciones a sustancias estupefacientes. «Muchos de ellos han vivido en hogares donde solo han conocido la mayor de las pobrezas. Otros muchos directamente han estado en hogares provinciales, lo que antes conocíamos como hospicios, donde no han pasado carestía ni necesidades, pero les ha faltado ese afecto familiar que les ha marcado de por vida», argumenta Sor Esther.

A tenor de esta situación, la Asociación ofrece una serie de servicios que van mucho más allá de dar tres comidas al día, sobre todo en lo que a materia de asistencia social se refiere. Dos trabajadores sociales y una educadora social realizan entrevistas con los usuarios y les proponen una serie de actividades destinadas fundamentalmente a la formación laboral. Sor Esther explica que «muchos inician los cursos, pero pocos los acaban».

Incapaces de mantener los trabajos

El problema, de acuerdo con la directora, radica en una carencia tremenda en la educación: «Muchos consiguen trabajos en agricultura, ahora hemos tenido muchos en la vendimia; trabajan mucho, ganan poco -podría decirse que prácticamente son explotados- y luego no son capaces de organizar el dinero, ahorrarlo y lo gastan enseguida». Una coyuntura que les obliga a volver a la calle: «Nuestro empeño es que su paso por aquí no sea comer y regresar a la mendicidad, pero no es fácil, no es nada fácil», comenta con cierta impotencia la religiosa.

Una labor que se antoja todavía más complicada con la llegada del invierno, donde la calefacción amenaza con ser un bien de lujo, algo que difícilmente se puede permitir una entidad que subsiste gracias a la caridad de aquellos que quizás este invierno no puedan permitirse. Una vez más, la inmisericorde lógica capitalista pone su bota sobre el cuello de los más desfavorecidos.

Mujeres maltratadas

La entidad cuenta con un comedor privado en el que acuden las mujeres victimas de violencia de género con pocos recursos. De esta manera, estas preservan su anonimato y disponen de un espacio seguro y confortable en el que poder relacionarse y disfrutar de una comida caliente.

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