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Cristina Fanjul, en una imagen de 2004, con su perro guía. PALOMA UCHA
El hombre que arrancó los ojos a una joven en Avilés vuelve a hacer vida normal en León y ya solo duerme en la cárcel

El hombre que arrancó los ojos a una joven en Avilés vuelve a hacer vida normal en León y ya solo duerme en la cárcel

La víctima fue Cristina Fanjul, una chica de Langreo, que contaba con 22 años | Fernando Sanz, que fue condenado a veinticinco años por arrancarle los ojos, ha cumplido la mayor parte de su condena en Mansilla de las Mulas

O. ESTEBAN

GIJÓN / LA FELGUERA.

Miércoles, 5 de febrero 2020, 09:09

No hace falta que nadie le recuerde que están a punto de cumplirse veinte años. Lo sabe perfectamente. Cómo no recordar la fecha de aquel 6 de febrero del año 2000, cómo olvidar aquella madrugada, cuando estuvo a punto de morir asesinada, perdió (le arrebataron) ... la visión y, con ella, la vida que había conocido hasta entonces. Cristina Fanjul era en aquel momento una joven felguerina de veintidós años que había salido de fiesta con sus amigas por Avilés como tantos otros fines de semana. Una peluquera alegre que había coincidido con un chico al que ya había visto en alguna otra ocasión. Un chico que la agredió brutalmente, le arrancó los ojos e intentó asesinarla. Hoy es una mujer de 42, esposa y madre, trabajadora de la ONCE. Una mujer valiente y sonriente, que contó desde el principio con el apoyo inquebrantable de su familia, sus amigos, sus compañeros de profesión y toda la comarca. En realidad, de toda Asturias, que se volcó con ella y le dedicó numerosos homenajes. Cristina Fanjul rehizo su vida y hace tiempo que eligió vivir fuera de los focos. No cambiará ese nuevo anonimato por este aniversario ni por ninguno.

Mientras, su agresor, Fernando Sanz Vecino, sigue cumpliendo condena. Aquel fatídico 6 de febrero del año 2000 él era un joven soldado profesional de veinte años, que disfrutaba de un permiso en el domicilio familiar del barrio de Versalles. Dicen que la suya es una familia ejemplar, que siempre insistió en la inocencia de su hijo. Su padre, también Fernando de nombre, ha excusado siempre públicamente que su hijo diciendo que no recordaba nada de lo sucedido.

La sección segunda de la Audiencia Provincial de Oviedo le impuso, en la sentencia dictada el 15 de marzo de 2002, veinticinco años de prisión. Recurrió ante el Tribunal Supremo, sin éxito. Tras ingresar en un principio en el centro penitenciario de Asturias, la mayor parte de este tiempo lo ha pasado en el de Mansilla de Las Mulas, en León. Pero hace un tiempo que regresó a Asturias, a Villabona, donde en estos momentos tan solo pernocta. Según confirmó a El Comercio José Luis Arrojo, quien ejerció de abogado del acusado durante el juicio, Sanz tiene un empleo en Avilés, de donde es originaria su familia, y acude a la cárcel cada noche.

Ya en su última etapa en Mansilla de las Mulas, donde trabajó en la panadería (parte del dinero que percibió por esa ocupación se destinó a pagar la indemnización impuesta para la víctima, de 761.419 euros), empezó a disfrutar de permisos fuera de la cárcel y la mejora del régimen ha llegado en Asturias. La semilibertad es el paso previo a la libertad definitiva.

La familia de Sanz ha intentado en varias ocasiones lograr una revisión de la condena, permisos e incluso el indulto. Pero no lo lograron nunca. El abogado José Luis Arrojo reconoce las dificultades del caso y asume «la presión social».

Ya a finales de 2003, menos de cuatro años después de los terribles hechos, la familia de Sanz solicitó el indulto parcial, que fue rechazado por el Consejo de Ministros. Cristina Fanjul y su familia consideraron justa aquella decisión. Su entorno ya se había movilizado en ocasiones anteriores y estaba dispuesto a hacerlo tantas veces como fuera necesario. Habían formado el Colectivo por Cristina y habían recogido miles y miles de firmas a favor del cumplimiento íntegro de la pena y en contra de cualquier beneficio penitenciario. Cada solicitud por parte del entorno del agresor suponía un paso atrás para una Cristina que intentaba rehacer su vida, que aprendía a convivir con la ceguera, a leer en braille, que volvía a formar parte del grupo folclórico Reija y que encontraba entonces en su perro guía, Kraker, un importante apoyo.

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