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El joven Hamza, español de familia marroquí, se quitó la vida este martes en la enfermería de la prisión de Villahierro, en Mansilla de las Mulas. Tenía 19 años y decidió colgarse con sus propios pantalones. Estaba en la enfermería del centro.
Hasta ahí, la dura realidad que sustenta el tramo final de la corta y agitada vida de este joven leonés.
Pero en realidad Hamza ha sido una víctima del sistema, que no supo calibrar su situación personal y lo delicado de su proceso vital. Así lo entiende su propia familia y la representación legal, conmovida por lo sucedido.
Hamza comenzó a beber cuando apenas tenía 13 años. Entonces ya sufrió varios procesos de intoxicación etílica que precisaron de ingresos hospitalarios. Fue la chispa que encendió una mecha terrible, plagada de incidentes aunque nunca de especial gravedad, y que le llevó a adentrarse en el mundo de la droga.
Pero ese proceso generó un estado autodestructivo que derivó en una veintena de informes médicos que alertaban de su crítica situación personal.
Sentía «murmullos en su cabeza», sufría «síndrome de persecución», se sentía «amenazado de forma permanente» y era «peligroso para él mismo, y no para el entorno».
Su representación legal ha remarcado ahora, tras el suicidio, que era una persona «no imputable» y que precisaba con urgencia su traslado a un centro especializado en salud mental y no a una prisión. Allí, ya advirtieron, se sentiría devorado por sus propios fantasmas y corría serio riesgo.
Hamza llegó a prisión por última vez acusado de robos en portales a los vecinos de los inmuebles. En la denuncia se aseguraba que utilizaba para ello un spray, aunque él siempre negó los hechos (con él ya en prisión se han seguido produciendo robos bajo el mismo 'modus operandi').
Incluso fue él mismo quien llamó a la policía para denunciar que tenía a conocidos que le obligaban a delinquir aprovechando sus problemas y llegó a denunciar a los mismos con el fin de alejarse de ese mundo. «Con su situación se aprovechaban de él para que hiciera vigilancias a la policía o fuera intermediario en algún tema», recuerda la representación legal.
Fue la misma representación letrada que llevó al juzgado la veintena de informes médicos pidiendo medidas que le llevaran a un centro médico asistencial especializado en salud mental y le alejaran de la prisión, de su tumba.
Pero en dos ocasiones el juzgado decretó que se le mantuviera entre rejas. «Lo que ha sucedido se veía venir, era de cajón», ha asegurado la representación legal. «Estaba muy mal y era visible», recuerdan.
Hamza, según los funcionarios de Villahierro, tuvo un severo brote depresivo cuando se le comunicó que seguiría en prisión. «Subió hacia arriba y se quitó la vida», recuerdan.
Ahora el juzgado ha pedido un informe que evalúe lo sucedido y calibre si realmente se encontraba en esa crítica situación. La familia, mientras, solo recuerda que su hijo está en el frigorífico de la morgue y se niega a que sea enterrado hasta no conocer si efectivamente se respetaron los protocolos.
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José A. González y Álex Sánchez
Clara Alba y José A. González
Juan Cano, Sara I. Belled y Clara Privé
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