
Ver 20 fotos
Secciones
Servicios
Destacamos
Ver 20 fotos
La noche de Jueves Santo es la de mayor contraste en la ciudad de León: mientras unos viven con fervor la Ronda y las horas previas a la procesión de Los Pasos tras haber vivido el día con mayores actos procesionales de la Semana Santa leonesa, otro grupo de leoneses venera y recuerda la figura de Genaro Blanco.
El santo pellejero, el bendito canalla, sale a las calles del casco histórico de León cada madrugada de Jueves Santo, como hacía en vida. Y León le recibe con los brazos abiertos. Decenas y decenas de personas han arropado y acompañado a Genarín en su alegre caminar por el casco histórico de León.
Acompañado de La Mocha y perseguido por la Muerte, pero arropado por los cofrades de Nuestro Padre Genarín y unos 30.000 feligreses, Genaro Blanco inició su recorrido en Puerta Moneda para ir atravesando el barrio Húmedo, contar los 30 pasos de La Sal, quedarse asombrado ante la belleza inigualable de la Catedral de León y llegar hasta el tercer cubo de la muralla en el que hace ya casi un siglo el primer camión de la basura de la ciudad le atropelló y acabó con su vida.
La amenaza de lluvia de no ha sido obstáculo alguno para los seguidores de Genarín, que no dejaron en ningún momento solo al salto pellejero que, botella de orujo en mano, ha ido repartiendo su particular bendición a todos aquellos que con él se han cruzado.
El sonido de las dulzainas y la luz de las antorchas guiaban el caminar de esta comitiva repleta de hermandad, buen humor y alegría que ha vuelto a inundar León de las imágenes y el espíritu de Genarín.
En la plaza de Regla, como es habitual, se han leído los versos de Francisco Pérez Herrero dedicados al noble templo leonés para continuar su trayecto por Cardenal Landázuri y cruzar el arco de San Albito para proceder a la ofrenda en el tercer cubo de la muralla, en la calle Carreras.
Este año se ha recuperado la presencia de público en este acto en el que el hermano colgador deja a Genarín en este punto una cesta con sus naranjas, su queso, su corona de laurel y, cómo no, su botella de orujo. Los feligreses pudieron ver in situ, tras varios años siendo imposible, ya sea por la pandemia o por las obras en esta parte de la ciudad, este singular acto.
Y así es como Genarín, como cada Jueves Santo, ha traído de nuevo a la ciudad la alegría, el sentimiento de comunidad y, cómo no, el desenfado con el que se viste este acto tan típico leonés.
Publicidad
Publicidad
Te puede interesar
Una luna de miel que nunca vio la luz
El Comercio
Publicidad
Publicidad
Esta funcionalidad es exclusiva para registrados.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para registrados
¿Ya eres registrado?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.