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Todo empezó a la vera de un paso de peatones y acabó a la de un río. El 26 de octubre aprovechó el paso de un camión de grandes dimensiones para fugarse de la cárcel leonesa de Mansilla de las Mulas. La huida, que incluye el robo de un coche, la agresión a un octogenario, la compañía de una novia, compra de tabaco, desaparición de comida y un viaje en taxi que fue el principio del fin, acabó ayer a las 17.15 horas. La Guardia Civil atrapó al sierense Miguel Ángel Crespo en la senda fluvial del río Viacaba, en la localidad cabranesa de Vegapallia.
Nacido en 1982, fue detenido por la Guardia Civil y trasladado a las dependencias que tiene en Langreo. Según fuentes oficiales, el reo está siendo sometido a diligencias policiales. Cuando finalice la instrucción, pasará a disposición judicial. Todo a punta a que se decretará su ingreso en prisión.
Un recorrido que ya ha hecho su novia y compañera de fuga. Elena S., rumana, de 32 años afincada en Pontevedra, fue detenida el sábado cuando caminaba, junto a él, por la carretera de Amandi a Villaviciosa, Crespo logró huir a la carrera por el monte. Ella no y la Fiscalía ha pedido su ingreso en prisión.
Una de la que la joven habría salido dentro de tres años, tras cumplir la condena de diez años impuesta por tres delitos: uno de homicidio, por el que le cayeron ocho años; otro de robo con violencia, que se penó con cinco años, y el tercero de falsificación de documentos, que añadió cuatro meses más de castigo. El 26 de octubre, cuando su novio decidió fugarse, ella disfrutaba de un permiso penitenciario que acababa el domingo 31. Sin embargo, decidió acompañarle en una aventura que, tras su abrupto final, prolongará más tiempo del previsto por ambos la estancia de la pareja en un establecimiento penitenciario.
Porque en Mansilla de las Mulas han estado ambos los últimos años de su vida. A ella le quedaban tres para salida. A él, menos. De hecho, era considerado «un preso ejemplar» y estaba ya en segundo grado, participando en salidas terapéuticas como la del pasado día 26. La de la huida.
La clave para poner fin a una fuga que ha tenido en jaque una semana a la Guardia Civil de León y Asturias la ha tenido un taxista. El que en la mañana de ayer reconoció al sierense como el cliente al que había llevado, a las 10.30, desde Villaviciosa a la localidad de Viñón, en el cruce con Cabranes. Con ese dato, los agentes centraron el dispositivo de búsqueda en esa zona, hasta que a las 17.15 horas dieron con el objetivo: Miguel Ángel Crespo estaba en la senda del río Viacaba, en la localidad cabranesa de Vegapallia.
Con su detención acabaron siete días de controles policiales en León y Asturias. Aunque desde el principio el operativo se centró en el Principado y, en concreto, en Cabranes, porque aunque nació en Siero, en la localidad del concejo cabraniego de Arboleya, pasó toda su infancia y adolescencia. Hasta que a los 21 años, en 2003, entró por primera vez en prisión. De hecho, en su primera fuga, hace diez años, la Guardia Civil acabó encontrándole en esa zona, donde tiene amistades. No obstante, la de hace una década no fue una fuga en sí, sino que no se presentó al acabar un permiso.
Los vecinos han sabido de su presencia en la zona todos estos días. Ha desaparecido comida de algunas casas, le han visto en el estanco, tomando un café, viajando en taxi... Sin que hasta ayer la Guardia Civil lograra detenerle. Quien le conoce no le considera «mala persona», sino fruto de las circunstancias.
De su buen hacer en prisión también hablan en Mansilla de las Mulas. En segundo grado ya, participaba en todas las actividades del centro, acudía a las clases y a los talleres. En especial, destacan su afición por la cerámica, en cuyo taller mostraba sus habilidades. Por ese motivo, formaba parte del grupo de presos elegido para hacer tareas en el exterior. En esta ocasión, acudió con el resto de reos a realizar trabajos de limpieza en el cementerio de Mansilla de las Mulas. Concluida la labor, volvía con el resto de compañeros bajo la tutela de un monitor.
Sin embargo, se rezagó en el cruce de un paso de cebra y, aprovechando que pasaba un camión de grandes dimensiones, desapareció. «Apenas fueron tres segundos de margen», explicaron desde la prisión. Puesto en marcha el equipo de búsqueda, se le vio en la Ronda Este de León. Ya acompañado de su novia. La siguiente noticia que hubo de ambos fue el miércoles. La Guardia Civil supo de ellos cuando la pareja intentó robar un vehículo en Puente Villarente. El conductor logró evitar el robo y ser herido por ambos.
Tras desaparecer de nuevo, Miguel Ángel Crespo logró el jueves hacerse con un vehículo. Se presentó en una nave en La Candamia donde encontró a un octogenario con su coche. Ahí aseguraron el éxito de su objetivo dándole una paliza al propietario al que robaron las llaves de casa, el dinero, el móvil y dejaron herido. Él se recuperó en un centro sanitario. Sus agresores están ya a disposición judicial.
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