Una tradición por pantalones

Diferentes generaciones se congregaron ante el altar instalado en el acceso a la calle Ancha. Pidieron por San Juan y esperaron la respuesta. Y es que el santo no comerá, pero sí gasta pantalones, replicaron.

El sonido de las monedas contra los platillos eran la llamada de atención.

Las flores decoraban la puerta de la iglesia y la figura de San Juan presidía la mesa a cuyos pies también aparecía un cuadro en el que aparecía el bautista.

La corporación también acudió al altar y compartió mistela y pastas previo pago del donativo.

Con ello se reeditó una tradición que cada año, cada 24 de junio, para rememorar aquella excusa que los mozos encontraban para que la fiesta quedase financiada en base a los pantalones del santo.