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Miles de ciudadanos de León y su entorno acudieron en un peregrinar agridulce al santuario de La Virgen del Camino para tomar parte en las celebraciones de la tradicional Romería de San Froilán. Un acto muy esperado y deseado por todos debido a la ... suspensión de la festividad en el pasado año por las restricciones sanitarias derivadas de la pandemia.
A pesar de la mejoría de la situación sanitaria, la tradicional eucaristía se celebró en el interior del templo para poder cumplir con la distancia de seguridad y controlar los aforos.
No faltaron las ofrendas al Santo que desde el Altar Mayor enviaba su bendicion a los presentes. Flores, los frutos del campo leones, la cuelga que posteriormente le fue colocada y una jota leonesa en señal de alegría de los presentes.
El obispo de León, Luis Ángel de las Heras, presidió la eucaristía por primera vez desde su llegada y no faltaron los recuerdos a quienes ya no están y eran fieles a la romería, pero sobre todo los deseos para que el patrono de la Diócesis ayude a todo León a salir de esta crisis sanitaria.
La homilía fue oficiada en un solemne acto que sirvió para venerar, un año más, la figura del ilustre patrón de la Diócesis de León, un milagrero al que 1.100 años después siguen rindiendo culto sus fieles, al que se le colocó la tradicional cuelga como colofón en el interior de la basílica.
Y entre ellos, el poder volver a peregrinar sin distancias ni mascarilla. El volver a realizar las ofrendas a San Froilán en las escaleras que dan acceso al templo desde el parque anexo a la Basílica, donde este año los pendones solo pudieron esperar.
La historia del Santo y la festividad
El santoral señala que San Froilán nació en los arrabales de Lugo en el año 833 y que a los 18 años dejó la casa de sus padres para emprender vida de ermitaño, inicialmente en el Bierzo y más adelante en las montañas leonesas del Curueño. Impulsó el desarrollo de la vida monástica con iniciativas como la fundación en tierras zamoranas de los Monasterio de Tábara y Moreruela de Tábara, donde desempeñó el oficio de abad.
En el año 900, vacante la sede episcopal legionense, el pueblo de León pide al Rey Alfonso III que le conceda por obispo al Abad Froilán y en el día de Pentecostés de ese año 900 Froilán es ordenado. En 905, tras un fecundo lustro de ejercicio episcopal, con dedicación especial a la reforma de los sacerdotes, monjas y seglares, fallece y es enterrado en la catedral y en el año 916 sus reliquias, por orden del Rey Ordoño II, son trasladas a la nueva seo. Parte de sus reliquias descasan a día de hoy bajo el altar mayor del primer templo diocesano.
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