La nueva sotadera guía a las doncellas durante la ceremonia de las Cantaderas. Sandra Santos

El síndico se pierde entre la historia y encuentra la mano del clero

El corregimiento entrega botellas de agua y vino al cabildo en una ceremonio de las Cantaderas que finalizó en tablas y con el compromiso de luchar juntos por lograr el reconocimiento de León como ciudad Patrimonio de la Humanidad

Domingo, 1 de octubre 2023

El corregimiento cumplió bajo un sol de justicia y acudió libremente, ante eso no hay debate, a la sede catedralicia en el domingo anterior a San Froilán.

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Las Cantaderas volvieron a ser un grito en femenino de libertad y una nueva sotadera las guió igualmente hasta el claustro de la seo leonesa para celebrar el fin de un ominoso pago.

Las 100 doncellas, 50 plebeyas y 50 nobles, rindieron tributo a la Virgen de Regla. La entrega de los ramos de flores y productos de la tierra como foro, para algunos, y oferta, para otros, fue preludio del baile de júbilo.

En un recinto «orgullo» de todos los leoneses, como reconoció la síndico Elena Aguado. Todo ello como envoltorio de un tesoro que desgrano detalladamente, muy detalladamente, la edil. Al tesoro que se refería es al elenco de libros y documentos del archivo catedralicio de un valor «incalculable». Entre ellos citó el antifonario mozárabe, el libro de estampas de los reyes de León, una biblia del siglo X o el códice misceláneo con actas de un concilio del siglo IX. Y como joya de todos ellos el paninsesto de la catedral, del siglo VI, que escribió la lex germana de los visigodos.

Del archivo al patrimonio universal

Y en el archivo se perdió la representantes del pueblo. El debate entre obligación o voluntad se tornó en un soporífero monólogo de la concejala que enderezó tras 15 minutos. Solo entonces retomó el camino para recordar que acudían a dar un regalo «voluntario» en un acto soberano en defensa y apoyo de la tradición leonesa y la advocación popular a la imagen mariana de la Regla.

«Señora síndico, parece que ha salido por peteneras y no entramos de lleno en el meollo de la cuestión que nos reúne», le replicó en su primera intervención el cabildo en la figura de Mario González. El administrador de la catedral sí se ciñó al guión y quiso enderezar el rumbo del acto. Para ello citó a la gente ingrata, algo que no cumple con la forma de ser de los leoneses como demuestran cada domingo previo a San Froilán. «Vienen libremente, nadie les pone una pistola en el pecho, pero el deber no es contradictorio con la libertad».

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En su segunda intervención, Aguado acortó tiempos pero volvió a desafiar a la leyenda. Esta vez, ejerció de historiadora para desbaratar el milagro de la batalla de Clavijo y el pago del tributo. Tildó a la leyenda de «bonita», pero no la ve posible al considerar que la entrega de tantas mujeres casaderas hubiera generado un problema entre la población al verse muy mermada.

Eso sí, tendió y encontró la mano del clero en su gran reto de mandato. Elena Aguado perseguirá el nombramiento de León como patrimonio mundial de la Unesco y para ello hará valer el patrimonio material e inmaterial de la ciudad.

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Aunque se olvidó de entregar el obsequio que correspondía al segundo turno, algo que aprovechó el representante de la iglesia para atizar a su amigo Vicente Canuria. «La memoria suele abandonar a uno, como los malos amigos cuando uno más los necesita. Eso lo sabe bien su compañero Canuria», ironizó.

Final en tablas

Dejó para el final, y de una forma algo abrupta, la entrega de los obsequios que careció de explicación. Una botella de agua del grifo porque la de León «es la mejor y la más barata de España» y una botella de vino «porque en el clero están los mejores paladares».

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Y se dio por vencido, que no por convencido, don Mario para cerrar en tablas el más largo acto de Cantaderas que se recuerda. «Tenía esperanza de que hoy, frente a una historiadora, que hubiera mirado los archivos y viera y se convenciera de que el Ayuntamiento tiene la obligación».

Él sí mandó levantar acta, como siempre se ha hecho, algo que pasó por alto la síndico. A pesar de todo, el pueblo cumplió, el clero quedó satisfecho y el abrazo final entre corregidor y administrador plasmó un final feliz al igual que el que tuvieron las doncellas hace siglos.

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