Las fiestas de San Froilán entran por los ojos... y por la boca. Si algo le gusta a los leoneses es comer, y comer bien. Y la época que rodea al 5 de octubre es una señalada en el calendario de los amantes de la gastronomía tradicional, del producto de la tierra y de las cosas hechas como siempre se han hecho. Porque en León nos gusta celebrar, y toda buena fiesta que se precie la comida es un ingrediente fundamental.
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San Froilán no sería San Froilán sin sus pendones, sin sus carros engalanados y sin su romería a La Virgen del Camino. Pero tampoco lo sería sin su buena ración de morcilla por tapa, sin sus rosquillas para endulzar el paladar después de una buena ingesta de productos típicos y sis sus perdones de merienda.
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Ana G. Barriada
Ana G. Barriada
Aunque son muchos los platos y los productos típicos que llenan las mesas estos festivos días, hay algunos productos que no pueden faltar para todo leonés que se precie, y estos son algunos de ellos.
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Además de con el pan debajo del brazo, no es raro encontrarse antes de la hora de comer estos días a leoneses saliendo de confiterías y panaderías con bandejas que en su interior guardan este dulce manjar. Fue Santiago Pérez, maestro confitero, quien introdujo las rosquillas en la gastronomía local, creciendo en popularidad y convirtiéndose en un imprescindible de esta festividad.
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Unos la aman, otros la odian, pero lo cierto es que la morcilla no puede faltar en San Froilán. Sin arroz y sin más esencia que la natural, la morcilla es una de las tapas más demandadas y recomendadas en bares y restaurantes de la ciudad en estas fechas. Con un buen trozo de pan de hogaza, no hay quien se resista a una buena ración de morcilla para entrar en calor.
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Y, junto a la morcilla, siempre el chorizo. Embutido pro excelencia de San Froilán, ya sea picante o más suave siempre sienta bien. Igual que la morcilla, se recomienda degustar con un trocín de pan de pueblo para que la experiencia sea completa.
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Las avellanas no pueden faltar en la romería de San Froilán a La Virgen del Camino. Es tradición comprar y degustar este exquisito fruto tan típico de estas fechas. Pero, ¿por qué se les llama perdones? Cuenta la leyenda que las avellanas comenzaron a llamarse así en León porque los jóvenes, aprovechando la fiesta de San Froilán, pasaban las noches fuera de casa. A la mañana siguiente era el momento de pedir perdón a sus novias, enfadadas al no saber de ellos en la noche, y qué mejor regalo que unas avellanas para sellar la paz.
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En La Virgen del Camino, tras llegar a pie acompañados de pendones y carros, los leoneses suelen parar a comer. Y qué mejor que tomar un buen plato de pulpo, muy habitual por estas fechas y reconstituyente. Se acompaña de una ensañada de cebolla y tomate, aprovechando los productos que suele dar la huerta leonesa a finales del verano y comienzos del invierno.
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