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León
Sábado, 11 de noviembre 2017, 12:37
Es un enamorado de León y así lo predica a través de las ondas. Fernando Ónega es uno de los mejores embajadores de una tierra a la que admirar y por la que siente verdadera pasión. Un leonés de corazón y, ahora también, por ... derecho.
La Diputación de León anunciaba este viernes el nombramiento del periodista como hijo adoptivo de León en reconocimiento a la promoción de los valores culturales, históricos, naturales, patrimoniales o gastronómicos de los pueblos de León.
Un reconocimiento que para Ónega supone acercarse un poco a la gloria, más si viene de manos de la provincia de León al ser “un amor felizmente y generosamente correspondido”. Por Ónega lo ha vuelto a hacer. El periodista no ha escatimado en elogios en la carta de cierre de la Brújula que, una vez más, se la vuelve a dedicar a la provincia de León.
Porque a Ónega le “resulta fácil hablar de León, porque León es la historia antes que en Castilla y León; antes de que se inventaran los parlamentos, León ya tenía el suyo y nadie le quita el orgullo de ser Cuna del Parlamentarios.
Es el paisaje donde nacen los Picos de Europa y terminan los llanos de las Castillas; donde se asienta el Páramo y el Sil pone el agua; donde se alza el Tileno y el urogallo anida en los Ancares; donde florece el Bierzo con sus frutas, sus pimientos y sus vinos...
León es la tierra de los pueblos encantados con nombre que suena a leyenda, 14 tienen nombre de palacio y otros parecen de epopeya... León es la ciudad prodigiosa con todas las artes en sus calles, con su panteón de Reyes, San Isidro y la Catedral y para solar de pecadores su mítico Barrio Húmedo.
Es la gastronomía en su máximo esplendor, desde el botillo de San Luis del Olmo a los hojaldres de tantos lugares; marca León que identifica tantas delicadas, sus embutidos, imperiales, nicanores y su cocido maragato. Y, ahora, el AVE que ha convertido a Madrid en un barrio de León.
Decime, cómo no querer a esa tierra y no estremecerme León cuando escucho tu nombre y voy a mi pueblo y me brinca el corazón al ver invitaciones que me dicen: párate periodista, quédate escribidor, y yo paro y ebrio de morriña ahora que voy a ser hijo tuyo solo se prometerte, madre un día me quedaré”.
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