Tan solo 850 metros separan la casa decimonónica del leonés Sierra Pambley, un hombre emprendedor y entusiasmado con el progreso que ofrecían los avances científicos y técnicos de su tiempo, de la Farmacia Merino que, casi en la misma época, traía a León las innovaciones ... farmacéuticas.
Publicidad
Corría 1827 cuando Gregorio Felipe Merino abría este negocio en un León donde todavía se oía gritar «agua va» por las ventanas. Él fue el primero de una saga de reconocidos políticos e intelectuales leoneses que finalizó con el conde de Sagasta.
Tras pasar por dos ubicaciones diferentes trabajando en la ciencia farmacológica, Merino encarga una nueva oficina al arquitecto Juan Madrazo, quien trabajaba en la restauración de la Catedral. Así nació esta obra de arte que hoy puede contemplarse en la calle Ancha con un espectacular techo artesonado con representaciones alegóricas de la Farmacia, la Química y el Comercio y una anaquelería de nogal decorada con 32 columnas talladas con formas de plantas medicinales, inspiradas en la Flora Hispano Americana.
Fue precisamente el conde de Sagasta, el último de la saga, quien vendió la farmacia (ya situada en la calle Ancha) a Francisco Alonso Luengo, el padre de María José su actual propietaria, en 1934. Hasta entonces la familia se había labrado un nombre en la medicina, sobre todo gracias a la creación de las pastillas para la tos pectoral, las primeras de España y que se realizaban desde su fábrica en la calle Los Cubos.
Y es que Fernando Merino, conde de Sagasta quien llevaba tal título por matrimonio, fue gobernador del Banco de España y ministro de la Gobernación, además del impulsor de la Papelera Leonesa (1902) o de la Sociedad de Productos Químicos (1903)
Publicidad
Además, .a familia había ampliado el negocio a un almacén de drogas debido a que se tenían que surtir de drogueros de A Coruña, cuyos productos traídos por arrieros maragatos, tenían un coste elevado. Así vendieron productos a toda España gracias a sus conocimientos adquiridos en sus viajes por Francia y Suiza.
Cuando el padre de María José se hizo cargo de la farmacia (donde había trabajado) tuvo claro que no solo adquiría un negocio sino un patrimonio que conservar. La espectacular fachada de mármol de Carrara da una idea de lo que el cliente y visitante se encuentra dentro. También lo hacen sus escaparates donde personajes de Tintín y de Astérix y Obélix narran la innovación y la tradición que se encuentran en el interior de estas paredes centenarias.
Publicidad
En el local convive la decoración original con una impresionante mesa con lámpara donde María José sigue haciendo los análisis con las últimas novedades del mercado, una balanza hecha en Ohio que sigue funcionando, la caja registradora, el despacho, los frascos de cerámica o los candelabros que daban luz.
Numerosos turistas se acercan cada día al local histórico que María José conserva con mimo. «Cuesta mucho esfuerzo, y no sólo económico, que todo se mantenga en buen estado», señala la actual propietaria quien asegura que su hija seguirá la herencia.
Publicidad
Y es que esta farmacia también ha visto cambiar León puesto que son los últimos años se ha peatonalizado la calle y cambiado la ciudad ante la eterna mirada de la Farmacia Merino.
Disfruta de acceso ilimitado y ventajas exclusivas
¿Ya eres suscriptor? Inicia sesión
Te puede interesar
Publicidad
Utilizamos “cookies” propias y de terceros para elaborar información estadística y mostrarle publicidad, contenidos y servicios personalizados a través del análisis de su navegación.
Si continúa navegando acepta su uso. ¿Permites el uso de tus datos privados de navegación en este sitio web?. Más información y cambio de configuración.